Un exorcizado contó en Salta cómo es sufrir una posesión demoníaca

Uriel Arroyo vive en México, y llegó a Salta para contar sus vivencias. “A veces veo personas y no son personas, veo almas”, afirma.

19 Feb 2017
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Imagen ilustrativa tomada de http://peliculasdeexorcismos.blogspot.com.ar

“Para muchos soy un loco”, sostiene con un acento claramente mexicano Uriel Arroyo, de 36 años, quien llegó a Salta para compartir su vivencia sobre exorcismos.

Hace cuatro años y medio, Arroyo conoció al padre Ricardo Coll, salteño radicado en el país centroamericano y miembro fundador de Los Apóstoles del Inmaculado Corazón de María, un instituto Clerical de vida contemplativa con apostolado a cargo que pertenece a la Iglesia Católica.

En la pequeña capilla de la Vicaría San Luis de la Candelaria, que se encuentra sobre la ruta nacional 51, se hizo una convocatoria cuyo tema principal fue el exorcismo.

En pleno siglo 21, y tras siglos de discusiones en el seno del catolicismo, esta práctica encuentra adeptos y detractores. El mismo hombre que afirma estar poseído manifiesta que le gustaría “que la Iglesia acepte nuestra condición”, haciendo referencia a las personas que están poseídas.

El avance de la ciencia en disciplinas como la psicología y la psiquiatría no ha podido explicar algunos fenómenos como las posesiones demoníacas, y el instituto que dirige Coll en México se muestra como una respuesta religiosa a ciertos acontecimientos.

Pero, ¿de qué se trata esto?

¿Qué es un exorcismo?

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, se habla de exorcismo “cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su dominio”.

Se trata de una práctica muy antigua en la que a través de la oración se libera del “poder de algún demonio” a una persona o cosa.

En este sentido, la Iglesia pretende distinguir una posesión de alguna enfermedad psiquiátrica y en el mismo documento afirma que “muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica”.

Asimismo, la institución religiosa sostiene que “por tanto, es importante, asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de una presencia del Maligno y no de una enfermedad”.

¿El Papa Francisco fue filmado durante un exorcismo?

En mayo de 2013, a pocos meses de que Jorge Bergoglio asumiera como Papa de la Iglesia Católica se produjo un confuso hecho del que muchos afirmaron que se trataba de un exorcismo.

Luego de una misa en Pentecostés, el Papa Francisco se acercó a dar la bendición a un grupo de personas en silla de ruedas. Al acercarse a un hombre, el sumo pontífice se detuvo un tiempo mayor a lo habitual, le impuso las manos sobre su cabeza y comenzó a rezar. Lo que sorprendió fue la reacción del hombre y de los custodios del Papa.

Luego, desde el Vaticano salieron a aclarar que este episodio no se trabata de un exorcismo sino de una oración “por una persona que sufría y le fue presentada", según aclaró después Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede. Pero el hecho no dejó de generar dudas y controversia, ya que según afirmó el sacerdote que presentó este hombre al Papa, en ese momento le dijo a Francisco: "Santidad, esta persona necesita su bendición. Le han visto 10 exorcistas, le han hecho más de 30 exorcismos y los demonios que lleva dentro no quieren salir".

 

El caso de Uriel

“El hombre siempre anda en búsqueda de algo”, comienza el relato de Uriel, quien a simple vista parece pacífico y divertido, ya que entre frase y frase tira alguna que otra broma.

La imagen enorme de un Cristo crucificado le da más solemnidad a la exposición de este hombre que afirma que “un ente habita en mí”. Según relata ante decenas de personas que abarrotaron la pequeña capilla de San Luis, Uriel tuvo 60 exorcismos en un solo mes.

Todo empezó hace cinco años luego de varios intentos de suicidios, problemas con el consumo de alcohol y de drogas, y una agresividad descontrolada. Uriel fue criado en el seno de una familia católica y trabajadora, pero a los 11 años comenzó a consumir bebidas alcohólicas y a probar marihuana.

Luego se acercó al universo de la música y a formar bandas de rock donde generalmente tocaba la batería. Fue papá por primera vez a los 18 años, pero su vida pasaba más entre shows y podía pasar varios días sin dormir. “Llegué a tomar un barril de 60 litros de cerveza yo solo, tomaba whisky y vodka a diario. Hasta tuve un infarto por sobredosis”, dice Arroyo.


El infierno en el cuerpo

El rockero empezó a tocar fondo cuando su mismo entorno le advirtió de sus excesos. “Hace cuatro años y medio me fui de gira con mi banda de rock por Cancún, estuve una semana sin dormir y estaba en perfecto estado, ahí mis amigos me dijeron que busque ayuda”, recuerda Uriel.

Así fue que se acercó a chamanes, a la masonería, y hasta a un grupo de alcohólicos anónimos, pero en ningún lado parecía encontrar respuesta. El hombre recuerda que una vez durante una actividad del grupo de autoayuda, una señora comenzó a rezar por él, y su respuesta fue darle un golpe en la cara. 

El infierno comenzó cuando una noche despertó con los brazos cortados, desnudo, mojado y bajo una horca colgada en el techo de su casa. “Sentía que una fuerza externa me empujaba a colgarme de ahí, me daba vuelta y no veía a nadie. Yo solo decía que no, grité y se levantaron las baldozas del piso. Pensaba que tantas drogas me habían vuelto loco”, recuerda Arroyo y, sobre su aspecto físico, agrega: "parecía una bestia, un horco del señor de los anillos”.

Tras ese episodio se sometió a estudios neurológicos y psiquiátricos. Los resultados diagnosticaban que su estado de salud mental era bueno. Sin saber que más hacer para saber que le estaba pasando y en un acto desesperado, se acerco a una misa en el Monasterio Casa Betania – Uayamon, en Campeche. Allí tuvo un segundo ataque luego de confesarse con el padre Ricardo. 

Más tarde regresó a su casa que "se convirtió en un infierno", recalca.  “Mi casa era un desastre, se sacudía la cama, sentía pasos”, cuenta. Sin embargo, y aunque los ataques eran cada vez más fuertes, no desitió y siguió yendo a misas y exorcismos. "Durante las misas no podía parar de llorar, no entendía por qué, y vi que unas personas se me acercaban parar orar pero yo no podía tolerar que me agarren”.

Cuando salió del trance, recuerda que “tenía latigazos en la espalda y la playera llena de sangre”. En menos de un mes, Arroyo tuvo 60 exorcismos. “Viví ahí 10 meses, los más difíciles y sufridos”.

Hoy el hombre exorcizado padece dificultades físicas a raíz de los ataques. Aaunque sigue trabajando para liberarse de sus padecimientos "hay algo que habita en mí, que no puedo explicar” y, para finalizar, se pregunta “¿cuánto tiempo voy a estar así? No sé, solo Dios lo sabe”, se responde él mismo.


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