AHOGO. Por Ángel Adan Astorga Herrera.

30 Oct 2018
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Ilus de Angel Adan Astorga Herrera

“AHOGO”


Un vacío insondable, oscuridad perpetua abraza cada rincón de mi cuerpo, puedo sentir como el miedo se hace presente con su punzante saludo a través de mis huesos.

Trato de buscar algo en que distraerme, trato de moverme pero no puedo.

Una suerte de vidrio empañado recubre mi rostro.

Pecho frío, piernas inertes.

Escucho murmullos que recorren a lo lejos la penumbra y trato de cerrar mis ojos agobiado por el miedo, pero haga lo que haga la negrura sigue igual de impenetrable y las ideas empiezan a lanzarse contra mis sentidos apuñalando el sentido común.

Mi respiración se escucha metalizada.

Veo negro y más negro, pero noto movimientos alrededor mío.

La piel se eriza, no estoy solo.

Mis ojos giran desesperados sobre sus cuencas buscando algo, cualquier cosa que me entregue una idea de donde estoy.

¿Estaré muerto?

Un pequeño y débil halo de luz titilante sale de algún lugar debajo del visor, lucha por iluminar un poco mi campo de visión... solo noto un par de burbujas alejándose mientras siento como mi cuerpo termina por desplomarse soltando un estruendo metálico y la conciencia se hace ligera...

El alma se me escapa con cada bocanada de aire que exhalo.

Un gorjeo suena en mi oído y todo se acaba.

Burbujas y polvo son lo último que noto....

Burbujas...

Despierto cegado por el alba, cubierto de sudor con el corazón galopando a mil por hora, Todos los días el mismo sueño.

Reviso la habitación con incredulidad ante el realismo de la pesadilla vívida, reviso mis manos, reafirmo mi seguridad cubriéndome el rostro unos segundos y todo parece estar tranquilo. Repaso mentalmente la experiencia y nuevamente un escalofrío recorre mi espalda, vuelvo a recordar un balbuceo cerca de mi oído.

Busco torpemente el tacto con el piso, para así al menos toparme con una sensación terrenal, rasco infantilmente la madera unos segundos antes de incorporarme del todo. Repentinamente todo se nubla y escucho como se agrietan los vidrios de la habitación.

Agua... había agua brotando de las grietas, oía como las olas rompían furiosamente contra la habitación, pero era imposible. La mar estaba irrumpiendo en el cuarto por cada recoveco y estaba llegando hasta mi cadera, desesperado mis manos se precipitaron contra la perilla de la puerta tratando de buscar una salida, pero fue en vano. Manos decoloradas brotaron del agua salpicando un olor a podredumbre por todos los rincones, gritando, sujetando mis brazos y piernas. No sirvió de nada pedir auxilio, antes de abrir la boca ya el agua había empezado a cubrir mi cabeza. Convulsionando de miedo noté que no tocaba piso, solo me hundía, no lograba comprender nada.

Pero ya no importaba, estaba de nuevo aquí, abandonado en la oscuridad, nunca me fui... ¿O nunca estuve?

Noto el aire más pesado, la saliva me sabe a sangre.

No tengo ni idea de cuánto tiempo llevo aquí, los segundos parecen horas, las horas parecen días y por más que cierre mis ojos la oscuridad no desaparece. No puedo moverme, siento un peso indescriptible sobre mi cuerpo y la débil luz que sale debajo de mi visor está empezando a ceder.

Las manos, las manos están tratando de hundirme, de ahogarme no importa lo que haga sigo siendo engullido por esta sombría vorágine.

Repentinamente todo se calma y me sueltan... se disipan en una multitud de colores que nunca había visto y se pierden entre las escasas burbujas que me rodean.

Mi cuerpo tirita por culpa del frío.

Un sonido de estática suena cerca de mí, logro escuchar una suerte de diálogo distorsionado pero antes de poder siquiera dilucidar su procedencia, distingo a una niña de piel pálida de pie justo entre la nada, viene lentamente hacia donde estoy yo, su cabello está alborotado y se mece lentamente.

¿Qué hace una niña en un lugar como este?

Todo está mal, nada tiene sentido.

Trato de realizar cualquier movimiento, necesito escapar, cada fibra de mi ser me grita que no debería estar aquí.

La estática sigue sonando de manera entrecortada.

La chica avanza paso tras paso y cada vez noto más que algo anda mal con su forma de caminar, su rostro, su cabello, ni siquiera sé si está caminando realmente.

Lo único que me brindaba seguridad se ha extinguido, mi cordura, la luz se apagó.

No veo nada pero sé que está frente a mí, solo nos separa el sucio visor. No logro distinguir sus rasgos, solo su piel blanquecina... no respira.

Mis músculos se entumecen.

Siento un susurro cerca de mi oído y logro entender un par de sonidos ahogados que durante un momento llenaron toda esta penumbra, un par de palabras que no fueron.

-ustedes solo han traído muerte.

Y grité.

Grité hasta que me doliera la garganta, mis ojos giraban de manera desquiciada buscando escapar en todas direcciones. Convulsionaba del pánico, ya no podía aguantarlo, mi cabeza no estaba entendiendo nada.

Sentía golpes contra mi cuerpo, y un eco metálico que llenaba el vacío. Sentía que todo estaba a punto de derrumbarse, la oscuridad abrió sus fauces nuevamente y atesto su último golpe...

Solo quedó el frío...

Fui devorado

La estática sonaba lejana, parecía venir de una radio, no sé muy bien, todo suena distorsionado.

-“estática”... tengo confirmación visual, procedo a descender,... “estática” central profundidad a, “estática” metros.

Vuelvo a ser arrastrado, noto como un hilo de sangre se desliza de mi nariz.

-procedo con tanque de emergencia central.

-afirmativo, proceda.

Una luz naranja se cuela a través de mis párpados, trato de abrir mis ojos pero solo veo burbujas.

-está consciente aún, “estática”... siguiente punto de descompresión.

Las burbujas traen consigo un llanto lejano.

Siento que todo da vueltas, y por un segundo veo el fondo...

No fue un sueño... allí estaba ella, su cabello estaba flotando, no me hallaba solo, nunca lo estuve.

Un piso de cadáveres de toda índole se encontraba allá abajo, cientos de cráneos y restos humanos enmohecidos.

Embarcaciones olvidadas, arpones oxidados, esqueletos titánicos, odio y miedo... mucho miedo.

Ella abrió su boca y susurró un canto de desconsuelo bajo el agua.

Me desvanecí.

Desperté en la central, con hipotermia y múltiples contusiones, a la espera de exámenes para ver algún posible daño cerebral debido a una estancia prolongada con falta de oxígeno en el lecho abisal.

Nadie sabe lo que pasó.

Aparentemente sufrí un colapso nervioso en pleno descenso, durante una operación de búsqueda de material histórico.

Solo yo sé lo que en verdad sucedió, solo yo sé que nunca debemos volver a sumergirnos hasta allá, que hay lugares vetados para el ser humano.

Ahora de vez en cuando, miro la playa desde lejos y puedo escuchar como las olas traen consigo lágrimas a la tierra.

De vez en cuando, puedo escuchar un llanto allá a lo lejos, allá donde todo es olvidado bajo la mar.



Texto e ilustración: Ángel Adan Astorga Herrera.


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