Drogas, relatos de una dura infancia y las conexiones a Chile: Castro y Aguirre rompieron el silencio

Revelaron intimidades de los trabajos que cumplían en los cabarets y hablaron de una causa armada. Todos los detalles del juicio por explotación sexual.

30 Oct 2017
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JESSICA AGUIRRE Y MARCELA CASTRO.

Marcela Castro y Jessica Aguirre rompieron el silencio y declararon ante el Tribunal en la causa que las tiene imputadas por el delito de explotación sexual. Con relatos parecidos hablaron de una vida de tormentos, necesidades y apuntaron a una víctima como la responsable de “armar la causa”. Revelaron intimidades de los viajes a Chile y el frustrado proyecto del prostíbulo que funcionaría en Salta con conexiones en el país trasandino. 
En la primera parte de su testimonio, Castro contó que su familia atravesaba una difícil situación económica: su padre era jubilado y su mamá ama de casa. “No teníamos ni para pagar el gas de la casa”, dijo. En 2007 Marisa, una amiga, la invitó a Chile. Según la imputada, la mujer le contó que allí habían buenas oportunidades laborales, de hacer diferencia económica porque los pagos se hacían en dólares. Su amiga le presentó a Antjony Mark Rodríguez Gómez, el empresario que luego sería socio de Castro y que permanece prófugo de la Justicia. 
“El me preguntó como eran los cabarets en Salta y yo le conté, me dijo que quería venir a conocer. Un día me llamó y me dijo que estaba viniendo. Lo recibí y recorrimos la Balcarce y fuimos a unos cabarets para que el conociera. Anthony no podía creer el nivel de los locales de acá, no se comparaban con los de allá. Vio un buen negocio y me ofreció comprar un local”, dijo. 
Anthony aportó el dinero para comprar y acondicionar el prostíbulo y Castro sería la administradora. La imputada inició todos los trámites para su habilitación, pero los vecinos de Welindo Toledo se enteraron que un galpón del barrio estaba siendo acondicionado para bailes y shows. Según Castro, los vecinos frustraron el proyecto porque se quejaron ante los concejales y los legisladores sancionaron una ordenanza que los prohíbe en la ciudad. 
Comienzan los viajes a Chile 
A pesar del frustrado negocio con el empresario, el diálogo se mantuvo entre la imputada y Rodríguez Gómez. En su declaración, la mujer contó que Anthony inauguró el cabaret “El Señor de la Noche” y allí le ofreció trabajo como moza, de limpieza y eventualmente cantaba. Negó haberse prostituido en aquel país. 
Castro permanecía un tiempo en Chile y regresaba. Los comentarios que allí se pagaba bien despertó el interés de unas jóvenes salteñas que le pidieron que las llevara a trabajar, según declaró hoy. Insistió en que las jóvenes no ejercían la prostitución en el boliche de Anthony y que solo realizaban trabajos de mozas mientras que Jessica Aguirre trabaja en la barra. La paga eran unos $ 15.000 mensuales más propinas, detalló. 
Negó lo denunciado por una víctima de que las jóvenes eran obligadas a prostituirse y bajo amenazas les quitaban sus documentos de identidad para prohibirles el regreso a Salta. 
Pasó un tiempo y Castro y Aguirre decidieron volver. F.A., la joven que denunció una violenta agresión y robo de parte de la primera de ellas, había iniciado una relación con un joven chileno y quería quedarse. Cuando llegó el momento de volver, la imputada relató que la joven se contactó pidiéndole que le avisara así regresaban juntas. Había cambiado de parecer.
“(F.A.) dijo que la dejé tirada, es todo una mentira”, dijo Castro, llorando. 
El quiebre y la versión de la “causa armada”
Castro contó que cuando emprendieron el regreso a Salta, F.A., cambió su actitud. Se puso agresiva. Acusó que la joven le robó 1.000 euros durante una noche de boliche. Cuando se los reclamó, la muchacha se negó.
Los cortocircuitos entre la presunta víctima y la mujer acusada de trata de persona eran cada vez más constantes hasta que se desató un hecho de suma violencia. 
Según la imputada, la supuesta víctima iba y venía constantemente a Chile y ella le había perdido el rastro. Pero las diferencias estaban frescas por el supuesto robo. F.A. regresó a Salta y Castro fue a cobrarle lo que le habría robado. 
“Cometo el error de ir con Jessica, Estrella y dos amigas más a la casa de ella (F.A.). Habíamos tomado alcohol, sé que no era el momento. Llegamos a las dos de la madrugada, hablamos y terminamos a las trompadas ella y yo. No era la forma, lo reconozco”, dijo y agregó que ahí inició su calvario. 
“Hace tres años que espero presa que se conozca la verdad, no soy ninguna tratante”, aseguró al mismo tiempo que advirtió que la joven inventó el robo de varios miles de pesos y dólares para llevarla presa.
Sobre el vínculo que habían tejido antes de las diferencias y los viajes a Chile, Castro negó los dichos de la presunta víctima de trata. “Jamás le di documentos falsos o se los secuestré para que no pudiera volver. Yo le conseguí trabajo de moza, después cada uno hace lo que quiere con su vida”. Esto último hace referencia a la prostitución a la que habrían sido obligadas las jóvenes salteñas. 
“Ella se ensañó con nosotros”, insistió y pidió al tribunal que se haga Justicia. De hecho con su defensa, Marcelo Arancibia, se comprometieron a ofrecer nuevos testigos claves para la causa como Marisa Salvatierra, abogada de Anthony Mark Rodríguez Gómez, un chofer de colectivos y su cuñado que podrían constatar los viajes a Chile. 
“No soy una criminal”, concluyó. 
Una vida de padecimientos
Para explicar las conexiones a Chile y los continuos viajes, Castro y Aguirre justificaron una dura infancia entre discriminaciones, abusos y una vida alejada de la familia y el colegio. 
Marcela Castro justificó que la situación económica de su familia no era la ideal por eso en 2007 comenzó a interiorizarse sobre la posibilidad de trabajar en Chille. Ese año viajó y conoció a Anthony, pero en 2011 decidió buscar allí una salida laboral. 
Antes de ello relató que cuando era joven fue obligada a prostituirse en Salta. “Cumplía las fantasías que a la gente le gustaba”. Había encontrado allí una salida para ayudar con la economía de su casa y años después alimentar a su hija. 
Por su parte Aguirre recordó entre lágrimas que los 16 años fue echada de su casa cuando conocieron que era lesbiana. “Mi mamá no podía soportarlo y me echó, fue muy difícil para mi superarlo”. Agregó que por esos años conoció a una mujer 30 años mayor que ella con quien entabló una relación amorosa, pero llena de padecimientos. 
Relató situaciones donde era obligada a prostituirse por droga. 
“A los 16 años entregué mi dignidad por droga”, dijo. La paga, algunas veces dinero y otras veces estupefacientes, quedaban en manos de su pareja. A partir de esta situación encontró en Chile una salida laboral. Allí dijo que preparaba tragos en los locales de Anthony. Al igual que Castro negó prostituirse y que las salteñas que viajaban con ellas realizaban los mismos trabajos. 

Marcela Castro y Jessica Aguirre rompieron el silencio y declararon ante el Tribunal en la causa que las tiene imputadas por el delito de explotación sexual. Con relatos parecidos hablaron de una vida de tormentos, necesidades y apuntaron a una víctima como la responsable de “armar la causa”. Revelaron intimidades de los viajes a Chile y el frustrado proyecto del prostíbulo que funcionaría en Salta con conexiones en el país trasandino. 

En la primera parte de su testimonio, Castro contó que su familia atravesaba una difícil situación económica: su padre era jubilado y su mamá ama de casa. “No teníamos ni para pagar el gas de la casa”, dijo. En 2007 Marisa, una amiga, la invitó a Chile. Según la imputada, la mujer le contó que allí habían buenas oportunidades laborales, de hacer diferencia económica porque los pagos se hacían en dólares. Su amiga le presentó a Anthony Mark Rodríguez Gómez, el empresario que luego sería socio de Castro y que permanece prófugo de la Justicia. 

“Hace tres años que espero presa que se conozca la verdad, no soy ninguna tratante”.

“El me preguntó como eran los cabarets en Salta y yo le conté, me dijo que quería venir a conocer. Un día me llamó y me dijo que estaba viniendo. Lo recibí y recorrimos la Balcarce y fuimos a unos cabarets para que el conociera. Anthony no podía creer el nivel de los locales de acá, no se comparaban con los de allá. Vio un buen negocio y me ofreció comprar un local”, dijo. 

Anthony aportó el dinero para comprar y acondicionar el prostíbulo y Castro sería la administradora. La imputada inició todos los trámites para su habilitación, pero los vecinos de Welindo Toledo se enteraron que un galpón del barrio estaba siendo acondicionado para bailes y shows. Según Castro, los vecinos frustraron el proyecto porque se quejaron ante los concejales y los legisladores sancionaron una ordenanza que los prohíbe en la ciudad. 

Comienzan los viajes a Chile 

A pesar del frustrado negocio con el empresario, el diálogo se mantuvo entre la imputada y Rodríguez Gómez. En su declaración, la mujer contó que Anthony inauguró el cabaret “El Señor de la Noche” y allí le ofreció trabajo como moza, de limpieza y eventualmente cantaba. Negó haberse prostituido en aquel país. 

Castro permanecía un tiempo en Chile y regresaba. Los comentarios que allí se pagaba bien despertó el interés de unas jóvenes salteñas que le pidieron que las llevara a trabajar, según declaró hoy. Insistió en que las jóvenes no ejercían la prostitución en el boliche de Anthony y que solo realizaban trabajos de mozas mientras que Jessica Aguirre trabaja en la barra. La paga eran unos $ 15.000 mensuales más propinas, detalló. 

Negó lo denunciado por una víctima de que las jóvenes eran obligadas a prostituirse y bajo amenazas les quitaban sus documentos de identidad para prohibirles el regreso a Salta. 

Pasó un tiempo y Castro y Aguirre decidieron volver. F.A., la joven que denunció una violenta agresión y robo de parte de la primera de ellas, había iniciado una relación con un joven chileno y quería quedarse. Cuando llegó el momento de volver, la imputada relató que la joven se contactó pidiéndole que le avisara así regresaban juntas. Había cambiado de parecer.

“(F.A.) dijo que la dejé tirada, es todo una mentira”, dijo Castro, llorando. 

El quiebre y la versión de la “causa armada”

Castro contó que cuando emprendieron el regreso a Salta, F.A., cambió su actitud. Se puso agresiva. Acusó que la joven le robó 1.000 euros durante una noche de boliche. Cuando se los reclamó, la muchacha se negó.

Los cortocircuitos entre la presunta víctima y la mujer acusada de trata de persona eran cada vez más constantes hasta que se desató un hecho de suma violencia. 

Según la imputada, la supuesta víctima iba y venía constantemente a Chile y ella le había perdido el rastro. Pero las diferencias estaban frescas por el supuesto robo. F.A. regresó a Salta y Castro fue a cobrarle lo que le habría robado, en noviembre de 2014. 

“Cometo el error de ir con Jessica, Estrella y María Sol Campos a la casa de ella (F.A.). Habíamos tomado alcohol, sé que no era el momento. Llegamos a las dos de la madrugada, hablamos y terminamos a las trompadas ella y yo. No era la forma, lo reconozco”, dijo y agregó que ahí inició su calvario. 

“Hace tres años que espero presa que se conozca la verdad, no soy ninguna tratante”, aseguró al mismo tiempo que advirtió que la joven inventó el robo de varios miles de pesos y dólares para llevarla presa.

Sobre el vínculo que habían tejido antes de las diferencias y los viajes a Chile, Castro negó los dichos de la presunta víctima de trata. “Jamás le di documentos falsos o se los secuestré para que no pudiera volver. Yo le conseguí trabajo de moza, después cada uno hace lo que quiere con su vida”. Esto último hace referencia a la prostitución a la que habrían sido obligadas las jóvenes salteñas. 

“Ella se ensañó con nosotros”, insistió y pidió al tribunal que se haga Justicia. De hecho con su defensa, Marcelo Arancibia, se comprometieron a ofrecer nuevos testigos claves para la causa como Marisa Salvatierra, abogada de Anthony Mark Rodríguez Gómez, un chofer de colectivos y su cuñado que podrían constatar los viajes a Chile. 

“No soy una criminal”, concluyó. 

Una vida de padecimientos

Para explicar las conexiones a Chile y los continuos viajes, Castro y Aguirre justificaron una dura infancia entre discriminaciones, abusos y una vida alejada de la familia y el colegio. 

Marcela Castro justificó que la situación económica de su familia no era la ideal por eso en 2007 comenzó a interiorizarse sobre la posibilidad de trabajar en Chille. Ese año viajó y conoció a Anthony, pero en 2011 decidió buscar allí una salida laboral. 

Antes de ello relató que cuando era joven fue obligada a prostituirse en Salta. “Cumplía las fantasías que a la gente le gustaba”. Había encontrado allí una salida para ayudar con la economía de su casa y años después alimentar a su hija. 

Por su parte Aguirre recordó entre lágrimas que los 16 años fue echada de su casa cuando conocieron que era lesbiana.

“Mi mamá no podía soportarlo y me echó, fue muy difícil para mi superarlo”. Agregó que por esos años conoció a una mujer 30 años mayor que ella con quien entabló una relación amorosa, pero llena de padecimientos. Relató situaciones donde era obligada a prostituirse por droga. 

“A los 16 años entregué mi dignidad por droga”, dijo.

La paga, algunas veces dinero y otras veces estupefacientes, quedaban en manos de su pareja. A partir de esta situación encontró en Chile una salida laboral. Allí dijo que preparaba tragos en los locales de Anthony. Al igual que Castro negó prostituirse y que las salteñas que viajaban con ellas realizaban los mismos trabajos. 

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