El "Cuchi" Leguizamón en el recuerdo de sus amigos

Hoy inauguraron una estatua en honor al gran poeta y músico salteño frente a El Farito. El “Chacho” Echenique y Edmundo Herrera lo recuerdan en estos videos.

31 Jul 2015
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EL CUCHI. Su estilo de ejecución del piano no tuvo parangón en la música folclórica argentina. FOTO REVISTA Ñ

Desde hoy el Gustavo “El Cuchi” Leguizamón se sentará una vez más en aquella esquina del centro. Ya no pedirá empanadas, ni cerveza, pero quedará por siempre ahí, con su característica sonrisa. 

El Cuchi fue artista con luz propia, un vanguardista de los que ya no quedan. Es recordado como un hombre de bien, un “loco lindo”, que dejó maravilladas a varias generaciones con su numen creador. 

Muchos de los que lo conocieron lo evocan ahí, en El Farito, peinándose con los dedos su encrespada barba, haciendo un guiño pícaro, su acento marcadamente provinciano, sus dientes grandes y su mano tendida, siempre franca.

Por lo menos así lo recuerda Edmundo “el Pelado” Herrera, quien todas las noches reservaba media docena de empanadas –de carne- y una cerveza bien fría para su amigo el doctor Leguizamón.

“Hablar con él era hermoso, él era un sabio – dice el Pelado, mientras su mirada se pierde en la mesa que solía compartir con el Cuchi- quisimos hacer varias veces una canción para el Farito, pero siempre quedamos en la tercera estrofa”. 



Este célebre músico y poeta fue unos de los mentores del Dúo Salteño integrado por Néstor Echenique y Patricio Jiménez. Este conjunto llevó el legado artístico de Leguizamón a los escenarios más importantes del mundo y lo dejaron eternamente en la posteridad. 

LA GACETA dialogó con Echenique, quien recordó al Chuchi como una persona triste y solitaria: “se lo podía ver en sus composiciones”. Sin embargo aclaró que detrás de aquel hombre solitario se escondía un infatigable humorista.  



Han transcurrido quince años y su personalidad aún se mantiene fresca y vigente. La voz del Cuchi que se silenció durante la siesta del 27 de septiembre del 2000 es escuchada casi con la misma intensidad con que recitaba sus versos en aquellas trasnochadas tertulias con bohemios de aquella Salta de ayer. 

Parafraseando a Leguizamón, hoy sería preciso recitar: “Pobrecito tata dios/ Siempre solito y ausente/ Se moriría de aburrido/ Si no fuera por el Cuchi”.

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