Consumimos el doble de sal que necesitamos: la mayoría está "oculta" en productos industriales

La OMS recomienda consumir cinco gramos de sodio por día para nutrir el organismo, pero en Argentina se consume el doble. El 70% de la sal que ingerimos se encuentra en comidas pre-elaboradas.

27 Mar 2017
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Cuando los especialistas recomiendan reducir el consumo de comidas pre-elaboradas, no es sólo porque en general engorden, sino por el alto contenido de sal (sodio) que contienen. Es lo que llaman la sal “oculta”, aunque en realidad de oculta no tiene nada: con solo mirar las etiquetas de la información nutricional se puede saber cuánto sodio contienen.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda consumir cinco gramos de sal por día, cantidad suficiente para garantizar las funciones orgánicas de una persona adulta. Sin embargo, en la actualidad, por el bajo costo y la variedad de los alimentos pre-elaborados, los estilos de vida y los hábitos alimentarios han llevado a los argentinos a duplicar esa cantidad y a consumir aproximadamente 12 gramos diarios de sodio. Bajo el lema “Sal, el asesino olvidado”, el Ministerio de Salud de la Nación instó a la población a reducir el consumo de sodio con motivo de la Semana Mundial de Concientización sobre el Consumo de ese condimento, que comienza hoy.

De la mayoría del sodio que se consume habitualmente en nuestro país, aproximadamente el 70% proviene de los alimentos procesados, que han sido alterados de su estado natural de manera industrial o artesanal ya sea por cuestiones de seguridad o conveniencia para fines comerciales, advirtió Virginia Busnelli, médica especialista en nutrición, en una columna publicada en la agencia Télam. Ejemplos de estos alimentos son: envasados en general, enlatados, congelados, panificados, embutidos, productos de copetín o snacks, etcétera. Colaboran también al elevado consumo de sal los alimentos preparados en restaurantes, rotiserías, puestos de comidas rápidas y deliverys. Entre el 10 y el 15 % del consumo proviene de alimentos naturales como frutas, verduras, legumbres y carnes frescas, y solo el 15 % restante de la ingesta de sal proviene del agregado en la mesa o al cocinar.

“Es muy importante recalcar que el consumo de sal es necesario e imprescindible para cumplir con las funciones celulares del sistema nervioso, cardíaco y renal, entre otros -agregó la médica-. Cuando nos falta, se activan mecanismos para recuperarlo que a largo plazo pueden traer efectos perjudiciales para la salud. Sin embargo, el consumo excesivo es un importante factor de riesgo para enfermedades como la hipertensión arterial, la obesidad, las enfermedades renales y sus complicaciones como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y los accidentes cerebrovasculares. En dichos pacientes es importante reducir el consumo de sodio, pero bajo ningún punto de vista es una recomendación que se pueda generalizar”.

Según Busnelli, no alcanza con promover los cambios de hábitos a nivel individual, sino que son necesarias políticas de salud pública que promuevan el acceso igualitario a alimentos saludables y que permitan reducir en forma progresiva el contenido de sodio de los alimentos procesados. Sólo los pacientes con la indicación precisa de su médico deben llevar un plan alimentario hiposódico que cambiará la evolución de su enfermedad y retardará la aparición de las complicaciones. “Es muy importante realizar cambios en los hábitos que puedan sustentarse a lo largo del tiempo y bajo ningún modo es la abolición total del consumo de sal en todos los grupos poblaciones. Es importante recalcar que la incorporación moderada de cada uno de los grupos de alimentos es el cambio que necesitamos, sin generar prohibiciones insustentables en los que no lo necesitan y ayudando a realizar reducciones en aquellos que realmente encontraran un beneficio para su salud”, concluyó la médica.
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