Notas sobre poesía postapocalíptica

Mario Flores presentó Cuando llegue el fin de los tiempos. Esta es una lectura posible.

09 Jun 2017
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Es muy difícil sentarse a leer un libro de Mario Flores sin escuchar su voz. Algunos estarán pensando que esto también pasa con otros autores (Julio Cortázar, por dar un ejemplo) pero con Flores hay un bonnus: quienes estuvimos en una competencia de Slam en la que él participó, leemos sus libros escuchando su voz, pero también presintiendo las muecas, los gestos, o algún movimiento teatral de manos para terminar de dar el efecto deseado.

Mientras escribía estas palabras, anoche, me puse los auriculares y en youtube busqué una de las presentaciones de Mario en Salta Capital, en la que estuve presente. Recordaba los cambios de tono y hasta los gestos, pero había olvidado las carcajadas del público. Había olvidado, incluso, que después de ese Slam lo había entrevistado y que ese artículo comenzaba diciendo: “Parece un bufón. Un bufón adicto a la lectura. Un bufón poeta, además. Cuando lee frente a un público se nota eso y más…

Después de leer por tercera vez en los últimos días este libro mi impresión es que Flores sigue siendo ese bufón, pero es un bufón sobreviviente. O mejor dicho: es el libro de un sobreviviente que no ha perdido el sentido del humor; aunque ahora las carcajadas están atravesadas de dolor, nostalgia y oscuridad.

“habita una muerte.

En cada cuarto de cada hogar de cada mundo

hay una mirada

apagándose.

En cada closet

hay un cadáver.”


La muerte, la descomposición, son algunos de los temas que atraviesan el libro. Existe, siempre, un peligro latente e inexorable:


“Cuando amanece en Tartagal

todo luce tan quieto.

Como una criatura cálida, como una pequeñísima chispa inofensiva

que luego desata el incendio”.


No quiero dar mayores interpretaciones del libro, porque a la larga creo que los libros deben defenderse solos como también solos estarán los lectores que se enfrentarán a cada página. Pero sí quiero que noten la figura de los puentes, una figura repetitiva en estos poemas. Un puente suele ser, en textos literarios, una metáfora de comunicación, de unión, de esperanza, un puente suele ser un lugar donde trazar lazos. Pero en los poemas de Mario Flores el puente es casi una entidad fantasmal, prueba del fracaso o la vergüenza:


"Mi padre contaba

que cruzaba el puente ferrocarril.

Como un juego

o una muestra de valentía.

Cuando el alud se llevó esos enormes metales

que parecían tan seguros de sí mismos

me reí de su ingenuo pasado".


No hay posibilidad de evasión, nada distrae al poeta de su deber: “Necesario es mirar la catástrofe a los ojos./ Respirar del aura oscura de los incendios.” El bufón es, ahora, por momentos, un testigo del horror que no puede callar; también un profeta que no tiene buenos augurios:


"Este pueblo borroso se bañará

nuevamente

con su propia sangre".


La ciudad es una de las musas de Flores. En este caso, una ciudad atestada de incendios, acechada por todo tipo de catástrofes naturales. En los poemas de Flores Tartagal se siente siempre como una ciudad postapocalíptica, incluso o sobre todo antes de algún apocalípsis.


La ciudad queda envuelta en humo. Un cerro se incendia.

La espesa niebla azulada se entromete en las casas.

Ahora los humanos deben aprender otro modo de respirar.

Aparecen pequeños gusanos en vasos de agua

que, dicen, devoran por dentro uno a uno los sentidos.

Ahora los humanos deben aprender otro modo de extinguir la sed.

Por si quedaba alguna duda de la mutación de aquel bufón, creo que en el libro hay unos versos que se pueden leer como arte poética, como una declaración de principios. “La poesía/ al igual que el infierno/ se construye con nuestros huesos”. Solo poniendo el cuerpo lograremos escribir algo que nos redima.

Cuando llegue el fin de los tiempos es un libro atravesado por una nostalgia de lo que no pasó. De lo que pudo ser y no fue. Es un libro con pesadillas astilladas. Cuando llegue el fin de los tiempos es un libro de poesía post apocalíptica, para lectores postapocalípticos.



(*) Texto que leyó Daniel Medina, en la presentación.



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