El perfil del terrorista cambió desde 2001

La mayoría de los agresores vivían cerca de sus objetivos Expertos dicen que los jóvenes musulmanes se unen al activismo violento por la pobreza y la marginación

22 Jun 2017
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CONMOCIÓN. Tras la explosión, que no dejó heridos, el atacante fue abatido por la policía. reuters

Los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos tuvieron un alto nivel de planificación y fueron llevados a cabo por terroristas que vivían a miles de kilómetros, entrenados por la organización en nombre de la que actuaron.

Estos elementos ya son una anomalía, tanto en los atentados en Europa y en Estados Unidos como en Nigeria, Afganistán o Irak, países que pertenecen al “mundo islámico”.

Una gran proporción de los atentados cometidos desde el 11 de septiembre de 2001 los han llevado a cabo terroristas locales atacando objetivos locales, en acciones que requieren escasa preparación y -en no pocos casos- por “lobos solitarios” o “soldados” que reconocen inspiración del grupo terrorista, pero no pertenencia militante.

El incidente en Bruselas, el martes pasado, tiene las mismas características. Oussama Z, un marroquí residente en un barrio pobre de la capital belga, no llevaba explosivos ni armas automáticas. Sólo herramientas -clavos y cilindros de gas- que pueden comprarse en una ferretería.

Los ataques con camiones, como el de Niza, en julio de 2016, o a puñaladas, como el del 4 de este mes en el Puente de Londres, muestran que la batalla contra el terrorismo no puede llevarse a cabo si no se atacan las causas profundas, la pobreza, la desigualdad y la marginación, afirma el analista español Alberto Prieggo.

Muchos de estos agresores habían participado en delitos menores o graves.

Para aquellos que ya viven al margen de la sociedad y de la ley, el paso hacia el activismo violento es pequeño, y las cárceles son un lugar clave en el que este tipo de personas pueden quedar expuestas a ideologías y personas radicales.

Los contactos criminales pueden proporcionar un apoyo logístico esencial, que a menudo pasa inadvertido.

El autor del atentado del Puente de Londres, el 4 de junio pasado, nació en el Reino Unido y dijo que estaba “inspirado” por el islamismo extremista, pero no hay indicios de que haya tenido contactos con Estado Islámico antes de la matanza.

Ahora bien, EI usa este tipo de ataques para reforzar la sensación de que su organización está extendida a nivel global y que tiene una penetración mayor en las sociedades locales que lo que en realidad marca.

La misma terminología ha sido la utilizada para describir a gente como Omar Mateen, que abrió fuego contra la multitud en una discoteca de Florida en junio y que juró lealtad a EI durante el ataque, y Mohamed Lahouaiej-Bouhlel, que en junio arrolló y mató a 84 personas en un desfile en Niza con un camión.

La realidad es que la violencia islamista extremista moderna nunca ha sido tan internacional como han imaginado a menudo terroristas y sus víctimas.

Algunas claves

Los expertos occidentales todavía debaten si las motivaciones de estos lobos solitarios son 10% ideología y 90% contexto local, o exactamente al revés. Las claves hay que buscarlas en las características de los últimos atentados, según el diario “The Guardian”.

El atentado en Madrid (en 2004) fue obra de una red de personas que vivía a menos de dos kilómetros de la estación de Atocha, en la que mataron a cerca de 200 personas.

Los atacantes en el atentado de Londres del 7 de julio de 2005 eran del norte de Inglaterra y de los alrededores de la ciudad.

Los asesinos del ex soldado Lee Rigby en el sureste de Londres, en el año 2013, vivían a pocos minutos en auto del lugar del asesinato.

Los hermanos que atentaron en las oficinas de Charlie Hebdo en París en enero de 2015 vivían a pocos minutos en auto del objetivo. La mayoría de las redes que atacaron de nuevo en el corazón de París 11 meses después eran de origen francés o belga francófono.

El atacante de Niza vivió durante mucho tiempo en la ciudad portuaria.

La mayoría de radicales islámicos tenía entre 18 y 35 años, con una media de edad que se ha ido reduciendo en los últimos años.

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