“En el país siempre se pensó a la cultura como un gasto y nunca como una inversión”

El productor teatral y diputado del espacio de Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires reclama apoyo a los grupos independientes, con tarifas diferenciadas en servicios.

19 Jul 2016
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COMIENZO A CORTA EDAD. Javier Faroni produce espectáculos desde los 16 años. A los 44, alerta sobre el cambio de gustos del público teatral.

A los 44 años, Javier Faroni está consagrado como uno de los principales productores teatrales del país, en un escenario nacional cambiante y con problemas estructurales, pero al que apuesta con energía. De paso por Tucumán, advierte en diálogo con LA GACETA que “hay un nuevo público, cambió el consumo”. “El teatro tiene olas, hay épocas en que la gente quiere ver revistas; en otras, comedia o drama”, señala.

- ¿Qué motiva estos cambios?

- A ese mar cultural lleno de olas, actualmente, lo está cambiando un nuevo esquema de teatro, un nuevo actor que modifica tanto el contenido como el público: hoy las redes sociales ocupan un rol fundamental y concreto. En Buenos Aires no hay menos de una docena de espectáculos de stand up que se mueven por las redes y que llenan las salas donde se presentan, con 400 o 500 localidades. A mi espectáculo “El otro lado de la cama” van 2.500 personas por fin de semana, y todo con un fenómeno por las redes con Facebook y Twitter, porque cada protagonista (actúan Nicolás Vazquez, Gimena Accardi, Benjamín Rojas y Sofía Pachano) tiene 10 millones de seguidores. No puse una gota de publicidad clásica. Me resulta más redituable poner avisos en los sitios de Internet de los propios diarios que en el papel, porque segmento el público al que me dirijo.

- ¿Ese fenómeno se reproduce en todo el país?

- Sí, y en Tucumán se lo puede comprobar con la venta de entradas para “Canciones de la granja” (se presentará el 7 de agosto en el teatro Mercedes Sosa), un espectáculo que no está en la televisión abierta ni de cable, sino que tiene su canal por Youtube que es el más visto en la Argentina. Tengo un elenco en la avenida Corrientes y otro en gira.

- ¿Te condiciona en tanto productor?

- Mucho. Como productores tenemos que ir generando el cambio y adaptándonos a él al mismo tiempo. Por ejemplo, estoy por estrenar una comedia francesa, “El canasto”, dirigida a un público de entre nueve y 17 años. Antes, en el teatro no lo podías direccionar tanto, porque tenías obras para chicos y para grandes y este grupo etario no tenía qué ir a ver. Me puedo sentar y pedir la vieja comedia al estilo de Neil Simon, pero te come vivo. Si no cambiás el estilo y el contenido, no vas a tener público. La gente pide algo innovador, inteligente, donde el humor va por otro lado y es particular, y por eso estrené “Como el culo”, que es para toda la familia y cuya única mala palabra está en el título.

- ¿Está entrando mucho más la dramaturgia europea?

- Sobre todo el humor absurdo y negro británico y francés, en decadencia de otros como la revista porteña. Pero podemos tomar cualquier texto y hacerlo con toques locales, que responda a la cultura histórica nuestra. El nivel artístico que tenemos es para sacarse el sombrero, con un alto material humano en actores y directores del ámbito independiente que no hay en ninguna otra parte del mundo.

- En este momento, los independientes la están pasando mal.

- Estoy sumamente preocupado con lo que está haciendo el Gobierno con las tarifas porque, si bien nos pega en los bolsillos a todos, a lo que más afecta es a los teatristas independientes. En mi caso, es un negocio; pero para otros es una forma de sobrevivir. Pasaron de pagar $ 2.000 la luz a $ 15.000 cuando cobran $ 150 la entrada y no buscan ganar plata sino que lo hacen por amor al arte. Deberían haber generado una tarifa especial para este sector, que es la cuna del teatro. Además, su consumo de energía es fuera de los horarios pico. Lo mismo con las fortunas que gastan en gas y en agua, pese a que usan poco.

- ¿Qué está pasando en el resto de América Latina?

- El teatro también cambió mucho en Brasil y en Perú. Montevideo tiene una linda cartelera, pero mucho local. Pero en Estados Unidos no hay cosas nuevas, como sí lo hay en Alemania.

- ¿Está atrasada la dramaturgia argentina en el surgimiento de nuevos autores?

- No, creo que se vivió una época de gloria al salir de la dictadura o en los 90. Eso retrasó a algunos autores que hoy están naciendo, como José María Muscari o Javier Daulte, que también dirigen y que son muy valorados en el resto del mundo. Los derechos de autor extranjeros no son baratos, es un costo importante para el ámbito no comercial que tiene previsto hacer 10 funciones. Tenés que pelear con agencias de todo el mundo, y Argentores debería ayudar al respecto y tener un rol más importante del que tiene para facilitar trámites.

- No se puede discutir el gusto del público, pero ¿lo entendés?

- No trato de entenderlo ni necesito hacerlo, trabajo para la gente. Yo no produzco lo que me gusta, sino lo que la gente quiere ver; si además es lo que me gusta a mí, grito bingo. No se discute el éxito, lo que elige la gente al comprar una entrada. Mi diagnóstico para producir una obra lo hago según los movimientos y cambios teatrales que se van produciendo en cada plaza. Puedo estrenar un género en Buenos Aires, otro en Mar del Plata y algo distinto en Carlos Paz. Incluso me puedo comer un fracaso con tal de que se vaya instalando algo.

- ¿Cómo te asegurás un éxito?

- Hago más fracasos que éxitos, sin duda. Para el productor pasa por un fracaso económico que no siempre está ligado con que vaya o no gente, pero no los sufro. En cambio, para el artista es más allá de lo económico, porque está más comprometido y le pega mucho en lo afectivo. Mi mayor éxito es haber producido 400 obras en 20 años, que es lo que amo. Vivo leyendo teatro y me genera adrenalina empezar a armar un espectáculo. Yo invierto en comprar los derechos de las obras, y a veces están tres o cuatro años sin montarla. Muchísima gente vive de mi productora y si me va mal es una apuesta, compenso con la otra, porque tengo 10 puestas al mismo tiempo. En este verano fue una temporada muy mala en Mar del Plata, con 24% menos de entradas vendidas, lo que demora mucho el armado de lo que va a venir para 2017, sobre todo en estrenos.

- Respetás al artista...

- Vivo de ellos, produzco porque están ellos y los actores me bancan a mí. Tenemos que convivir toda la vida, pero en la currícula de la formación del actor no figura una materia que enseñe cómo relacionarnos. A mi criterio, lo peor que puede hacer el actor es meterse a producir, se le quema la cabeza y se funden. Son complementos, no rivales. Estoy de acuerdo con que exista una ley del actor, pero no se la consensuó bien al aprobarla. Ya fue reglamentada y entra en vigencia plena, sin perjudicar a la actividad.

- ¿Por qué no hay productores en el interior del país?

- Porque no es fácil serlo. Tenés que amar la producción, y ser productor las 24 horas. Todo el mundo cree que se mete en este trabajo y gana plata de inmediato, y el que pierde desaparece enseguida. La decisión de que vaya el público no depende de vos. Yo entré de casualidad en esto, a los 12 años, cuando me crucé con Carlos Calvo en la rambla de Mar del Plata, adonde había ido a vivir poco antes con mi familia porque nací en General Roca, en el interior de Córdoba. Yo iba con mi abuela, ella le pidió entradas y le dio dos. Nunca había pisado un teatro y pedí ver la obra de atrás, entre bambalinas, y me reventó la cabeza. Luego volví todas las funciones desde la mañana, porque me iba a hablar con el boletero y así me hice su amigo. Durante el invierno me relacioné con todos los boleteros y al año siguiente, para la temporada de verano, me pasaban a mí cuánto vendía cada obra y yo le llebaba los datos a Carlín y él se los refregaba a los otros elencos. Nunca se enteraron de que yo las recogía, y pasé a ser fundamental.

- ¿Cuándo desembarcaste en Buenos Aires?

- A los 16 años me ofrecieron hacer la producción ejecutiva de “Tango tango”, con Roberto Goyeneche, Atilio Stampone, Norma Pons, Juan Carlos Copes y María Nieves, y me fui con la condición de mis padres de que termine el secundario. Y en 1991, a los 19 años, produje mi primera obra, “El zorro” en el Maipo, un infantil con Pablo Rago, Diego Torres, Favio Posca y Fabián Gianola, y que fue mi primer fracaso porque estaban Las Tortugas Ninja en el Luna Park. Veíamos pasar a los pibes y ninguno fue a vernos.

- ¿Qué te permite la fragmentación etaria del público?

- Construir un público joven de 30 años para abajo, que nunca lo tuvimos y es lo más difícil de lograr. Es fundamental, porque una vez que entraste al teatro y saliste satisfecho, no te suelta más. Podés modificar tu gusto, pero volvés.

- ¿Qué puede hacer el Estado en esa construcción?

- Como diputado provincial de Buenos Aires por el Frente Renovador de Sergio Massa, quiero sancionar una ley para que sea obligatorio que los alumnos, desde el jardín de infantes, vayan una vez al mes al teatro, para que comiencen a consumir cultura, porque en este país siempre se la pensó como un gasto y nunca como una inversión. Ir a la Casa Histórica o la maravilla que hicieron con “Tina” también es consumir cultura, lo mismo que Pepe Soriano o “Canciones de la granja”, porque depende del gusto de cada uno. Todos pueden convivir.

- ¿Por qué decidiste ser político?

- Por qué no. A mí me va bien en mi trabajo y no me gustaba cómo estaban las cosas, así que quise tomar un rol más activo. Tengo una relación personal con Sergio de hace mucho tiempo y me invitó. Hoy lleva mucho tiempo de mi vida y estoy fascinado porque se pueden hacer muchas cosas, como sancionar una ley de mecenazgo con incentivo fiscal para proyectos sin fines de lucro; otra para la actividad coral; la de museos y la de orquesta juvenil. Y para Tucumán, me gustaría que haya alícuota cero en Ingresos Brutos en el Bicentenario.

- ¿Qué opinás de la política cultural nacional?

- Fue cero. No hubo ninguna gestión cultural. Puedo estar de acuerdo o no con lo que hizo el kirchnerismo, con que haya gastado fortunas en telenovelas, pero gestionó y usó la cultura para vender una labor de Gobierno. Políticamente resolvió algunas cuestiones. Pero en esta gestión nacional no veo todavía nada.

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