El abuso sexual irrumpió en sus infancias y hoy rompen el silencio para prevenir y ayudar

Son jóvenes salteñas, sobrevivientes del horror padecido en sus propias casas, que buscan visibilizar una de las peores formas de violencia que sufre una de cada 5 chicas y uno de cada 13 chicos, según la OMS.

11 Mar 2018
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Imágenes ilustrativas

Las unió el horror que por mucho tiempo callaron sin quererlo, porque inconscientemente bloquearon aquello que quebrantó sus infancias. En sus propias casas sufrieron una de las peores formas de violencia cuando ellas apenas comenzaban la escuela: el abuso sexual vino de parte de quienes confiaban y las cuidaban. Meli y Eva son dos jóvenes salteñas que sobrevivieron a la atrocidad vivida durante su niñez y hoy buscan romper el silencio y visibilizar este tipo de violencia del que poco se habla y sufren una de cada 5 chicas y uno de cada 13 chicos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En la plaza, en las marchas por la igualdad y en contra de la violencia y a través de las redes sociales, las chicas comenzaron a “sacar la voz” y hablar de algo que les causó mucho dolor y aún transitan el proceso de poner en palabras lo que les fue impuesto como secreto.

Así surgió la página en Facebook “Sacar la voz”, desde donde difunden información para prevenir este delito y también organizar talleres y grupos de contención para víctimas y sobrevivientes del abuso sexual infantil.

Eva comenzó con esta idea “como parte de una lucha personal”, según ella misma cuenta. “Porque ya pasé por varios procesos hasta estar sentada aquí, contando esto; porque tiempo antes no lo hubiera podido hacer”, asegura la joven, que dejó su casa familiar en un pueblo de Salta para mudarse a la capital y estudiar una carrera universitaria.

Aquí, las voces silenciadas en su interior empezaron a hacer ruido, e inspirada por otra joven de Buenos Aires que en sus redes sociales fue procesando en palabras lo que le había ocurrido de niña (Por una infancia sin dolor), Eva inició su propia campaña. Igualmente asegura que no le fue fácil. “Costó un poco todo ese proceso, hasta el de llegar a encontrar gente que realmente se comprometa; así conocí a Meli, ella también estaba en un grupo de padecientes”, recuerda.


Los relatos

Meli tiene 25 años y hace cuatro que se animó a contar sobre lo que en su propia casa ocurría. Recibe ayuda psicológica desde el Estado, pero se siente sola en ese grupo terapéutico.  “La mayoría va por violencia doméstica, de pareja, y cuando yo hablaba era otro tema; sentí la necesidad de un grupo específico para esto”, cuenta y advierte que desde el gobierno no vio una campaña al respecto.

“En este tiempo me conocí con personas que pasaron por lo mismo y me di cuenta que era tabú, que no se estaba hablando del tema. Así surgió la idea (con Eva) de acompañarnos terapéuticamente”, agrega.

“Es que se tiene que hablar por más que haya pasada mucho tiempo, para evitar futuros abusos”, remarca Eva, quien hoy tiene 23 años y desde los 15 empezó a romper el silencio.

“Fui abusada por uno de mis hermanos que vivía en mi casa, desde los 6 a los 12 años, él era mayor que yo”

El develamiento

“Me llevó todo un proceso el hablar, el salir y empezar a buscar ayuda. Como que te cae la ficha de que esos no eran juegos de niños ni nada por el estilo”, cuenta Eva.

“Yo tuve un periodo de bloqueo mental, que me impedía darme cuenta de lo que estaba pasando. Hasta que en la adolescencia me di cuenta de lo que me había pasado y comenzó todo el proceso de asimilación, de sanación, de buscar ayuda”. Recuerda que esto fue cuando aún vivía con su familia, en el interior de la provincia.

“Fui abusada por uno de mis hermanos que vivía en mi casa, desde los 6 a los 12 años, él era mayor que yo”. Eva aún no lo denunció en la justicia. Entiende que esto es parte de su lucha personal que va de la mano con su campaña de visibilización del tema. “Voy concretando etapas”, afirma.

En su familia varias personas saben lo que sufrió, pero no recibe la contención que desea. “Eso suele pasar a muchos. He estado en tratamiento, en terapias con especialistas, y busco contención en compañeras que hayan pasado lo mismo”, comenta. Además, Eva, en sus redes sociales canaliza este tema con publicaciones de prevención y concientización. Algo que Meli rescata de su compañera, por lo que aún ella no se anima hacer.


También en la adolescencia de Meli, los abusos sufridos en su niñez empezaron a develarse. “Yo lo bloqueé muchísimo, pero detonaba en otros problemas de rebeldía, en el colegio y con las relaciones. Nadie entendía y yo tampoco decía nada”, relata.

Pero el reconocimiento vino más tarde: “Más de grande me pasó que una chica, cerca de los 20 años, que estaba haciendo teatro conmigo, me da la mano y me dice que tenía que contarme algo. Me empieza contar su historia y le dije ‘yo también’. Lo entendí escuchándolo. Y de ahí rescato la importancia de contar y que en algún momento va haber un espejo”.

Meli fue abusada por su primo, entre los 6 y 9 años. “Él tenía 28 y vivía en mi casa. Mis padres trabajaban; mi mamá era docente rural entonces estaba mucho tiempo afuera y mi papá trabajaba muchas horas. Entonces él me cuidaba y abusaba de mí. Después se fue, se recibió de docente y trabaja en una escuela”, explica algo que con el tiempo fue generándole mayor preocupación: su abusador enseña a chicos. “Hay más personas en riesgo”, se dijo a sí misma.

Transitar la denuncia

“Cuando hablé con la psicóloga, me dijo que por todo lo que me hizo probablemente esta persona lo vuelva a repetir”, advierte. Por esto habló son sus familiares, hizo averiguaciones y buscó ayuda, hasta que hizo la denuncia en la Justicia.

“Para denunciar hice mucha terapia primero”, dice y recuerda que las veces que fue a la Fiscalía, a declarar o ver en qué estado se encontraba su expediente, volvía a recapitular su historia y el dolor hacían tambalear los ánimos. Meli asegura que en esta etapa se necesita estar fortalecida y contenida. Aunque pasó por momentos depresivos, ella siguió su lucha y hoy espera que se haga justicia.

Ambas, como sobrevivientes del abuso sexual infantil, explican que, “como un mecanismo de defensa” tal vez, silencian durante cierto tiempo aquello que cuando eran niñas no entendían, pero les hacía daño.

“Inconscientemente uno dice: 'no quiero ahondar ahí porque sé que me va a doler'; pero en algún punto nos despertamos”. Y para ese despertar, Eva y Meli reclaman además que la educación sexual se imparta en todas las escuelas y la información llegue tanto a niños como a adultos.  


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