“La salteñidad es una ficción, una mentira eficaz”

El filósofo Hernán Ulm reflexiona sobre la actualidad del campo artístico. “Cuando te dicen que sos un intelectual es porque hiciste algo mal”, dice.

25 Jun 2016
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La última vez que pasó por la redacción de LA GACETA el filósofo Hernán Ulm estaba ultimando detalles organizativos del cuarto coloquio de arte contemporáneo. Fue en mayo, y el Museo de calle Zuviría se llenó de “Los caballeros de la noche”. Un gesto provocador, una forma de desacralizar ese espacio. “Nos parece importante mostrar que el arte no es algo sagrado, sino que también es esa transgresión”, dijo el encargado de las cátedras de Estética e Historia del Arte de la Universidad Nacional de Salta. Fue una buena excusa para mantener esta charla:

- Recién cuando mencionabas la actividad en el museo, hablabas de la importancia de vincular el arte a lo festivo, una manera de ir en contra de esa asociación entre el arte y lo aburrido...

- Claro. Sí, el arte como algo para mirar, o escuchar, y lo queremos vincular a este aspecto festivo.

- ¿Cómo y por qué se hace esta unión de arte como sinónimo de algo aburrido?


- Creo que toda institucionalización resulta aburrida. Como en la facultad, estudiar parece aburrido. Parece que para que sea bueno, debe ser aburrido. Vivimos en una cultura en lo que lo festivo no forma parte de lo positivamente valorado en el arte. Creo que también es una herencia decimonónica, en donde el arte es una cosa sagrada, en donde un cuadro debía ser respetado de una forma y no se podía acceder a él. Hoy el arte una de las cosas que hace es romper esa barrera y permitir un acceso diferente a la experiencia estética. Y el coloquio tiene que ver con eso, con pensar el arte, a partir de un modo diferente de acceder a las experiencias estéticas.

- ¿Cuál es la urgencia de pensar el arte?

- La cuestión del arte nos interpela ahora porque las categorías con las que pensábamos lo que era el arte hasta hace 60 años atrás no tienen vigencia. El arte hasta inicios del siglo estaba destinado a resaltar distintos cánones estéticos, a través de la elaboración depurada de un estilo. Esa forma de pensar el arte como consagración de valor estético no tiene sentido hoy, eso es lo que nos interpela desde el arte hoy, que no sabríamos tal vez cómo definirlo actualmente. Pero hay otras formas de definir el arte, y eso es un poco lo que pretende este coloquio, mostrar que el arte, más allá de las cuestiones de gusto, es una práctica que cuestiona nuestra sensibilidad, cuestiona nuestra experiencia sensible del mundo... Creo que el arte tiene que ver con romper los estereotipos de nuestra sensibilidad, es desaprender, o entender que mirar no es algo normal, algo natural y el arte está trabajando eso, en los modos en que se configura nuestra sensibilidad cotidiana y en la forma de transgredir esa sensibilidad cotidiana. Eso es lo que nos interpela hoy del arte.

Lo que el arte nos interpela no es por expresar valores como bonito, feo, etc., sino por cuestionar nuestros modo sensible de apropiarnos del mundo y eso me parece interesante de la experiencia estética del arte contemporáneo.



- ¿Cómo se reconforman los conceptos de arte y de artista en este momento en que todos podemos hacer fotos, todos producimos videos, y todos se creen artistas?


- Creo que no hay dudas en la lucha en ese sentido. A mí me gusta dar una definición clara de arte: es la lucha contra el estereotipo. Hay arte y hay artista cuando alguien lucha contra el estereotipo. Podemos tener millones de cámaras y millones de personas sacando fotos y luego lo que hacen es repetir el mismo gesto, una repetición del lugar común. Entonces la proliferación o el abaratamiento de costos en término de tecnología, impresión, o demás, no garantiza una proliferación de objetos artísticos, todo lo contrario, garantiza la proliferación del lugar común, de la recepción. Un tipo que tiene una cámara en su celular puede o no ser artista en la medida en que coloque su cámara en un punto totalmente excéntrico, inesperado, si no, no hay arte. Hay mucha gente sacando foto, pero no hay arte fotográfico.

- Vos tenés una especialización en Deleuze, en cine. ¿Seguís yendo a ver películas pochocleras? ¿Vas a ver Piratas en el Caribe 3?

- También está bueno ir a divertirse cada tanto, no hay que ser tan serio. Pero claro, esos son lugares comunes. Esas imágenes no hacen más que repetir. Uno sabe que ha ido a ver una película de esas cuando termina y uno tiene ganas de tomarse una Coca Cola. La película era comercial, repetía el lugar y salís de ahí con ganas de comer un pancho y una coca. La película estaba hecha para eso. No estaba hecha para que vos salgas de la cotidianidad. Tiene el objetivo de que salgas a tomar una coca y lo logran. Están bien hechas, te hacen desear eso. Pero eso no es arte. Que sean películas no quiere decir que sean arte. Por eso me parece importante definir arte. Así como hay muchas fotos y no son artísticas, hay muchas películas y no son artísticas y repiten un lugar común y a nosotros los espectadores nos dejan sin ninguna inquietud.

- Es un lugar tranquilizador...

- Son conservadoras. Esa tranquilidad es conservadora. Nos sentimos bien, nos sentimos tranquilos, la película no nos incita a cambiar nada. Entonces esas películas son conservadoras, como todos los estereotipos. Los estereotipos son algo que tenemos que combatir porque son políticamente conservadores. Y el arte, en la medida en que rompe con eso, es no conservador, no sé si decir progresista, que es una palabra tan fea, pero no es conservador. Entonces una película como Piratas del Caribe 3 tiene éxito porque no te inquieta. La pasás bien, te divertís, y nada más. Pero no es arte. A mí me gusta insistir mucho en eso: la importancia de tener una definición de arte que ya no sea la vieja definición de la belleza y de los valores, etc. Si no una definición más política: arte es lo que modifica la sensibilidad, lo que atraviesa nuestros modos cotidianos de percibir el mundo. Miles de chicos pueden filmar sus cortometrajes y subirlos a YouTube, y tampoco los convierte en artistas. Creo que solo se transforma en artista el que puede modificar algo el modo percibir y hacernos percibir el mundo que nos rodea.

- Y eso es algo que no se puede definir con un “me gusta” a lo Facebook. Que te pregunten si te gustó o no, sería lo de menos…

- En las clases sobre cine siempre digo: cuando salís de una sala, la peor pregunta que te pueden hacer es qué te pareció. Si la película fue mala, ya está, fue mala, pero si la película es buena, qué vas a decir… me gusta o no me gusta se puede decir de Piratas del Caribe, pero no de una película de Lucrecia Martel. Son experiencias estéticas que cortan, fracturan, que quiebran esa unidad de sentido con la que uno había ido a verlas. Entonces no sé si me gustó o no me gustó, eso ya no dice nada de la película. Si yo puedo decir que me gusta o no me gusta, entonces eso no es arte porque me dejó en el mismo lugar en el que ya estaba.

- Vos sos un actor dentro del arte salteño, ¿cómo se reconfigura el arte salteño en este contexto? Yo por un lado veo esta idea de “lo salteño” o “salteñidad” y por otro lado el contacto ineludible con el mundo.

- Creo que este momento del arte está bueno. No conozco chicos jóvenes que estén haciendo cosas, o por ahí habrá otros circuitos que no conozco… lo que no hay ya es un sentido de localidad. Lo local es un resultado de un intercambio con eso que excede a lo local mismo. Está bueno que no haya más una identidad local del arte, que era bastante conservadora. Por un lado llegó mucha gente de afuera, eso se nota, se ve. Se instalaron en Salta, y para bien o para mal (no hablo de la calidad estética) sí modificó el modo de hacer cosas, el modo de presentar las cosas. También es interesante el movimiento del video y el cine. En Aras, por ejemplo… está Daniela Seggiaro, Bárbara Sarasola Day, Santiago Álvarez, Facundo Larroux, es gente que se mueve, hace cosas y cuya mirada excede lo local. Creo que los que trabajamos con nuevas tecnologías no podemos seguir pensando localmente, no se puede hacer eso

- La idea de salteñidad no ayuda...


- La salteñidad es una ficción, una mentira… una mentira útil, es eficaz (que sea mentira no quiere decir que no sea eficaz) pero no es nada más que eso, una eficacia de sentido. Sirve, es cómodo, es otro estereotipo, cómodo, pero para no tener que pensar otras cosas. La idea de salteñidad… ponés los gauchos de un lado, las sombras de los gauchos por un lado cuando entrás desde Güemes y estás en la salteñidad; pero si vas a un barrio, o a una zona periférica de Salta, vas a ver que eso no existe.

- ¿Hay, entonces, una relación entre arte y política, en el sentido en que el arte destruye mitos…?

- Sí, el arte destruye mitos y crea otras fábulas. Seguramente rompe con esa mitología de una identidad pura. Lo de Transarte tiene que ver con eso: la muestra fotográfica está relacionada con eso. Con el fotógrafo hablábamos de cómo romper todas las formas de la identidad, que ese sería el principio político más importante del arte. Hay que romper con las formas de la identidad, porque no te permiten ser otra cosa: ah, sos salteño, entonces coqueás, te comés las eses y comés empanadas con vino. Es una estupidez. ¿A quién le interesa, además, ser salteño? Es como que alguien se preocupe por ser londinense.

- ¿Qué pasa en el arte cuando surgen tipos como Godard y dicen yo no quiero hacer cierto tipo de cine y hace algo totalmente disruptivo. ¿Termina siendo apropiado por una minoría?

-Sí, es un riesgo convertirse en un intelectual, es un riesgo porque uno queda reducido a un gueto. Cuando te dicen que sos un intelectual es porque hiciste algo mal; estás haciendo algo mal. Porque parece que es un señor serio, aburrido, que se sienta a pensar y desde alguna mística resuelve problemas que para el común de la gente serían insolubles. El problema de las disrupciones, es que quedás tan outsider, que tu obra no tiene ningún impacto porque resulta incomprensible; o sos reducido a esa figura intelectual, que a Godard le pasa, un cine de intelectuales, al mal llamado cine arte. Creo que ahí hay que estar atento a dónde se hace la disrupción. Uno no hace disrupciones en el vacío. Uno no tira tableros al aire sin saber quién está sentado a la mesa… cuando uno patea el tablero uno sabe quiénes son los jugadores que están ahí. Me parece que esa es una experiencia que uno tiene que aprender. Que una disrupción se hace teniendo bien en claro en qué se rompe o qué se está rompiendo o frente a qué se hace esa disrupción. Pero pasa con Lucrecia Martel también… volviendo a lo de antes: gente diciendo esto no es salteño, cómo va a mostrar Salta de ese modo, hace quedar mal a Salta, como si Salta fuera una entidad que queda mal por la película de Lucrecia Martel… bueno yo creo que ella ahí sí sabe con qué está jugando y lo hace bien, me parece perfecto. Godard también lo hace pero cada vez es más reducido a esa figura del artista intelectual que tal vez en un punto a él le gusta, pero me parece riesgosa, en el sentido en que el efecto político de la obra se pierde.


¿Cómo hace alguien que está en la universidad para no convertirse en un intelectual?


- Y sale de la universidad. Hay que salir. La universidad es un lindo lugar para irse (se ríe). Creo que también lo que intentamos hacer con el grupo de investigación es abrirnos a experiencias que están por fuera de la universidad. La universidad tiene que estar cada vez más extramuros, estar saliendo fuera de sí misma. Es la universidad la que tiene que salirse de sí misma, es fácil abrir la puerta para que otros entren y se conviertan en lo que yo ya soy (el intelectual aburrido), me parece que el desafío es abrirnos hacia lo de afuera, hacia lo que no somos nosotros. Y eso, en mi caso particular, significa abrirme hacia el cine, a otras experiencias estéticas, dando cursos para gente que no es de filosofía porque los chicos te ponen a pensar cosas que no habían pensado y ni podías pensar… el problema del intelectual académico es esa endogamia en la cual él ya sabe las respuestas a todas las preguntas porque es él mismo el que se pregunta… en un seminario para gente que no es de filosofía te hacen preguntas que vos jamás te las podías haber hecho. No solo que no la esperabas, sino que sos incapaz de hacerte esa pregunta porque estás tan cómodo, es tan obvio para vos todo dentro de un aula o dentro de un grupo de investigación, que esas preguntas ya ni las podés formular. Lo importante es que la universidad pueda salir, no que la gente entre. Esa es la clave que nuestro grupo de investigación lo mantiene activo.

5 libros que recomiendes

Cualquiera de Antonio di Benedetto. Pero poné Zamma, así la gente va a ver la película de Martel. Cualquiera de Borges. La cuarentena, de Le Clézio. Clarice Lispector me gusta mucho. El palacio de las blanquísimas mofetas, de Reinaldo Arenas. Es un golazo.

5 películas

Crónica de un niño solo, de Leonardo Fabio, La ciénaga de Lucrecia Martel, Andrei Rublev de Andréi Tarkovski; El proceso, de Orson Welles, y cualquiera de Buster Keaton.

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