“Para muchos el compromiso ambiental pasa nada más que por no comer carne”

El conservacionista Claudio Bertonatti abrió la polémica con un artículo en el que señala las contradicciones del veganismo y en esta nota dispara contra las hipocresías del consumo y las crisis del sistema productivo argentino.

25 Ago 2015
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CLAUDIO BERTONATTI. El museólogo cuestiona la posición de quienes no comen carne para que no mueran animales. FOTO CLAUDIO BERTONATTI.

Hace algunos días, Claudio Bertonatti publicó un artículo que condensó en pocos párrafos algo que piensa hace mucho tiempo y que apunta a desenmascarar una confusión profunda de algunos movimientos de defensa de los derechos de los animales: dejar de comer carne no impide que los animales mueran. “Hay personas que suponen que al evitar el consumo de carne no matan animales. Tengo una pésima noticia para ellas: no es cierto. El más despojado plato de arroz o un simple pedazo de pan también implica un impacto mortal para muchos animales. Que no lo veamos ni sepamos es otro tema”, dice en su monografía.

La respuesta de parte de veganos, vegetarianos y animalistas fue inmediata y violenta. Las redes sociales de Bertonatti se llenaron de insultos y respuestas violentas a sus dichos, pero también de personas que comenzaron a pensar el asunto desde otro punto de vista. En diálogo exclusivo con LA GACETA, el museólogo, conservacionista y ambientólogo explica las razones detrás de su postura.

“Desde el año 1986 trabajo en la conservación de la naturaleza y siempre me encuentro con gente, sobre todo alumnos, que me decían que ellos no comían carne para que no mueran animales. Frente a eso me veía en la necesidad de explicar que no por ser vegetariano o vegano no mueren animales. Como tantas veces tuve que explicar que no es así, entonces escribí un artículo y de esta manera expreso lo que pienso”, cuenta.

-¿Cuál es su argumento?

-Mucha gente se ha vuelto vegana haciendo propia la situación ambiental del hemisferio norte, con un discurso y argumentos propios de allá. Nosotros vivimos en el sur, en un país subdesarrollado, que tiene otra realidad. El tema a discutir de fondo es cuál es el destino de la agricultura. Cuando se señala que una buena parte de la producción agrícola va destinada a producir alimento balanceado para el ganado, que es un punto a reparar, también tengo que señalar que en la Argentina, la gran parte de la producción sojera es para alimentar chanchos en Asia. Por un lado, aquel que creía que no mataba animales siendo vegetariano o vegano está equivocado porque no es así. Cuando uno come carne implica una muerte directa. Pero comer un plato de arroz o una milanesa de soja implica muchas muertes indirectas de muchas especies y eso es lo que muchos no veían y están viendo ahora.

-¿En qué cuestiona a los veganos?

-Lo que me preocupaba era que mucha gente simplificaba su compromiso ambiental diciendo que no comen carne y no matan animales, y ahí empieza y termina su compromiso ciudadano en materia de conservación del ambiente. Eso me resultaba muy preocupante porque desafortunadamente el compromiso con la conservación es mucho más complejo, no pasa solamente por comer o no comer carne sino por un conjunto de decisiones.

-¿Cuáles serían esas decisiones?

-Se empieza por conocer el patrimonio natural de los argentinos. Invitaría a reflexionar a los lectores cuántos son capaces de mencionar 10 especies de animales silvestres o de plantas silvestres de su entorno inmediato, del lugar donde viven en la provincia. Estoy seguro que más de uno que vive en la ciudad de Salta, viven de espaldas a la naturaleza ignorando qué es lo que contiene. Si no conocemos nuestras riquezas naturales, es absurdo esperar que haya una preocupación por conservarlas. Primero hay que saber lo que tenemos, valorarlo, saber que hay especies exclusivas de la Argentina que si no cuidamos nosotros se van a extinguir. El segundo punto es que hay un conjunto de decisiones que pueden ayudar a mover la aguja en favor de la conservación de los ambientes naturales. Los que dicen que no comen carne están salvando vacas, cerdos, pollos, pero esos no están en peligro de extinción. Esos son animales domésticos. Yo invito a que expandan su compasión, su interés y compromiso a salir en apoyo a las reservas naturales, las áreas protegidas, las que hay que crear.

Entre los puntos que señala en su artículo, Bartonatti se refiere, por ejemplo, a la producción del arroz en Argentina y a lo que aprendió haciendo trabajo de campo. "Una de las impresiones más contundentes fue el contraste entre la abundante vida silvestre de los esteros y arroyos del nordeste argentino con las arroceras vecinas. En estas últimas no había lugar para carpinchos, ciervos de los pantanos, lobitos de río, boas curiyú, garzas, gallaretas ni patos. Para cultivar arroz se drenan esos esteros, arroyos y riachos para que les deriven su agua y muchas veces, terminan secos o muertos, sin vida. Como se empobrecen o destruyen esos ambientes naturales muchos animales silvestres desamparados buscan refugio o comida en los cultivos que los han reemplazado. Y ahí se desata un segundo golpe. Para evitar que las aves o mamíferos coman los granos o brotes se esparcen semillas envenenadas o se traen tours de cazadores salvajes a desterrarlos a tiros de plomo (también contaminante). Nadie que sepa esto puede decir que por no comer carne y alimentarse con arroz, por ejemplo, no se matan animales".

-El punto sería ampliar la mirada a todo el ambiente

-Resulta ineficiente desde el punto de vista de la inversión de energía de las personas desgarrarse las vestiduras por la muerte de animales domésticos y hacer silencio de radio en torno a lo que está en peligro de desaparecer de la faz de la tierra. No es incompatible ser vegano, vegetariano, carnívoro o lo que fuera con comprometerse un poco más.

-¿Qué respuesta tuvo de parte de estos movimientos?

-Me llaman para insultarme, me escriben con agravios. Hay un grupo muy reducido que piensa que el veganismo es un dogma y si uno piensa distinto contestan agraviando, se sienten ofendidos y ofenden. Cualquier tipo de fundamentalismo, el religioso, alimentario, político, el que sea, es casi patológico. Verdades absolutas hay muy pocas en la vida y yo no me arrogué tener la última palabra en este tema. Esto es lo que pienso desde hace mucho tiempo, lo expongo porque me formé en un ámbito vinculado a la ciencia donde uno dice lo que piensa, sabiendo que otro puede pensar diferente y entre todos podemos formar un diagnóstico de la realidad mucho más preciso y nadie se siente ofendido. Pero si uno se cree que tiene la verdad absoluta, se siente ofendido si otro piensa distinto. Esta gente es muy poca pero grita mucho y existe. El gran debate ambiental no está en la mesa a ver qué como y qué no.

-¿Cómo se puede mejorar el compromiso desde el lugar de ciudadano común?

-Puede ser en ser más austeros, en reducir el consumo, ahorrar más el agua, ser eficientes en el uso o el consumo de energía. Comprar electrodomésticos eficientes aquel que pueda. Si consumimos menos energía hay que hacer menos represas, y Argentina está por hacer otras dos en la provincia de Santa Cruz. Esas decisiones a escala doméstica tienen un impacto. La suma de pequeñas decisiones de cada uno tiene un impacto enorme a escala nacional. Eso se traduce en la destrucción de ambientes para hacer represas o no, por ejemplo. Mucha gente adopta ciertas posiciones de “vegetariano” o “vegano”, porque está medio de moda. Ahí no tengo nada que opinar más que decir que esto no es una moda. Para algunos lo será, porque tienen cierto vacío existencial, problemas, pero en realidad acá lo importante es ser buenos consumidores, saber elegir, fomentar las huertas orgánicas. En Buenos Aires y alrededores hay mucha carne de feed lot, que es una de las peores técnicas de producción ganadera, inhumanas en términos de derechos de los animales y con gran impacto ambiental porque esos animales en lugar de criarse en un campo, se crían en corrales con alimentos balanceados y en campos que arrasan con la vida silvestre.

-¿Los ciudadanos comunes podemos hacer algo para cambiar lo que está en el fondo?

-Hay distintas escalas de acercamiento al problema. Una está fuera de nuestro poder de decisión y es el problema de lo que se cultiva, que en el caso de Argentina es masivamente la soja para exportar porque es lo que demanda el mercado internacional y tiene el mejor precio. Esto quiere decir que Argentina no tiene una independencia real y está muy condicionada por aquello que puede vender para que le vaya bien económicamente. En esa escala no podemos hacer mucho, pero podemos leer, conocer mejor el problema, ejerciendo cierta opinión o presión mediante el voto sobre los políticos que quieren cambiar esta realidad. La gran aguja que podemos mover es en nuestro entorno, con nuestros amigos y trabajo. Eso es la austeridad. Mucha gente aspira a vivir mejor, y yo creo que hay que aspirar a vivir bien y ser felices con eso. Pero para mucha gente su anhelo profundo es vivir cada vez mejor consumiendo cada vez más y teniendo más cosas que no necesita. Ese es un error con un altísimo costo ambiental. Otro punto es empezar a conocer mejor nuestro país, nuestras provincias, fomentar otro tipo de relaciones con la naturaleza. Si me hago vegano pero hago despilarro de agua, mi huella biológica va a ser tremenda. Muchos pueden profundizar sobre el asunto, sin dejar el club de los veganos.

-¿Qué opinión tiene respecto de la crisis actual del campo y su posición en cuanto a la conservación del ambiente?

- Hay pequeños, medianos y grandes productores y no todos están en la misma situación ni tienen las mismas modalidades productivas. Es difícil hacer una media para dar una opinión, pero en los grandes productores, los que tienen la mayor superficie de tierras agrícolas o ganaderas, hay mucha tarea para hacer, mucho campo para mejorar las prácticas ambientales. Hay buenas prácticas que son conocidas y no siempre se aplican porque afectan el margen de rentabilidad. En muchos productores hay mezquindad. Cuando compran decenas de miles de hectáreas pasan con el arado de punta a punta y a veces incluso en las banquinas, que está prohibido. Esto lo he visto en todo el país, si pueden cultivan hasta la banquina.

-¿Qué sería más conveniente hacer en la producción agrícola?

-Cualquier productor, pequeño, mediano o grande, puede hacer clausuras, alambrando sectores para dejar testigos de cómo era originalmente el campo antes de que pase el arado. Muy pocos lo hacen, la mayoría hace una regla de tres simple, calculan la máxima capacidad agrícola o ganadera que pueden tener y no reservan ni un pedacito en una esquina, un potrero con el paisaje original. A lo sumo dejan un arbolito en el medio para sombra del ganado.


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