Así vivía Pancho Silva, el hombre al que señalaron ser el mítico "Patricio Rey"

En las afueras de Cafayate, el artista vivía junto a su familia y rodeado de sus cuadros. Conocé más detalles de su obra en esta crónica.

10 May 2017
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Francisco "Pancho" Silva. Foto tomada del Facebook de Nicolás Ruiz.

En esta nota “Patricio Rey” no hablará. En estos párrafos, el mito oculto en Cafayate no confirmará su relación con los Redondos de Ricota. “Los medios llegaron tarde a mí”, será la única frase que Francisco "Pancho" Silva le dirá oficialmente a LA GACETA a fines de enero de este año.

Por esos días el hombre ya sabía que revistas y diarios hablaban de él. No por sus palabras, sino por las de Ricardo Cohen (Rocambole), el artista que siempre ilustró los discos de los Redondos, quien había confirmado que el mítico personaje, que habría inspirado el nombre de la banda, existía y vivía en Salta.

Por eso quienes lo conocían en Cafayate, sabían que por esas horas, Silva estaba un poco molesto y más retraído que de costumbre.

Delgado, de pelo largo y canoso, Pancho Silva vivía en una pequeña casa en las afueras de la ciudad del sol y el vino, a pocos metros del predio donde se celebra anualmente la Serenata a Cafayate.

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Pero lejos estaban sus gustos de las tradiciones folclóricas o vitivinícolas, aunque calzaba alpargatas, camisa celeste y una especie de bombacha de gaucho de colores estridentes.

Ese día salió de su taller, instalado en su propia casa, donde pintaba cuadros hace más 30 años, con la inspiración de los Valles Calchaquíes. Conservaba 200 de ellos y siempre vivió del arte, carrera que comenzó en la ciudad de La Plata, coordenadas comunes con la histórica banda liderada por el Indio Solari.

La casa era compartida con algunos de sus hijos y esa tarde de verano estaba habitada también por las voces de unos amigos cordobeses a quienes ya estaba despidiendo. Afuera, una acequia angosta y los mosquitos de verano le daban la bienvenida a quien quisiera saludar al artista, no al mito.


Silva estaba molesto por la repercusión de la supuesta revelación y él mismo dijo que el mito era invento de los medios. Su preocupación pasaba por algunos dolores que lo aquejaban y por las consecuencias de un ataque de avispas que había tenido semanas atrás.

A pesar de los dolores, el arte era el eje de Silva. El trabajo, no el mundo que lo rodeaba. Sin embargo, ese rincón de montañas secas lo respetaba, es y fue reconocido por la comunidad de artesanos y artistas locales y por esos días una pequeña muestra de sus cuadros se exhibía en el restaurante del hotel Patios de Cafayate.

La muestra era pequeña y contenía acuarelas de pájaros típicos de la zona, contrastados con los paisajes de la tierra colorada característica de la Quebrada de las Conchas. Eran aves amorfas, con ojos saltones, que siempre posaban solas en los filos de los cerros, o en medio del río.


Aves hurañas, pero vivas en su espacio y tiempo que supieron compartir con Silva. El hombre, lejos del mito, ahora recorre otros caminos, los del regreso y el alivio.

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