¿Qué dice la Fiesta del Milagro sobre la sociedad salteña?

Dos especialistas analizan el fenómeno como un hecho total, donde desigualdades y jerarquías se manifiestan como nunca en un mismo tiempo y espacio.

08 Sep 2018

Diversa, desigual, jerárquica, devota, obediente, unificada en las diferencias sociales que la demarcan. Así se muestra Salta durante su Fiesta del Milagro, que a mitad de septiembre condensa y aglomera en un mismo tiempo y espacio -y por única vez en el año- a la totalidad de sus representaciones, a esos que somos durante el resto de los días.

Desde 1692 se la define como una fiesta religiosa, pero hacer el ejercicio de mirarla desde una posición diferente a la del creyente o no creyente permite interrogar a la esencia de la sociedad salteña: ¿qué moviliza a los peregrinos además de la fe? ¿cómo se sostiene la vigencia de esa devoción? ¿por qué está tan profundamente atada a la identidad salteña? ¿es el Milagro nada más que una fiesta religiosa?

Andrea Villagrán, antropóloga, investigadora de la UNSa y autora de “Un héroe múltiple. Güemes y la apropiación social del pasado en Salta”, dice que la mejor forma de que algo no pueda ser reconocido socialmente como político es investirlo de carácter religioso, y después invita a usar microscopios y telescopios, acercarse y alejarse del fenómeno para mirarlo desde otros ángulos.

“La Fiesta del Milagro es política porque construye un orden social. Es un discurso de ordenar cosas desde un sentido amplio y complejo”, agrega, y arrima preguntas. ¿Por qué tiene tanta fuerza social, moviliza lo que moviliza y se vuelve un hecho total que atraviesa todos los ámbitos, reúne todas las dimensiones de la vida y los espacios? ¿Cómo se transformó en eso, qué lo reproduce y hace que cada vez adquiera más fuerza social, a qué coyunturas se ancla para que funcione?

Cartografía de desigualdades

A simple vista, lo primero que muestra la celebración, en su momento cúlmine, es un mapa de las jerarquías en las que la sociedad salteña ordena a sus miembros. Villagrán enuncia esas posiciones desde la escena que se proyecta alrededor de las imágenes cuando son sacadas de la Catedral: en el centro, el Señor y la Virgen, luego un círculo blanco de la cúpula eclesial, luego el poder político, más lejos algunos invitados, después un anillo de policías y más allá, aglutinado y conmovido, el pueblo común, multicolor.

"Está muy clara la jerarquía de organización de la sociedad, es fotográfica. Si uno mira desde arriba cómo están las disposiciones espaciales, son una cartografía de la sociedad salteña, con sus estructuras, sus asimetrías visualmente trazadas hasta en los colores... La sociedad en toda su complejidad, diversidad y jerarquía se representa bajo el predominio de un llamado a la unidad, la hermandad, la homogeneidad. Toda la diferencia está ahí expresada mientras el discurso hace un llamado en otro sentido... Es interesante interrogar a la ceremonia sobre cómo se celebran muchas cosas además de una fe religiosa, que está impregnada de muchas otras cuestiones", agrega.

El miedo original

El culto a la Virgen del Milagro tuvo su origen en el terremoto del 13 de septiembre de 1692, con el miedo y la incertidumbre en la base de la devoción. Telma Chaile, doctora en historia, investigadora de Conicet y autora de "Los cultos religiosos en Salta. Procesos de identidad y relaciones de poder", explica que toda práctica cultural se transforma y, en el caso de la construcción de una devoción, el proceso modifica el sentido original. "En el caso de Salta, se trató de una situación extraordinaria de crisis... Esas situaciones generaban este tipo de respuestas, el buscar un resguardo ante lo que estaba pasando y al mismo tiempo proveyera las prácticas y medios para obtener algún tipo de alivio y explicación", apunta y agrega que la incertidumbre y el temor fueron motores de muchas devociones asociadas a eventos críticos como terremotos o inundaciones. "Esa asociación entre catástrofe, imagen milagrosa y prodigio la encontramos en la historia colonial no solo de Salta sino también otros espacios de América Hispana y andina", dice Chaile.

Cuerpos disueltos

La penitencia como modo de vivir la religión marcó el carácter de la fiesta del Milagro desde sus inicios. "La emotividad, los rostros desencajados, ese sentimiento vinculado a los largos trayectos, a situaciones extraordinarias que implican desplazamientos. Hay una impronta muy fuerte de sacrificio vinculado a lo religioso... El sentido de lo religioso se construye a condición de sufrir, ese sufrir se constituye en una ofrenda y las imágenes del milagro son las receptoras", agrega la historiadora.

"Se vive desde el cuerpo y a través del cuerpo", apunta Villagrán y se detiene en el pacto particular de los peregrinos con las imágenes: dar parte de uno mismo en un intercambio con lo sobrenatural. "Así como le damos comida a la Pachamama para recibir, esa reciprocidad implica dar un poco de los esfuerzos y estar dispuesto a sacrificar cosas personales para que ese pacto se sostenga".

Caminar durante días, hacer sangrar los pies, traspasar los límites del cuerpo y el desdibujamiento de lo individual. "El individuo queda disuelto en la sensación colectiva. La fiesta afirma lo colectivo y anónimo, lo multisensorial", agrega. El peregrino, en condición de tal, tendrá además posibilidad de invertir los roles por única vez, cuando le sea permitido acampar en la plaza central de la ciudad, interrumpir el tránsito con su paso, ser reconocido por ese peregrinar también en su lugar de origen cuando regrese.

Cosas imposibles

Hace un par de años, algunos fieles de la Puna llegaron a la plaza con pancartas en las que pedían por sus tierras. El reclamo, habilitado por el tiempo y la ocasión que lo enmarcaba, dio cuenta de que los ruegos no siempre aspiran a la trascendencia espiritual y muchas veces canalizan necesidades que otras instituciones no pueden evacuar. "La disidencia puede aparecer en apropiaciones particulares de la fiesta... Peregrinar para pedir la tierra y transformar este hecho religioso en un acto de reclamo social. También después de la represión a los docentes en la Noche de las Tizas, los docentes no solo pidieron resguardo a la iglesia para no ser reprimidos, sino que posteriormente hubo una movilización encabezada por las imágenes religiosas. Eso lleva a pensar cuán inscripta está esta práctica socialmente y como habilita a ser empleada ante diferentes situaciones, como la injusticia", dice Villagrán.

-¿Pedir en la Fiesta del Milagro es más efectivo?

Chaile: La Fiesta del Milagro imprime una legitimidad particular al reclamo y le da otro sentido. No es lo mismo pelear por tierra en reclamos aislados que asimilados en estos eventos masivos de gran participación donde están los poderes políticos y religiosos... El milagro es el momento para que emerjan todos estos reclamos en este contexto legitimado. Así como las autoridades visibilizan determinadas posturas ante temas candentes o sensibles, también los que participan encuentran ese espacio para hacer presentes esos reclamos y sentidos.

Villagrán: En ese contexto los reclamos no pueden ser impugnados y tienen una aceptación social que en otra circunstancia no la tendría... El peregrino es recibido con una alfombra en la Catedral y el resto de los días entra y sale sin que importe demasiado el motivo por el que viene a la ciudad o lo que tiene para decir... Los peregrinos no pueden traer la pancarta que dice queremos trabajo, pero hacia sus adentros la necesidad de trabajo, de tierra, las condiciones materiales de existencia están inscriptas en la motivación de esas prácticas. La fe no es en abstracto, la creencia en que ciertas cosas pueden ser transformadas por la intervención de lo sobrenatural... La gente aprovecha los espacios que se le dan para expresar sus reclamos y demandas. Habrá que ver qué pasa este año.

-¿Por qué se sigue celebrando el Milagro en Salta?

Chaile: Las motivaciones pueden ser comunitarias o individuales. No se puede definir solamente desde lo institucional o desde la construcción del poder sino desde lo que significa para el feligrés del común de la población. Las creencias se pueden construir desde la emotividad, no solamente desde el poder hegemónico. La riqueza del milagro tiene que ver que se pueden ver múltiples fenómenos dentro de uno masivo.

Villagrán: Está inscripto en un conjunto de espacios de lo social, de dimensiones. No opera como una esfera aislada ni se autoreproduce, no es una máquina. Hay un montón de engranajes sociales puestos en juego y eso es lo que uno se puede preguntar. ¿Cómo se combinan esos engranajes de manera singular en cada momento, desde el siglo 17 a esta parte, cómo se ata a procesos sociales, desde una provincia que se define a partir de su identificación con patronos religiosos locales... ¿Qué mueve a cada una de estas personas que están decididas a movilizarse y a caminar tantos días para llegar acá? ¿La fe? Pero la fe no está desvinculada del modo en que se experimenta la existencia, de cómo se vive, de las limitaciones, las necesidades, las postergaciones, de la desigualdad. Son todos fieles, pero en condiciones desiguales de existencia y eso, en una sociedad como la salteña, donde ciertos tipos de desigualdades son diariamente reproducidas, se pueden ver todas reunidas en esta gran celebración. Toda esa diversidad, esa heterogeneidad y esas jerarquías están expresadas ahí.

Comentarios