Vinculan al cura acusado de abuso sexual Agustín Rosa con “El Chapo” Guzmán

El capo narco financiaría la reparación del techo de un convento. Exreligiosos revelaron que transportaban dinero desde México camuflado en la Virgen de Guadalupe

30 Jul 2019
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El Instituto Discípulos de Jesús de San Juan Bautista, creado y dirigido por el cura acusado de abuso sexual Agustín Rosa, podría cerrar por haber recibido dinero del narcotráfico.

El cura de Salta que fue beneficiado con la libertad, cuando el juez Adolfo Figueroa revocó la elevación a juicio por delitos sexuales, habría recibido dinero camuflado en una imagen de la Virgen de Guadalupe, vinculado con el capo narco “El Chapo” Guzman, según las nuevas denuncias publicadas por TN.com.

El comisario pontificio que sucedió a Luis Stöckler, monseñor Martín de Elizalde no desmintió ante los medios el cierre de la rama masculina de la congregación si así lo decide el Vaticano. Entre las cuestiones que se investigan dentro de la Iglesia está el manejo de fondos dentro del Instituto, porque se sospecha que hay lavado de dinero y vínculos con el narcotráfico.

Un exreligioso integrante de la congregación, que vivió en México, donde el Instituto tiene varias sedes, confirmó que grupos de narcotraficantes del cartel de Sinaloa les pedían a Rosa y a los miembros de la congregación que los bendijeran antes de los operativos importantes y que un famoso jefe narco estuvo a punto de pagar la reparación del techo de un convento justo antes de ser arrestado en el 2014.

"Sospechábamos porque no sabíamos de qué trabajaban y había mucho dinero, mucho lujo. Eran gente siniestra, decían que tenían empresitas, pero nunca a qué se dedicaban. Una vez, dos hermanos fueron a un lugar lleno de tipos armados y les dijeron que tenían que bendecir un campito de ovejas. Estaban aterrorizados, uno de ellos se dio cuenta enseguida de la situación", relata.

Después de que ladrones intentaran robar el convento, "uno de esos tipos me ofreció un cuerno de chivo, un arma mexicana muy poderosa que rompe las puertas para que yo pudiera defenderme". Se trata del fusil de asalto AK-47, uno de los preferidos por los carteles de la droga. "Yo le pedí una escopeta común, pero la superiora me dijo que no podía tener ningún arma. Entonces, el hombre me propuso ponerme dos muchachos para que me 'limpiaran el jardín' si se volvían a meter los ladrones. Entonces empecé a tener el pálpito de que era un tipo que trabajaba con sicarios", recuerda.

"Los narcotraficantes generalmente se meten en las iglesias, son muy creyentes, y piden la bendición antes de los operativos y las balaceras. Te besaban el rosario, y decían 'madrecita, padrecito'", refiere. "Una vez fueron al convento para que la superiora los bendiga, porque no estaba el cura del pueblo. Estacionaron muchos autos. Era imposible decirles que no, eran como 30 monos armados", se estremece.

"Otro hombre nos pagó la construcción completa de una casa de retiro. Nos daba las facturas que decían cero peso. Cuando volvimos, para pedirle que nos donara sillas, nos encontramos con que la policía federal mexicana había allanado su casa y se lo había llevado", afirma.

"Un señor estuvo a punto de hacernos el techo del convento que se vino abajo por una lluvia. Lo que nos iba a regalar era una locura, la reparación entera salía como U$S50.000. Un día nos iba a entregar la plata y el anterior lo detuvieron. Y ahí me enteré de que el señor, que tenía visto porque venía a la iglesia y las monjitas lo conocían, eran un jefe narco muy importante, con pedido de captura. Parecía un tipo rebueno", se sorprende.

"Yo viajé a la Argentina llevando U$S30.000, y juré que nunca más lo iba a hacer. Otros hermanos llevaban dinero escondido adentro de una imagen de la Virgen de Guadalupe, en los bolsillos, en la ropa interior. Siempre estaban trayendo plata", se indigna.

Otro exintegrante, Cristian Contreras, hijo de una familia acomodada de México, ingresó a la congregación del padre Agustín Rosa en México a los 14 años. Denunció haber sido víctima de abuso sexual por parte de un sacerdote del Instituto, Roberto Morán, en una casa en las afueras de Coahtepec Harinas.

En Metán, adonde había viajado, Rosa le revisó los genitales con la excusa de verificar si tenía alguna enfermedad pero el no lo tomó como un abuso. Cerró los ojos y dejó que ocurriera. "Yo lo consideraba un padre, tenía mi propia habitación, era un privilegiado. Es una cortina psicológica que me impide verlo como el delincuente que realmente es", dice desde Canadá, adonde ahora reside.

Contreras, de 35 años, era novicio, y después de haber sido abusado por su superior Morán, conocido como el padre Moisés, abandonó la vocación y le habló de los abusos a Rosa. "Nadie hizo nada, todo el mundo lo sabía", sostiene.

Con respecto a la relación de Rosa con los narcotraficantes y el lavado de activos, cuenta que una vez viajaron más de 50 integrantes del Instituto a la Argentina desde México, y cada uno traía en el avión un monto de dinero. "A mi me dieron entre 18 mil y 20 mil dólares, probablemente más que a otros porque me tenían más confianza y además yo tenía recursos de familia. Si me paraban, podía justificar el origen de los fondos", explica. "En total, era una cantidad muy importante, algo que una persona común no podía donar".

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