Caso Puccio: Arquímides

06 Sep 2015
Por Osvaldo Aiziczon

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Es difícil pensar que la destrucción construye, pero casos como el del temible psicópata Arquímedes Puccio lo hace creíble. Inscripto en categorías que reiteran las condiciones que necesitan los genocidas para perpetrarse, la adicción al poder lo permite. Así, el camino elegido por este clan psicopático reduce las víctimas a condición de “cosa”, que pueden manipularse despojándolos de su voluntad y también, como en este caso, de sus vidas. Secuestrar, asesinar y cobrar, aprovechando vínculos previos, es el plan de Arquímedes.

Sus primeras “víctimas” son sus hijos, invitados a delinquir por la autoridad perversa del padre, quién auspicia este plan de muerte para asegurar su goce del poder. Esto lleva la familia a la categoría de clan. Arquímedes viene de un vacío vincular. No hay uniones reales, ni sentimientos, ni arrepentimientos detrás de esa fachada social. Y como en el Chapulín Colorado, pero siniestramente, sus movimientos están fríamente calculados. No hay “emoción violenta” en los crímenes sino la tenebrosa frialdad para cometerlos. El poder absoluto a alcanzar propone la inmortalidad como destino.

Quitar vidas, como un dios caníbal que todo lo puede, construye la destrucción que señalábamos al comienzo. Claro, no todos los psicópatas son asesinos. Tenemos abundantes ejemplares asociados con perversos de toda clase. Mejor es alejarse de ellos: la estructura psicopática no se modifica ni se “cura”. Los Puccio son claro ejemplo.

(c) LA GACETA

Osvaldo Aiziczon - Psicoanalista.

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