Morandini: "cada generación tiene que recrear el ‘Nunca Más’"

Norma Morandini visitó Salta para participar del foro ‘Nuevos Desafíos del Periodismo’ y debatir sobre la libertad de expresión y prensa en Argentina.

24 Mar 2018
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Norma Morandini pasó por Salta. La periodista y política participó de la cuarta edición del ciclo ‘Nuevos Desafíos del Periodismo’, allí expuso su visión sobre el periodismo en Argentina y la realidad de la libertad de prensa y expresión. En diálogo con LA GACETA también habló sobre la gestión de Mauricio Macri y la herencia kirchnerista.

-. ¿Cómo analiza en este contexto político social y económico a la libertad de prensa y expresión?

Hemos avanzado mucho. A mí siempre me impresionó la escasa conciencia que tenían los mismos periodistas sobre el significado de la prensa en un sistema democrático. La prensa es inherente al sistema democrático, la libertad de expresión es el corazón de los Derechos Humanos, no lo conceden los gobernantes. La Declaración Universal de los Derechos del Hombre en su artículo 19 lo dice claramente: “todos tenemos derecho a expresarnos, nadie puede ser perseguido por sus opiniones”.

Formalmente hemos avanzado mucho, en el sentido que sabemos que tenemos ese derecho y hay un consenso social sobre la libertad del decir. Sin embargo, estamos viviendo algo muy difícil de detectar que es que hoy decir lo que se piensa en nuestro país no tiene riesgo de vida pero tiene riesgo emocional. En los últimos días escuche de las personas con las que hablo de cualquier ambiente y dicen ‘uh! Por esto me matan’, y cuando escribo un artículo me dicen que tengo mucho coraje, pero pienso que si estamos en la cuarta década democrática decir lo que se piensa es un acto de honestidad, no de coraje.

¿No será por eso que están ofuscados unos con otros, no será por eso que tenemos una enorme dificultad de respetar al otro con ideas diferentes? Eso contamina mucho la democracia, porque la democracia es diversidad, pluralismo, la igualdad ante la ley. No se pueden invocar los derechos humanos y después no respetar al otro en el derecho que tiene a opinar. Yo creo que esto nos ha pasado por los años que hemos vivido en la época del kirchnerismo donde fui diputada del 2006 al 2009 y termine como senadora en el 2015 y en el programa 678 se nos burlaban, nos mataban la reputación, nos hacían desaparecer.

Esos han sido años duros, donde yo creo que estuvimos a punto de perder la democracia como concepción de libertad porque no hay libertad si no hay democracia, sin igualdad no hay democracia.

Es un momento interesante porque necesitamos volver a tener un buen periodismo, porque las redes sociales y el ciudadano que ahora se expresan y la democratización de la expresión no quiere decir que lo que circula por las redes es información. Está lleno de ejemplos sobre todo los que nos vienen de una cosa brutal de Estados Unidos, el famoso ‘pizza gate’. Donde un joven de Carolina del Norte llegó tirando tiros a una pizzería porque en las redes había leído Hillary Clinton abusaba de niños o que el Papa Francisco apoyaba a Donald Trump y eso tenía mucha más interacción que las noticias reales del periodismo como lo conocemos.

Es un desafío para el periodismo hacer buen periodismo, porque solo el periodismo es él que va y chequea para ver si una información es verdadera o falsa. Lo que hace un buen periodismo es que frente a algo que le da sospecha que es un rumor o una noticia falsa o es propaganda si no sirve la tira al tacho de la basura. Pero esto es la función del periodista por eso el periodista tiene que ser creíble y solo son creíbles aquellas personas que aun en el riesgo emocional de decir lo que se piensa hay que hacer el esfuerzo por lo que uno sirve a la ciudadanía. El periodismo no puede ser militante no puede ser de obediencia porque somos empleados del público, no empleados públicos.

-. ¿Por qué crees que se llegó a este riesgo emocional de dar su visión sobre un tema?

Yo creo que no es un fenómeno que se da en la Argentina sino lo que pasa en todo el mundo. Antes el poder, los periodistas escribíamos columnas, pero no interactuaba con el lector, había una situación de poder. La información era solo en un sentido.

Ahora se ha democratizado el decir, ha cambiado todo, hay mucho ruido porque cuando vos escribís hay una instancia de reflexión y esa instancia te doma cualquier enojo que tengas. En cambio si algo te provoca una emoción, siempre es la descalificación personal no la argumentación para refutar la idea que nos viene escrita por un medio de comunicación tradicional, es un aspecto.

Me parece también que hay demasiado ruido y la reflexión siempre se hace en silencio, hay un exceso de información y un buen periodista es el que sabe que hacer después con esa información. En cambio el ciudadano que no es periodista y que esta todo el tiempo en la red, tiene una relación mucho más emocional con lo que lee.

Yo creo que el periodismo siempre ha mediado entre la información del Estado y el ciudadano, ese es su papel. La política también media porque en las elecciones los ciudadanos eligen aquel que lo va a representar para que tome decisiones en su nombre.

Ahora las redes sociales dan la sensación, se ha sacado la mediación entonces yo le llamo a eso la uberizacion de la política y del periodismo. Se ha uberizado, se saca la mediación que es la función de la prensa y después viene la pregunta ¿Es un ciudadano el que insulta anónimamente? No es un ciudadano porque no pone nombre ni apellido, una persona que escribe una carta de lectores pone su nombre y su apellido ahora si apreciamos la libertad de expresión debemos ser capaces de hasta aceptar la ofensa del otro. Lo que no se puede permitir con la libertad de expresión es la incitación al odio y la violencia.

El limite a la libertad de expresión es la incitación al odio y la violencia como lo dicen todos los tratados internacionales de derechos humanos, la biblia de los derechos humanos para los latinoamericanos es el Pacto de San José de Costa Rica y en su artículo número 13 dice claramente la libertad de expresión no puede ser utilizada para incitar al odio y la violencia. Nos está faltando que esto esté en el debate público, nos está faltando control. Si nadie le puede decir al otro cómo pensar, cómo escribir pero si cuando se atraviesa esa línea de incitación a la violencia ahí si me llama la atención de como nunca la justicia actúa o por lo menos se advierte que está cometiendo una falta.

-. ¿Por qué crees que Argentina estuvo al borde de perder la democracia con el kirchnerismo?

Sí, porque el parlamento que es un poder autónomo era manejado por el poder Ejecutivo. Te puedo dar ejemplos porque presidía una comisión de Población y Desarrollo a la que le competen todos los temas de Derechos Humanos y nunca me dieron quórum por lo que yo tenía que hacer funcionar la comisión promoviendo encuentros, haciendo otro tipo de actividades. Debatíamos las leyes y no se modificaban. En cambio hoy, lo interesante es que llevo un proyecto y se negocia, sale al Senado y no es el mismo que ha entrado, esa es la práctica democrática. Conseguir el consenso y la argumentación.

-. ¿Qué cambió en Argentina con la llegada de un nuevo gobierno?

Yo creo que hubo un corte generacional visible. A mí me maravilla que sean jóvenes nacidos y educados en libertad, y no me importa el signo político que tengan. Lo que es real es que tenemos una rareza histórica: vos mirás hacia atrás mi generación, siempre ha tenido en algún momento de su vida autoritarismo, en algún momento de la vida hemos tenido miedo, en algún momento nos dijeron qué pensar, qué libro leer, qué película no podíamos ver y cómo vestirnos.

Siempre les digo a los jóvenes que cuando miren mi generación sean indulgentes porque realmente lo que pasó en los años 70 y lo que vino después de la dictadura ha sido trágico para el país. Pero así como les pido benevolencia también les recuerdo miren de lo que se salvaron y aprecien vivir en libertad. Porque solo con la libertad podes denunciar que te falta el pan, que te censuran, que te discriminan.

También cambiaron las cuestiones institucionales. Por ejemplo: el Jefe de Gabinete (Marcos Peña) viene todos los meses como manda la Constitución. En mis 10 años de legisladora apenas venía Jorge Capitanich algunas veces y había un largo monólogo en el que no se podía repreguntar.

Por otro lado, cuando se habla de los ministros se los interpelan y vienen al Congreso. Yo me canse de hacer pedidos de informes que nunca se respondían. Ahora tenemos la Ley de Acceso a la Información y Argentina era el único país de la región que no tenía esta ley. Estos son algunos indicios de cosas que tienen que ver con la libertad de expresión y que es lo que hace diferente. Con esta ley cualquier periodista tiene derecho a entrar en la información que tiene el Estado. Y eso es una novedad. El que se respondan los pedidos de informe, el que los ministros sean interpelados, el que el Jefe de Gabinete venga, eso es una diferencia institucional muy grande.

También tenemos que superar esa etapa adolescente de querer todo ya. Los procesos culturales llevan tiempo. Los jóvenes viven una vida diferente, sus padres los tratan de otra manera, porque hacen cosas que a lo mejor sus padres o sus abuelos no hacían. Entonces me parece que en ese sentido es un gran desafío para los intelectuales no aplicar a este tiempo que vivimos las categorías viejas que venimos aplicando, veamos lo nuevo.

Hay que criticar las cosas que uno crea que hay que criticar, porque uno al final la contribución de la prensa no es la obsecuencia como en el caso de los militantes. El militar obedece, la democracia es deliberación y la prensa debe ser una prensa que tenga credibilidad con quienes la leen y que además ejerza esa función de poder hacer advertir las cosas que están mal.

La diferencia entre un bloguero que tiene todo derecho a expresarse no es lo mismo que un periodista que tiene que formarse. El periodista debe ser un profesional para no dar noticias falsas.

-. Se cumple un nuevo aniversario del Golpe de Estado de 1976 ¿Qué debe hacer la sociedad argentina para no volver atrás?

Cada generación tiene que recrear el ‘Nunca Más’ porque ese fue el mayor consenso al que llegó nuestra sociedad. Quedó plasmado en el alegato del fiscal Julio Strassera cuando se juzgó y se condenó a la junta militar.

Cada generación que llega tiene que decir nunca más y comprometerse con la política en condenar la violencia, cualquiera sea su forma y origen.

Yo hoy vivo el 24 de marzo con alegría porque ha triunfado la vida sobre la muerte. El que vayamos a entrar a los 40 años de democracia ininterrumpida, que tengamos rutina electoral y nuevas generaciones educadas en libertad es un motivo para celebrar. Sobre todo en un país donde todavía la muerte se enseñorea y el pasado nos pone en situaciones que todavía no se han resuelto y que tenemos que debatir.

-. ¿La llegada de Mauricio Macri a la presidencia representa un retroceso en materia de Derechos Humanos?

No, porque en realidad de los Derechos Humanos se apropió de una progresía que se apropió políticamente. Entonces esa progresía que construyó un relato de que ellos eran los dueños de esas banderas.

Si vivimos en democracia los derechos humanos no son ideológicos. Lo que hay es la irresponsabilidad en decirles a los jóvenes que esto es un gobierno de dictadura porque es una ofensa a las víctimas, es no saber qué es una dictadura. Cuando hay dictadura ni siquiera podés denunciar que hay una dictadura porque se corre riesgo de muerte.

No se puede ser tan frívolo de decir vivimos en dictadura cuando podés despotricar, podés insultar y nadie te persigue por las cosas que decís. Aspiro a que los Derechos Humanos salgan de la órbita de las organizaciones, caminen entre la gente, la ciudadanía se apropie y que sean el instrumento de participación ciudadana. En la medida que más se participe más vamos a democratizarnos.

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