Así se baila en el caño

Claudio Leal es el campeón salteño de la disciplina. Enteráte quién es y cómo hizo para ser el mejor en bailar hacia arriba.

17 Nov 2014
2

FOTO WALTER LÓPEZ

El efecto de verlo bailar es desconcertante: un rubio platinado, con pestañas larguísimas, cuerpo fibroso y agilidad de acróbata se trepa por un caño vertical con la facilidad de un gato por un árbol. Claudio Leal, 26 años, campeón sudamericano de pole dance, es el referente local de una disciplina que se convirtió en tendencia y el fin de semana defenderá su título en la séptima edición del Argentina & Sudamérica Pole Championship, que se realizará en Buenos Aires con participantes de toda Latinoamérica.

Desde su estudio en el centro salteño, donde enseña las destrezas de su oficio a más de 120 aprendices -con aplastante mayoría femenina- Claudio define puntos de acceso al caño: todos pueden hacerlo, ayuda a ganar fuerza y flexibilidad, trabaja mucho el torso y los abdominales, mejora la postura. Y lo más importante: no hace falta saber nada para arrancar. 

"Yo empecé hace seis años, mientras armaba bailes en un boliche. Hacía un poco de todo, latino, jazz, clásico y el dueño me preguntó si conocía a alguien que hiciera pole dance. Como no conseguía a nadie, le dije que yo me animaba. Re desubicado. En una semana me puse a sacar trucos, ver videos, terminé con toda la espalda llena de moretones, me caí, me golpeaba los brazos, las piernas", recuerda el campeón.

Cuestión de actitud

Primero limpia el caño con alcohol, después lo prueba. Las manos se pegan demasiado y entonces hay que agregarle algo de grasa, alguna crema, o el sudor de la piel de otra parte del cuerpo. Claudio prueba la resistencia de la piel contra el acero y busca el punto exacto entre la adherencia y el deslizamiento. Después comienza el baile vertical, las torsiones, las "banderas", cada pirueta con la tensión extrema pero invisible, para que parezca natural el movimiento que desafía cualquier naturalidad del cuerpo en el espacio. 



En el recuento de dificultades para abrirle camino al baile del caño en la ciudad, Claudio pone primero en la lista al qué dirán, esa institución contra la que se chocan los distintos. "Primero en mi familia, mi mamá no quería saber nada con que me dedicara al pole. Me decía que era cosa del cabaret y de chicas fáciles. Ahora me está apoyando en todo, me ayudó a abrir el estudio", dice.

"Siempre luché, nunca bajé los brazos. O te quedás o avanzás y yo decidí ir para adelante. Lo más difícil fue luchar con mis miedos, con la mirada de la gente. Siempre me enfrenté mucho con el qué dirán, con mis temores también. Soy una persona tímida, me cuesta demasiado soltarme", se define, y suma apuntes de los inicios: "a mí me costó muchísimo introducir el pole en las actividades deportivas en Salta. Está visto como algo más sensual y erótico y yo me estoy dedicando a la parte deportiva y atlética. Me costó ese cambio y mucha gente se puso en contra mío", asegura y apunta que entre los bailarines encontró la mayor resistencia. "Salta no está preparada para la actividad, y hay gente que se cierra mucho. Algunos lo ven como algo dañino, que te puede hacer mal a la espalda o a los brazos, y nada que ver, te ayuda a sacar más fuerza, a tener más flexibilidad, es una actividad excelente para cualquier persona", pregona Leal.

Lugar abierto

Desde que abrió el Pink Pole Studio, en enero pasado, el espacio comenzó sin embargo a abrirse. En marzo fue nombrado sede de la Asociación Argentina de Pole Sport, que se dedica a fomentar la actividad a nivel deportivo y a apoyar a los atletas. Según Leal, hay 20 pole dancers en Salta que están aptos a nivel competitivo. 

Entre sus alumnas hay más mujeres que hombres, pero cada vez son más los que se animan. La clave es perder los prejuicios. "Una vez iba por la (calle) Buenos Aires y cuando llegaba a San Martín paró delante mío un auto de la policía y me tocó la bocina. Se bajaron tres mujeres policías. Yo pensé que había hecho algo, justo salía de una clase y andaba con shorcitos, pensé que era algo de eso. Se me acercaron las tres y me preguntaron sobre las clases. Yo era una cosa toda nerviosa, me imaginaba que me iban a llevar a la alcaldía y justo andaba sin documentos porque me habían robado. Ahora las tengo a las tres de alumnas", relata.

"A veces me dicen puto, marica. No me molesta. Es más, en la secundaria, que a veces es jodida, nunca me pasó nada. Nunca sufrí ningún tipo de discriminación", asegura y agrega que el año que viene planea abrir una nueva sede de su estudio y profundizar la difusión del pole dance. 


Comentarios