Los padres de antes imponían su autoridad, eran rígidos y
hablaban muy poco. Los nuevos papás se caracterizan por tener un diálogo fluido
con los chicos y ser más flexibles a la hora de poner límites. Hoy ellos
cambian pañales, lavan platos y salen a pasear orgullosos con sus portabebés.
Ayer era impensado que la figura paterna participara de las tareas domésticas y
se viera tan involucrada en la crianza de los hijos.
Durante el siglo XX se
fueron plasmando transformaciones sociales muy importantes, especialmente con
el acceso de la mujer a lugares que
antes le estaban vedados. Esto tiene que ver a su vez con los cambios ligados a
la actividad laboral. A medida que la mujer iba ganando cada vez más espacio y
protagonismo, iban apareciendo variaciones en la dinámica del hogar.
Los cambios sociales necesariamente repercuten en la estructura
familiar. Lo que antes se conocía como una familia tipo, hoy puede ser una
especie en extinción. Actualmente hay distintas configuraciones de familia,
cada una con roles quizás distribuidos de otra manera. Esto tiene sus luces y
sombras, ventajas y desventajas, pero ha tenido que ver con una equiparación o
mayor simetría entre el hombre y la mujer en la vida social.
Lo que llamamos “machismo”
muchas veces es sostenido por la misma mujer. Es ella la que asume determinadas
posiciones y los hombres se valen de eso. El machismo es retórico, está más
presente en el discurso que en la vida cotidiana. A veces el que dice ser “el
más macho de todos” termina siendo el que más lava los platos.
Algunos autores plantean que
hay una declinación del hombre en la sociedad postmoderna; otros lo llaman la
feminización del mundo. Si lo analizamos
puntualmente encontraremos claros oscuros. Hay cuestiones que son muy
positivas, por ejemplo que un padre se pueda implicar más afectivamente con sus
hijos, participar en el hogar sosteniendo a la familia no sólo desde lo económico, sino desde la presencia, el afecto o el compartir
diferentes momentos. Esto sin dudas es positivo y tiene que ver con que la
sociedad actual ha permitido al hombre una mayor sensibilidad, lo que en otras épocas no estaba bien visto. Lo que
resulta negativo es que se pueda perder
la figura de autoridad que es absolutamente necesaria en la función del padre
para la construcción de personalidades saludables en los niños. Para que un
papá pueda poner límites de forma
adecuada, debe sentirse seguro y cómodo en su rol de padre.
Otra cuestión a tener en
cuenta es el dinero como factor de poder en las relaciones. Si la mujer
sostiene económicamente el hogar se pueden presentar situaciones de
desvalorización hacia el hombre o bien puede pasar que sea el mismo quien se sienta en inferioridad de
condiciones.
Si hablamos de momentos compartidos,
decimos que la calidad de tiempo no se debe medir en horas. Pero “cuando
estamos juntos” debemos “estar juntos”. Estar pendientes del celular o la
computadora a toda hora representa una interferencia en la relación con los
chicos.
Cada uno a su modo y con los elementos que tiene a mano intenta ser el mejor papá para sus hijos. Con errores y aciertos se va construyendo un vínculo que perdurará en el tiempo y dejará huellas imborrables.
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Con el asesoramiento de Martín Teruel. Licenciado en Psicología