Mario Flores: “me crié con la televisión, no con una biblioteca”

El poeta de Tartagal, Mario Flores, habla de todo: el campo cultural de su municipio, el trabajo de la escritura y sus influencias. “Iba al cyber con los compañeros de la secundaria, mientras ellos jugaban al Counter Strike yo leía en línea: Henry Miller, Nabokov, Borges”

03 Sep 2015
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MARIO FLORES. El poeta, durante el Slam de Salta Capital. FOTO FACEBOOK, DOS TIPOS Y UNA MINA.

Parece un bufón. Un bufón adicto a la lectura. Un bufón poeta, además. Cuando lee frente a un público se nota eso y más: es alguien que ha pensado y trabajado los tonos, incluso cada gesto con el que se debe recitar ese poema que ha escrito.

Mario Flores nació en Tartagal en 1990; el sábado pasado participó del primer Slam de poesía en la capital salteña y fue una de las grandes –y gratas- sorpresas de esa noche: gente nueva, hasta ese momento desconocida en la Capital, que está haciendo las cosas bien y de otra manera. Claro que Flores viene haciendo las cosas bien desde hace rato.

Quizá algo de lo que lo hace destaca es que –a diferencia de muchos de los jóvenes escritores locales -nunca se acercó a la universidad. Y se jacta de eso. “Estuve en Tartagal hasta los 21 cuando anduve por varias ciudades tratando de sentirme un poco más cómodo. No estudié ninguna carrera, no pertenezco a ninguna facultad de ninguna universidad de nada. Eso, que puede leerse como una aberración, a mí me da mucha ventaja: pude ser testigo de cómo se desprestigia a todo aquel que "escribe y publica" pero que no es parte de la UNSa, acá en Tartagal eso es usual. Me gusta no depender de ningún estrato académico ni contemplar una jerarquía que te castra. Por eso no estudié. Ahora veo mucha más accesibilidad y quizás me decida a estudiar algo, como la gente normal y más cuidadosa”, dice.

También explica que salir de Tartagal fue -y es- una parte medular en su persona y en su escritura. “Acá no tenía dónde leer (y sigue habiendo nulidad de espacio físico, no hay ni librerías, ni museos ni teatros ni centros culturales) ni con quién hacerlo. Cuando me fui a Capital Federal me faltaba tiempo para leer de lunes a lunes, conocí gente muy grosa que me apoyó y me dieron consejos valiosísimos que trato de poner en práctica, varios se convirtieron en amigos muy buenos. Además, considero que es necesario alejarse, ver la situación de tu entorno inmediato desde unos cuantos metros de distancia, te permite apreciar su complejidad desde otro ángulo, cambia tu visión”, dice y añade: “si no me hubiera alejado de Tartagal no me hubiese acercado nuevamente a tratar de hacer cosas. Pienso que es común sentirse alienado del sitio donde te toca nacer, es bueno pelearse con ello y tratar de crear algo desde cero (literalmente cero) y tener un mínimo de fe en que algo puede cambiar. Esto no lo puedo evitar, es lo que hago. No me considero ni editor, ni gestor cultural, ni productor ni mucho menos, pero considero que alejarme de Tartagal y "curtirme" como suele decirse, me permitió tomar fuerzas para volver y hacer cosas. De todos modos Buenos Aires es mi lugar, tengo dirección ahí y extraño muchísimo”.

                ASOCIACIÓN DE ENFERMITOS DE DIÁLOGOS DE LOS SIMPSON

                Cuando ella bajó

                hasta esa parte mía, tan íntima

                y la tomó en sus manos

                puso su cara de complicidad

                diciendo:

                chota me voy a acercar a ti haciendo

                am, am, am

                y si te como va a ser tu culpa.

                Reí

                contento de hallar otra psiquis

                defectuosa

                igual a la mía,

                aunque algo asustado.

                La risa es la peor enemiga de la

                excitación.

                Enemigas dependientes

                como Batman y el Guasón.



                Batman es un científico.

Flores afirma que el humor es un revés que puede aportar mucho al proceso de construcción de cualquier texto y performance. No soy actor –dice- pero si lo fuera probablemente me costaría ser un actor dramático de pura cepa. “Escribiendo me pasa lo mismo: no busco ser atrevido, ni original, no trata de instalar una polémica ni tampoco respetar una corriente. En la literatura busco eso: la ironía en el nivel exacto. Por ejemplo cuando hablo de sexo no trato de sonar desafiante, hablando de algo tabú (es el tema más viejo del mundo) sino que trato de llevarlo hacia lo grotesco, lo gracioso. En la literatura el humor genera una falsa máscara de inferioridad, como decir que quien hace humor "es de menor calidad literaria" que el serio ilustrado de la esfera académica.


Sostiene, además, que en Salta últimamente ve mucho carácter de situación que hace de la lectura una cuestión de sonrisas, quizás no risas explosivas, sino un tono justo. “Anteriormente me parecía la peor y más tediosa literatura del mundo, pero desde que leo a gente viva (que además parece estar viva) y que son amigos, la paso bien leyéndolos”, dice.

                Te escribí un libro.

                Un libro

                todo

                entero

                para vos.

                Cuesta creerlo.

                Así como nos enseñaban en la escuela:

                introducción

                nudo

                desenlace.

                Suena burdo

                quizás lo es.

                El libro que te escribí tiene su principio y su final

                tiene sus personajes atormentados

                y sus situaciones desopilantes.

                Se trata de nosotros.

                Vos sos un hámster

                y yo una niña de siete años cuyos padres le regalan ese hámster.

                Nos llevamos bien

                hasta el cuarto capítulo del libro

                cuando te escapas de la jaula

                te escondes bajo la cama

                y yo te doy por muerta, mascota mía.

“Yo no crecí en una casa con libros, había libros de texto, libros escolares. Pero no narrativa ni poesía. De chico leía libros de medicina (esos con fotografías de deformaciones). Luego hallé unos fascículos que venían con revistas femeninas de mi mamá, eran novelas eróticas de autoras americanas. Leía eso. De adolescente tuve la costumbre de ir a un cyber con los compañeros de la secundaria, mientras ellos jugaban al Counter Strike yo leía en línea: Henry Miller, Nabokov, Borges. Todos nombres que buscaba en internet, porque en la secundaria tampoco te enseñan nada”, dice.

                Coelho siempre será famoso

                Coelho siempre será famoso.

                Coelho siempre será millonario.

                Coelho siempre venderá millones de libros.

                Coelho siempre tendrá quien lo publique.

                Coelho siempre será best-seller.

                Coelho es fan de Arjona.

                Me dijiste que te gusta Coelho.

                Coelho me cambió la vida, dijiste y contesté

                Coelho se puede ir a la garcha.
 
                Coelho no nos necesita.

                Coelho publica una novela año por medio.

                Coelho siempre será famoso.

                Coelho no sabe que estoy escribiendo esto.

                Nadie sabe que estoy escribiendo esto.

                Porque no soy Coelho.

Dice que empezó a escribir a los 14 o 15. Hacía las rimas para unos pibes que se dedicaban a encuentros de hip hop. Luego empezó a imitar a poetas que iba descubriendo por su cuenta. Dice que era pésimo. “Escribía como si esperara que fuera aprobado por alguien”, explica. Y completa la idea: “Por suerte luego descubrí otra manera de trabajar. Quería decir cosas, molestar. Quería denunciar, reclamar. También quería conseguir novia y no podía, así que muchos poemas de esa época pecan de cursis. Intentaba hallar algo en lo que fuera bueno porque nada me gustaba, ni el deporte ni estudiar, y mediante la escritura encontraba cierta completud”.

                 Biografía

                 dos años:

                 fui el bebé menos inteligente del planeta,

                 no lloraba ni pedía upa

                 no comía y tampoco morí.

                cuatro años:

                no fui a pre jardín

                ergo

                no pertenezco a la generación de ilustrados académicos.

                cinco años:

                una prima me metió cuatro de sus dedos en el ano

                sobre una cama.

                Hace poco la fui a buscar

                tomaba merca en el comedor.

                 Le rompí el televisor y le enterré una birome en el ojo derecho.

                Quise cortarle cuatro dedos pero no se dejaba

                y yo le dije

                estamos jugando, no le cuentes a nadie, estamos jugando

                 como ella decía

                 pero no me entendió.

Escribir en Tartagal es diferente. El campo cultural no se parece en mucho al capitalino. O quizá sí. Flores señala que en su adolescencia no tenía posibilidades de conocer escritores de sus pagos. La apreciación sobre lo que allí se escribe, de todos modos, no es nada positiva. “Recién de grande me enteré y conocí a unos pocos escritores. Eso deviene de la maldita costumbre de que sólo un cenáculo tenga el permiso de producir. En Tartagal se mantiene un tradicionalismo costumbrista en el cual existen tres o cuatro nombres de personas reconocidas que escriben y publican cada tanto, pero no hay más espacios donde conocer lo que se hace o para expresarse.

Sin embargo, él logró abrir un espacio de poesía y música, que convoca a los más jóvenes: Slam, poesía oral. Son pocos los que van. Pero son. “Queda mucho por hacer, Tartagal es complejo: le teme a lo que no conoce, y eso no se puede llamar de otra manera más que ignorancia. Hay toda una subcultura en la cual se predefine que sólo cierta gente conectada a la academia está en capacidad de crear y el under se queda sin espacio. El título de mi libro trata de eso, de mutar: somos niños pequeños tratando de mutar el lenguaje y el modo de hacer poesía, de tramar la estructura de otro contar”, dice.

                siete años:

                todos me pegan en la escuela

                a los siete años juegan a revolcarse en el suelo

                pasar los recreos mechoneándose

                hacen competencias para ver quién es el más fuerte.

                Me puse a llorar

                y no me mandaron a casa.

                ocho años:

                colonia de vacaciones.

                Un niño desconocido trae una pelota bajo su brazo

                me pregunta si quiero jugar

                - es mayor y me debe haber visto con lástima -

                le pregunto jugar a qué

                a la pelota, me dice, como contestando lo más obvio del universo.

                No me gusta el fútbol le digo.

                Parece confuso.

                Responde:

               ¿sabés lo que dice mi papá?

                que en la tele dicen que a los que no le gusta el fútbol son putos.

                Se aleja y se va.

                Pienso en ese niño y en su papá

                y en el hermoso televisor pantalla grande que deben tener.



"Yo me influencio mucho por el cine, soy amante del cine independiente y me gusta la poesía que logra ese tipo de peso: la presencia de una escena cuya dimensión se sostiene y vive, más que la descripción ensayística de un precepto, dice. Y completa la idea: “Me crie con la televisión, no con una biblioteca, viendo animé y consumiendo esas tramas post-apocalípticas. Hablo mucho desde la infancia y el escenario es ese, los '90, la indiferencia, la visión del niño acerca de la complejidad del adulto. Mis poemas cuentan ("cuentan" en cursiva), no permanecen estáticos sino que avanzan en un hilo conductor bastante frágil pero presente. Para mí, hacer poesía está íntimamente relacionado con lo visual, con la creación de una escena, como una fotografía, un holograma. Ahí aparecen muchos registros de la época, los dibujos animados y las películas de ciencia ficción, Soda Stereo, toda la gente en una escena sónica”.

              nueve años:

              escribo mi primera carta de amor

              la rechazan

              a la carta y a mí.

              La destinataria en cuestión es la preferida de un bufón que se dice maestro.

              Él me humilla frente a todo el curso.

              Ojalá estuviera muerto pero creo que no,

               lo veo de guardapolvo en la calle a veces.

               Un día lo seguiré unas cuadras, a ver si queda solo cuando se aleje

               le diré

               que no se acuerda de mí

               pero ahora que ya está viejo

               seguramente podré dejarlo un rato en la vereda

               decirle

               ¿dónde está mi carta, dónde? Jamás me la devolviste.

                trece años:

                estamos todos rotos

                como muñecos sin brazos, sin piernas

                somos juguetes

                de los demás

                hasta un cierto punto en el cual

                se cansan

                y nos botan

                compran nuevos

                o con más pilas

                o con la pija más grande

                mejores tetas

                más humor

                ya pasamos a ser

                los raros

                que siempre estarán

                solos.



                quince años:

                es la primera vez que uso reloj.

                Cada vez que me aburro veo esas agujas

                indicándome

                que falta cada vez menos

                para que esta vida culmine.

Minutos después del último slam de poesía en la capital salteña, alguien comentó: esta noche prueba el triunfo de la poesía narrativa – en primera persona, y personal- sobre la lírica más solemne, más rebuscada.

Flores comparte la idea de poesía con una historia. Se explaya: “considero que si un poema, o texto en general, se limita a verbar sobre lo sensorial en base a un cuestionamiento filosófico pierde frescura, su lectura se vuelve viciada. Yo soy un cultor de la poesía alternativa y todos (o la gran mayoría) de mis textos contemplan una carga narrativa dentro de la lírica. No puedo verlas separadas. Existe, claro, una clave particular, como en todo: el contar una historia (sobre todo si se piensa en un acto performativo como hacer poesía oral o participar en un recital) se enfrenta a lo que nos enseñaron a todos, que una historia debe tener introducción nudo y desenlace, y si prestamos atención a los cuentos de autores actuales, muchos de los cuales son geniales, modifican la fórmula. Para que la historia sea interesante considero que esa regla debe romperse, parar con los cuentos de "muerte al final" donde el protagonista fallece, los diálogos truncos y predecibles que no reflejan en nada la realidad de cómo hablamos. La ventaja es que contar no es lo mismo que describir analíticamente lo que sentís, hay un desplazamiento. Una historia es eso: tiempo en movimiento. Hallar o al menos poner energía en buscar un equilibrio entre ambas cosas me parece lo más sensato. La desventaja es lo mismo que pasa con el humor: el bastardo hijo llamado Chiste. No es lo mismo buscar cierta ironía que convertirse en un humorista con los chistes contados una y otra vez. Escritores como Diego Arbit cuentan y establecen un movimiento, pero no convierten la poesía en un cuento seco se principio a final como en algunos relatos, detienen, ponen pausas, hacen poesía a partir de una historia, he ahí la diferencia para poder posicionarse entre esa fina línea de lírica y narrativa.”

                dieciocho años:

                te dije te amo

                pero no lo oíste.

                Estabas ocupada

                en alguien más.

                Siempre vas a estarlo.

                veinte años:

                tomé cuarenta pastillas

                de clonazepam

                y me fui a dormir.

                Tres días después

                el mundo era otra cosa

                y otra cosa

                era

                mi cuerpo flotando sobre él.

                veinticinco años:

                una mujer extraña vino a casa

                bebió lluvia

                y mordió yeso

                dijo que estaba loca

                y que buscaba asilo

                hicimos el amor en el piso

                sobre una manta de tigres

                 le dije que se fuera

                 pero antes de irse

                 me dejó cicatrices extrañas

                 marcas

                 de muerte

                 babosas arrastrándose

                por mi piel.


                treinta años:

                Rimbaud murió más joven.

                Estoy viviendo de más.



Mi impresión del Primer Slam en Salta Capital es muy positiva, dice. “El slam permite una diversidad de voces como pocos eventos pueden. Pude ver lecturas más solemnes o clasicistas, que siempre hay, y también gente que pone el cuerpo a la par del contenido. La ganadora, Fernanda Álvarez Chamale, me parece extraordinaria. Vi buena lectura y un material muy interesante. Para mí, que no conozco a nadie porque no suelo venir seguido a Salta capital, fue una noche muy positiva, muchas personas jóvenes que se limitaban a leer se manera pasiva, pero eso se resuelve con práctica. El slam no es el arte para adentro, sino la exteriorización de la poesía hecha para leerse en voz alta. Además era una buena cantidad, 23 participantes no es poco. Es excelente y a mí me alegra mucho haber participado y haber sido espectador al mismo tiempo”.

                cuarenta años:

                hace dos días

                murió mi madre.

                No me despedí.

                Le cerré los párpados

                con un solo movimiento de arena.

                cuarenta y dos años:

                ahora soy esto

                un agujero negro

                de poco interés

                que resopla en el espacio

                pero más bien

                me siento

                como un astronauta al que se le cortaron las sondas

                y ahora vaga

                sempiterno

                por cada rincón habido y por haber

                esperando que alguna mano

                astral

                me inyecte

               y atrape.

Los cinco que no puedo dejar de leer, por múltiples razones son: BONSÁI, de Alejandro Zambra. MIS DOCUMENTOS, también de Alejandro Zambra. LOS PIBES SUICIDAS, de Fabio Martínez. MIL GRULLAS, de Yasunari Kawabata. Y TRÓPICO DE CAPRICORNIO, de Henry Miller.

Es difícil decidir por cinco libros de poesía, siempre trato de apuntar a los de carne y hueso ya que a los clásicos como Borges y Szymborska los conocemos todos pero también vuelvo a ellos. Elijo: TEMPERLEY, de Patricio Foglia. EL SILLÓN DE MI ABUELO, de Diego Arbit. NEWTON Y YO, de Marcelo Díaz. VIDA EN COMÚN, de Pablo Natale, y OH MITOCONDRIA, de Rita Gonzales Hesaynes.

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