Palomitas: la masacre que marcó un antes y un después en Salta

El seis de julio de 1976, once presos políticos fueron sacados del penal de Villa las Rosas, y fusilados en un paraje con el que luego se denominó a la matanza. Esta tarde se realizará un nuevo acto por la memoria. En esta nota, todas las razones para no olvidar.

06 Jul 2015
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Aunque no lo quieran, los monstruos dejan huellas de su accionar. El tiempo, a veces, les juega a favor y las borra, las sepulta en el olvido. Hoy un puñado de personas hará lo que hace todos los seis de julio: pelear para que la memoria sobre un hecho atroz se preserve; para que los demás sepan y tengan presente lo que hicieron esos monstruos.


La masacre de Palomitas

La historia no empieza con el golpe de Estado, sino antes, con la intervención de Salta, ordenada por la presidenta Isabel de Perón al gobernador salteño Miguel Ragone. “Al gobierno de Ragone se lo acusaba de marxista, de zurdo”, explica a LA GACETA Blanca Lescano, incansable luchadora por los derechos humanos. Ragone desapareció el 11 de marzo de 1976, días antes del golpe. Los que fueron masacraron en palomitas, meses después, ya estaban presos. Habían sido encarcelados por su militancia social, política. “Con la intervención se llenaron las cárceles de Salta. Iban organismo por organismo, incluyendo a la Universidad Nacional, deteniendo gente”, recuerda Lescano y añade: los que iban eran los de la Triple A y la policía. Una de las asesinadas en Palomitas fue María del Carmen Alonso, sobrina de Ragone. “Cuando le intervinieron la provincia él le dijo a su sobrina “Chicha” Alonso que se entregara porque le habían dicho que donde la encontraran la iban a matar. Entonces es preferible que estés presa, le dijo Ragone”, cuenta Lezcano.

Hay otras historias particulares sobre los detenidos. Celia Raquel Leonard de Ávila dio a luz a su cuarta hija en el penal de Villa las Rosas. Antes de salir del penal ese seis de Julio, logró entregar la bebé a su hermana, que también estaba detenida.

Rodolfo Usinger y María Amarú Luque se casaron dentro del penal.

Villa las Rosas fue el último lugar donde se los vio con vida. El seis de julio de 1976, siete presos fueron sacados con la excusa de un supuesto traslado a Tucumán. Los subieron a una camioneta. Luego se sumaron cuatro presos de Jujuy. Cerca de General Güemes los obligaron a descender y los fusilaron.

Estos son los que fallecieron ese día:



Fernando Pequeño, nieto de Miguel Ragone, es contundente sobre este hecho: “En el contexto de los hechos del Terrorismo del Estado setentista, la Masacre de Palomitas es tal vez uno de los actos más extremos de crueldad grupal sistematizada por la modalidad de aquel asesinato masivo. En el hecho tanto el Juez Lona que sabía de los traslados como el director de la Cárcel por entonces y los guardias que manejaban los vehículos estaban concientes y decidieron el asesinato a doce presos y presas a disposición del Poder Ejecutivo de aquel entonces. Cruel por la saña de los disparos que los ultimaron, que fueron varios, por la espalda y a rajatabla. Cruel por la oscuridad de la noche en que seleccionaron a los fusilados de entre los presos, cruel por la manera en que entregaron algunos de los cuerpos a sus familiares. Infinitamente dañino para las familias de las víctimas”, dice y añade: “Me pregunto a 40 años, que les explicarán ahora y que les habrán dicho los verdugos a sus familias, sobre sus actos.”

Lescano detalla que no se sabía por qué se los sacó a los presos esa noche. El capitán Espeche es el que admite haber sacado los presos. El Juez Ricardo Lona dio la orden de sacarlos. Espeche dijo que los dejó en el Portuzuelo. Nunca se pudo reconstruir la secuencia precisa de los hechos. “Cuando ocurren los hechos en realidad nadie de Salta denuncia que habían muerto estas personas. Son presos de Rawson los que se enteran por sus contactos y hablan del fusilamiento de 16 prisioneros, uno sacado de Villa las Rosas y  cinco de la cárcel de Jujuy. El primer informe que se conoce en ese momento es dado a los medios de comunicación por presos de la cárcel de Rawon. Acá en Salta seguían diciendo que había sido un enfrentamiento, un intento de fuga”, indica Lescano.

Una justicia incompleta, no es justicia

La causa Palomitas se dividió en tres partes. La primera, fue como un medio: fue una de las causas de masacres que sirvieron en el juzgamiento de las juntas militares. Palomitas fue uno de los hechos masivos que sirvió para juzgar a las juntas en la causa 13.

Luego cayó en el olvido, sin detenidos locales, paralizado por las leyes de obediencia debida y punto final.

“Nosotros nos presentamos a la justicia de Salta en el año 2000 con el juicio por el derecho a la verdad y al duelo, porque no se podía por las leyes de obediencia debida y punto final, hacer presentaciones – explica Lescano-. Ahí los llaman a declarar a toda la gente que nosotros habíamos señalado. Y los mismos tipos que declaran, ellos mismos empiezan a decir cosas que después sirven para ampliar la causa. Era tal la soberbia que cuando declaran en el juicio de la verdad, dan suficientes elementos, sobre todo Espeche y Mulhall, los principales responsables, y eso significó que nosotros en el 2002 pudiéramos pedir en la corte de Salta que se reabra la causa”.

El 23 de diciembre de 2010 algunos de los responsables fueron condenados a reclusión perpetua. La condena fue dictada por Olivera Pastor, secretario de la justicia federal de Jujuy. La condena recayó sobre el ex coronel Carlos Alberto Mulhall, que estaba a cargo del Ejército en Salta al momento del hecho; el ex teniente coronel Miguel Raúl Gentil, que fue jefe de la policía salteña; y el capitán Hugo César Espeche.

La causa sigue abierta. Para los militantes de los derechos humanos el ex juez Ricardo Lona tiene una participación manifiesta en este caso y aún sigue con prisión domiciliaria, escapando de la justicia.

Fernando Pequeño es muy crítico sobre este tema: “La justicia comandada por el entonces único juez federal Ricardo Lona, hoy con prisión domiciliara esperando el juicio que de cuenta de su participación absolutamente necesaria para las matanzas; se volvió una Justicia Genocida. Al igual que la mayoría de las instituciones estatales setentistas, pasó de administrar justicia a promover acciones específicas para la muerte de los ciudadanos y el beneficio de los verdugos aliados a los civiles, militares y curas que pensaba ser por siempre los dueños de un país y de un modelo político agroexportador que los favorecía. En su cúspide, Lona supo nombrar y luego premiar a un gran numero de funcionarios judiciales aun en carrera, devotos de cuerpo y alma de su única causa: conservar el status y separarse y diferenciarse lo más que se pueda del pueblo al que dicen proveer justicia. La justicia setentista se manchó de sangre y de injusticia conservadora; y tiñó hasta hoy y por mucho tiempo más el honor de sí y de sus miembros”.

La marcha

Como todos los seis de Julio, los familiares y militantes se reunirán a las 15 en el Parque San Martín, donde se erigió, hace unos años, un “portal de la memoria”. Es el lugar de recuerdo de los muertos. Unas palmeras tienen pintados sus nombres. Además, marcharán hasta una plaza ubicada frente a Villa Las Rosas, porque se enteraron de manera reciente que hay un monolito, en una placita, que se llama “homenaje por las victorias contra la subversión”, con una ordenanza d e la municipalidad de Salta.

En el portal donde se juntarán, está este poema de Pablo Neruda, que lo resume todo:

“Por esos muertos, nuestros muertos

pido castigo.

Para los quede sangre salpicaron la patria

pido castigo.

Para el verdugo que mandó esta muerte

pido castigo.

Para los que defendieron este crimen,

pido castigo

No quiero que me den la mano

empapada con nuestra sangre

Pido castigo

No los quiero de embajadores

Tampoco en su casa tranquilos

Los quiero ver aquí juzgados

en esta plaza

en este sitio.

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