En Limache, las mujeres combaten la violencia de género en una escuela de boxeo

En algún momento fueron víctimas. Ahora entrenan como profesionales. Historias de superación a puro pulmón.

20 May 2017
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Las mujeres que concurren a la escuela de Boxeo de Barrio Limache van por mucho más que por el amor a un deporte. La vida las puso contra las cuerdas. Fueron víctimas. Y podrían haber elegido seguir siendo víctimas; pero ellas decidieron ponerse de pie y presentar pelea, con los puños en alto.

El gimnasio reúne, en su mayoría, a víctimas de violencia de género. Ese espacio se convierte en un lugar de contención psicológica y física.

La puerta del gimnasio la abrieron ellas, en base a insistencia. Jorge Salas, el entrenador, cuenta que hace tres años y medio atrás, cuando se inauguró el lugar, solo entrenaba a hombres.

Pero al año y medio se le plantaron tres chicas en la puerta y le pidieron que las entrene. Salas les dijo que no entrenaba mujeres, que se fueran. Al día siguiente estaban ahí de nuevo. Y así siguieron yendo, hasta que un viernes Salas se dio cuenta que no se darían por vencidas y les dijo que empezarían el próximo lunes. “Pensaba que no iban a venir el lunes y a las 15 en punto estaban sentadas ahí al frente, en la plaza – dice Salas - Empezamos a entrenar y a la semana se sumaron dos y a la otra semana se sumaron cinco y empezaron a caer”, cuenta.

El primero año tuvo alrededor de 70 alumnas, el año pasado llegaron a 90.



Muchas de las mujeres que actualmente asisten fueron víctimas de violencia de género. Salas notó que ese era un problema que sufrían muchas de las chicas. “Era impresionante la cantidad de chicas que me buscaban para que las entrene por el simple hecho de que eran violentadas por el marido, por la ex pareja, esas cosas. Y empezamos a darle prioridad a eso. Empezamos a trabajar en conjunto con la policía de Limache y el Centro de Salud”, dice.

Algunas van como se va a un gimnasio normal, a bajar de peso o mejorar el estado físico, pero las clases de boxeo es, sobre todo, un centro de contención contra la violencia de género. Es un lugar de contención, un cable a tierra.

Los que deseen conocer un poco más lo que se hace este gimnasio pueden asistir este domingo 21 de mayo a una exhibición en el Complejo Nicolás Vitale de Barrio El Tribuno. La entrada es libre y gratuita, en el marco de una jornada llamada “No a la violencia de género”.

El lugar no es el más apropiado. Queda chico para la cantidad de boxeadoras que van y hay un solo baño y faltan elementos y las grietas de los espejos están contenidas por cintas adhesivas; pero aun así sigue funcionando como un templo. Las paredes, descascaradas, tienen pegadas papeles con frases. Por ejemplo: “Desistir es la salida de los débiles. Insistir, es la alternativa de los fuertes” “¿Caíste? LEVANTATE. ¿Fracasaste? PELEA UN ROUND MÁS ¿Llevas una victoria? LOGRA OTRA. Solo por favor no te rindas. ¡Persevera!” y “Prohibido rendirse, respira hondo y sigue.”

Las frases apuntan a la soledad del boxeador. Arriba del ring se está solo (y el mayor rival de un boxeador es él mismo, sus fantasmas, sus miedos).

Pero es posible que para las chicas que asistan al lugar signifiquen mucho más. Porque hay algo que se hace evidente para el que ve un entrenamiento: no están solas. Son un grupo unido, el entrenador las exige como a profesionales, con comprensión pero sin condescendencia. Y la forma en que estas mujeres se entienden puede verse en pequeños detalles: la forma en que una ayuda a otra a atarse los guantes, por dar un ejemplo.



“Vine por hacer ejercicio, aparte es una contención para mí, porque uno también sufre violencia de género, acá encontrás mucha contención con las compañeras y esto te hace salir adelante, yo viví una situación de… tuve un momento de depresión, esto me ayudó a salir adelante. Entonces hoy por hoy puedo decir que sí se puede salir adelante”, dice Alejandra Gutiérrez.

Las historias son similares. Pero juntas estas mujeres transmiten una gran energía.

“Yo me meto mucho, sobre todo a mis alumnas las trabajo psicológicamente. De nada sirve entrenar a una alumna que no está al 100% pensando en hacer gimnasia. Por eso antes de que entren al gimnasio, no las entreno físicamente, primero las hablo…Yo lo que ayudo a las chicas a salir adelante. Yo creo campeonas”, dice Salas. Habla con pasión, y aunque no es psicólogo parte de su función es prepararlas para la violencia psicológica a la pueden ser sometidas las mujeres por sus maridos. “Entonces trato de trabajar con la alumnas para que ellas sean fuertes, para que ellas digan no, si me quiero puedo salir adelante… Que digan, tengo los mismos derechos que vos. Ir a un gimnasio, ponerme bien, estar bien psicológicamente, tener un buen estado físico. Les enseño que tienen los mismos derechos de los hombres”, dice.




No hay actividad que descargue más estrés que ponerse los guantes y pegarle a la bolsa. “Las chicas ven en la bolsa a la persona que las violenta y ahí se sacan todo. Todos dicen pegarle a la bolsa te saca el estrés y es verdad. Te ponés los guantes y le pegás cinco minutos a la bolsa y te sacás toda la bronca que tenés”, dice Salas.

Algunas mujeres incluso llevaron las fotos de sus maridos o ex parejas, las pegaron con cinta adhesiva en la bolsa y entraron a pegarle.

Y pegan en serio. Alcanza con ver algunos minutos cómo algunas chicas se paran frente a la bolsa, los movimientos, la velocidad y la fuerza con la que los puños alcanzan el objetivo, para entender que vinieron para ser buenas. Para boxear en serio.

“A una de las chicas el marido que la violentaba no la violenta más porque le reventó la jeta de una piña”, cuenta Salas.

En una ocasión la policía lo fue a ver al gimnasio. Había un problema: habían presentado una denuncia contra una de las chicas. “Había golpeado a un tipo, le pregunté a la policía qué había pasado y resulta que él le había querido pegar primero”, dice.

Lo primero que cambia el gimnasio en las chicas es la seguridad. Les borra el miedo y esto cambia el eje de poder: el hombre le tiene miedo a la mujer sin miedo.

La música es fundamental en el entrenamiento. De fondo se escuchan algunos temas de las películas de Rocky y van alternando las los ejercicios por sector: el espacio es reducido, solo hay seis pares de guantes y dos sogas y unas pocas mancuernas, así que la organización de actividades es fundamental.

Esos pocos elementos fueron comprados gracias a rifas que hacen, algunas prepararon tortas y las sortearon. Todo es muy a pulmón, nadie les ha regalado nada.

Salas confiesa que sueña con un mejor gimnasio. Un espacio propio, que tenga nutricionista, y donde psicólogas puedan contener mejor a quienes padecieron violencia en sus hogares. Por ahora, se las arreglan acá.

Salas modificó un poco el boxeo, para hacerlo menos aburrido. Creó el “AeroboxFisic” que es un baile donde hace todas las rutinas de boxeo y eso hizo que las mujeres ingresen más. En el baile básicamente hacen los mismos movimientos de entrenamiento. Vendría a ser algo así como el encerar-pulir de Karate Kid. Al señor Miyagi le funciona en la película, a Salas le funciona en la vida real. Y todo esto se hace, ya al final, con cuarteto que tiene a todas animadas, alegres. Y la alegría –se sabe- es revolucionaria.

En el entrenamiento del pasado miércoles, había una madre con su hija entrenando. Se notaba que la chica viene entrenando desde hace tiempo, pero la madre estaba ahí y no se rendía. También estaba una mujer de 49 años, en un estado físico admirable. Salas, como al pasar, comenta: el otro día subió y bajó del cerro en 30 minutos. Y bajó por la ruta.



En medio del entrenamiento el sudor recorre las frentes y las sienes, también le pasa Salas, que salta y entrena al par de las alumnas. El sudor, eso que en otro contexto es motivo de vergüenza o repugnancia, acá es un premio; también una prueba del esfuerzo que se ha puesto.

Impresiona que la alumna más joven tenga once años. El horror es eso: que padres envíen a una nena al gimnasio porque intuyen que alguna vez necesitará defenderse de un hombre. La chica está en sus primeras clases. Está aprendiendo a pararse y a lanzar golpes. En unas semanas, en unos meses, en unos años sus puños sacudirán la bolsa de arena y ostentará, como sus compañeras, ojos de tigresa cuando golpean.



Una de las frases pegadas en una de las paredes dice: “La vida es como el boxeo, no pierde el que se cae sino aquel que no se levanta”. Cuando la clase se acaba y aún suena en eco la voz de Rodrigo con un tema de cuarteto, alcanza verlas unos segundos para saber que ellas ya se levantaron.

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