¿Por qué es tan mala la corrupción?

Los negocios privados de Trump crecen con su presidencia

03 Dic 2016
1

EMOLUMENTOS. Donald Trump ya recibe favores personales por su posición. REUTERS

Paul Krugman - The New York Times

¿Se recuerdan los reportajes informativos que sugieren, sin evidencia, que la recaudación de fondos de la Fundación Clinton creó conflictos de interés? Bueno, ahora, el hombre que se benefició de todos esos rumores se dirige a la Casa Blanca. Y ya nos dio una lección, objeto sobre cuál es el verdadero aspecto de los conflictos de interés, mientras los gobiernos autoritarios de todo el mundo colman de favores a su imperio empresarial.

Claro que Donald Trump podría estar rechazando estos favores y separándose, junto con su familia, de sus hoteles y así sucesivamente. Sin embargo, no lo está haciendo. De hecho, está utilizando, en forma abierta, su posición para fomentar su negocio. Y sus primeros nombramientos indican que no será el único que utilice el poder político para amasar riqueza personal. Las autocontrataciones serán la norma durante su gestión. Estados Unidos acaba de entrar en una era de corrupción que no tiene precedente.

La cuestión que es necesaria plantear es por qué importa. Una clave: no se trata del dinero, sino de los incentivos.

Cierto que podríamos estar hablando de mucho dinero -hay que pensar en miles de millones de dólares-, no sólo en millones, tan sólo para Trump (razón por la cual su promesa de no tomar su salario es una broma pesada).

Sin embargo, EEUU es un país muy rico, cuyo gobierno gasta más de cuatro billones de dólares al año, así es que los saqueos a gran escala equivalen a un error de redondeo. Lo que importa no es el dinero que se queda pegado a los dedos del círculo interno, sino lo que hacen para llegar al dinero y las malas políticas que resultan de ello.

Normalmente, la política refleja cierta combinación de practicidad -¿qué funciona?- e ideología -¿qué encaja con mis ideas preconcebidas?- Y nuestra queja recurrente es que, con demasiada frecuencia, la ideología anula a la evidencia.

Sin embargo, ahora vamos a ver un tercer factor poderosamente en acción: ¿Qué políticas públicas pueden monetizar los funcionarios, entre los que, absolutamente, está incluido el hombre de hasta arriba? Y el efecto será desastroso.

Empecemos en forma relativamente reducida, con la elección de Betsy DeVos como la secretaria de educación. Tiene afinidades evidentes con Trump: su esposo es un heredero de la fortuna que se creó con Amway, una compañía a la que se ha acusado de ser un plan fraudulento y que, en el 2011, pagó 150 millones de dólares para arreglar una demanda colectiva. Sin embargo, lo que es asombroso es su tema característico, los vales escolares con los cuales se les da dinero a los padres, en lugar de que sus hijos reciban educación pública.

Cayó la calidad educativa

En este momento existe mucha evidencia sobre qué tan bien funcionan en realidad los vales educativos y, básicamente, es condenatoria. Por ejemplo, inequívocamente, con el extenso plan de vales del estado de Luisiana se redujeron los logros de los estudiantes. Sin embargo, los defensores de los vales no aceptan un no como respuesta. Parte de ello es por la ideología, pero también es cierto que los vales podrían, al final, llegar hasta las instituciones educativas con fines de lucro.

Y la trayectoria de la educación con fines de lucro es verdaderamente terrible; el gobierno de Obama ha estado aplicando medidas enérgicas en contra de las estafas que infestan al sector. Sin embargo, las cosas ahora serán diferentes: las acciones en el sector de la educación con fines de lucro aumentaron mucho después de las elecciones. ¡Dos, tres, muchas universidades Trump!

Al seguir adelante, he escrito sobre el plan de infraestructura de Trump, en el que, por ninguna razón evidente, se involucra una privatización generalizada de los activos públicos. Ninguna razón obvia, o sea, excepto por las enormes oportunidades que se abrirían para el amiguismo y la especulación.

Lo que es verdaderamente aterrador es el impacto potencial de la corrupción en la política exterior. De nuevo, los gobiernos extranjeros ya están tratando de comprar influencias, contribuyendo a la riqueza personal de Trump y él se alegra con sus esfuerzos.

En caso de que se pregunten, sí, esto es ilegal; de hecho, inconstitucional, una clara violación de la cláusula sobre emolumentos. Sin embargo, ¿quién va a hacer cumplir la Constitución? ¿Los republicanos en el Congreso? No sean tontos.

Destrucción de las normas democráticas aparte, hay que pensar en la inclinación que este soborno “de facto” le dará a la política estadounidense. ¿Qué clase de régimen puede comprar influencia enriqueciendo al presidente y a sus amigos? Respuesta: solo un gobierno que no adhiere al imperio de la ley.

Hay países y países...

Solo hay que pensar en esto: ¿podrían Gran Bretaña o Canadá cortejar al gobierno entrante, condonando regulaciones para promover los campos de golf de Trump o dirigir el movimiento hacia sus hoteles? No; esos países cuentan con prensa libre, tribunales independientes y normativas diseñadas para prevenir, exactamente, ese tipo de comportamiento impropio. Por otra parte, algún lugar, como la Rusia de Vladimir Putin, fácilmente puede canalizar vastas sumas al hombre a cambio de, por decir algo, el retiro de las garantías de seguridad a los Estados bálticos.

A uno le gustaría esperar que los funcionarios de seguridad nacional le estuvieran explicando a Trump exactamente cuán destructivo sería permitir que las consideraciones de negocios impulsen a la política exterior. Sin embargo, los informes dicen que Trump apenas si se ha reunido con ellos, y se ha negado a recibir los resúmenes informativos que son normales para un presidente electo.

¿Entonces, qué tan malos serán los efectos de la corrupción en la era de Trump? La mejor conjetura es peor de lo que es posible imaginarse.

Comentarios