Entre 20 y 25 niños llegan con deshidratación al hospital de Santa Victoria Este

El nosocomio se ve saturado de pacientes con vómitos y diarrea severos, y solo dos médicos están a cargo.

19 Ene 2017
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Foto Archivo La Gaceta

Diariamente, el hospital de Santa Victoria Este llega a internar “entre 20 y 25 niños por día, con cuadros de deshidratación”, y solo dos médicos están a cargo, según cuenta la gerente del nosocomio Marcela Quispe, en una entrevista a LA GACETA.

“Estamos saturados”, manifiesta la médica, que recientemente vio morir a dos pequeñas niñas pertenecientes a comunidades originarias de la zona.

Jazmín Chico, de El Cañaveral,  y Silvina Juárez, de Misión La Paz, ingresaron al servicio de salud en estado crítico, con cuadros severos de deshidratación, según la información oficial.

Jazmín tenía 1 año y 7 meses cuando murió, el lunes pasado, luego de sufrir vómitos, diarrea y un shok hipovolémico severo (pérdida grave de sangre o líquido hace que el corazón sea incapaz de bombear suficiente sangre al cuerpo).

Silvina, en tanto, era una beba que nació en el hospital con problemas respiratorios. Fue diagnosticada con bronquiolitis y deshidratación. Y pasado un poco más del mes de vida, la niña murió. Se había gestionado el vuelo sanitario para trasladarla a Tartagal, pero falleció antes de poder efectuarse el operativo, según Quispe.

Estas dos muertes se suman a las cuatro que se registraron en el mismo municipio durante el mes pasado. ¿Qué pasa? ¿A qué se deben?

“Calor. Hacinamiento. Y falta de agua. Son los factores que se conjugan, como en todo el Chaco salteño”, dice la gerente, la misma que relata tener el hospital saturado de casos de deshidratación.


Quispe asegura que la situación en la zona es complicada, que ya solicitó agua potable a Aguas del Norte, y que el intendente lo sabe, pero siente que no puede hacer más que brindar atención a sus pacientes.

“Lo que nos queda es atender y que no se nos mueran los chicos”, dice, al tiempo que describe el contexto en el que trabaja: “hace muchísimo calor”; “llegamos a los 55°C (de sensación térmica)”; “muchos viven a 70 u 80 km de distancia”; “atendemos a muchos pueblitos de bajos de recursos económicos”, y “con una idiosincrasia complicada, en la que persiste el curanderismo”.

“Hay gente que no tiene qué comer a pasar de las donaciones y los bolsones que reciben. Tienen muchas carencias y por eso hay bajo peso. Cuando salimos a hacer atención en terreno, le llevamos alimentos, educamos. Tratamos de evitar la desnutrición y, a pesar de todo, no se la puede erradicar”, relata la médica, quien hace siete años vive en el lugar.

A este hospital responden varios puestos sanitarios para los que, según Quispe, se necesitarían “por lo menos 10 médicos, uno para cada uno”. Pero asegura que es difícil muchas veces que un profesional se adapte y se quede en el lugar. “Están 15 días y se van; ningún puesto tiene médico”.

La gerente explica que se trabaja mayormente con enfermeros y agentes sanitarios, de los cuales varios ya tienen más de 20 años de antigüedad y son de la zona.

“Para mi es triste saber que un chiquito falleció y que un pobre enfermero llegue (al hospital), después de 70 km, re mal porque se murió un niño, se siente mal. Esto nos ocurre y lastimosamente hay que aceptar. Pero hay que seguir haciendo educación sanitaria”, concluye.


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