La vida después de la guerra: entre los recuerdos imborrables y el dolor de las familias

Héctor Eduardo Sibilla, José Ortega y Anastacio Vilca Condorí relataron sus experiencias en el combate, los momentos más duros y cómo siguió su vida como excombatientes.

02 Abr 2018
4

Imagen tomada de Cuba Debate

A 36 años de aquel 2 de abril de 1982, excombatientes de Malvinas contaron a LA GACETA cómo vivieron la guerra desde sus distintos puntos de vista. Héctor Eduardo Sibilla fue jefe de contrainteligencia,  José Ortega perteneció a la agrupación de comandos anfibios y Anastacio Vilca Condorí se desempeñó como enfermero miembro de sanidad en combate.

Para ellos el 2 de abril es volver a comprometerse: cumplir con el compromiso con nuestros caídos en combate y renovar ese compromiso día a día.


JOSÉ ORTEGA Y LOS RECUERDOS HECHOS MUSEO

Tenía 22 años cuando fue a la guerra y perteneció a la unidad de profesionales. Desde los 14 años que ingresó a la armada estuvo convencido de que ser soldado era lo que quería que hacer.

“Al principio sentí incertidumbre porque no sabíamos dónde íbamos. Cuando nos enteramos doce horas antes del desembarco que nos dirigíamos hacia Malvinas todo fue alegría, euforia y entusiasmo por saber lo que íbamos a hacer y porque casi después de 150 años volvíamos a recuperar algo que era nuestro y estaba ocupado desde enero de 1833. Nunca habíamos experimentado una situación real de guerra con enemigos externos, salvo las escaramuzas por la subversión”, contó Ortega.

José afirmó que el miedo no era una opción “porque no tuvimos tiempo para pensar en el miedo, solo debíamos ejecutar la operación tal cual se la había planificado, según la orden. Tuvimos poco tiempo para prepararnos en cuanto al objetivo”.

El ex combatiente junto a los demás soldados que pertenecían a la agrupación de comandos anfibios, estuvieron tres días en Malvinas: el primer día fue el desembarco, el segundo día tomaron Malvinas y el tercero recuperaron todas las instalaciones de Malvinas y se entregó al mando militar argentino. Allí su misión había terminado y el Ejército Argentino, la Marina y la Fuerza Aérea se prepararon para la defensa.

En ese momento reunidos en una causa común, la lucha por la Patria, se generaron vínculos que no los genera la vida cotidiana. José cuenta que si bien entre los distintos escalafones habían bromas, por ejemplo entre la infantería y la marina se decían "gaviotas" o "bichos verdes" en el caso del comando anfibio, al momento de trabajar en conjunto ganaba el respeto y hasta a veces se generaban amistades que duran hasta el día de hoy, 36 años después.

“La relación fue muy buena. Mucho más cuando vamos por un objetivo nacional, por una meta de nuestra patria. Con mis amigos seguimos hablando, seguimos teniendo un vínculo. Hay momentos que no vamos a olvidar, la ayuda que se recibía cuando la necesitaba en cuestiones que yo no tenía experiencia, esos gestos no se olvidan”

Ortega conoció a otros salteños y al momento de la guerra eso le generaba una emoción distinta, encontrar a alguien de su lugar lo hacía sentir más protegido.

“En la agrupación de comandos anfibios lamentablemente la familia queda en el segundo plano. Uno como soldado elige y abraza la profesión que es lo que más le gusta, yo en ese entonces tenía a mi madre y a mis hermanos y nada más, no tenía novia, esposa, ni hijos. Cuando mi mamá se enteró que yo estaba en Malvinas ella se anotó de voluntaria, tenía dos hijos menores y no le importó y se anotó de voluntaria para ayudar con los heridos o cualquier cosa que sea necesaria”.

El momento más duro que le tocó vivir fue la muerte de su Capitán, Pedro Edgardo Giachino. “Las balas no tienen destino, no tienen jerarquía, ni nombre. No hay una bala que diga José Ortega, me podía llegar a mi o a otro compañero y le tocó a nuestro capitán. Ese fue uno de los momentos más duros que viví porque el capitán es conocido a nivel mundial por su comando y también por el respeto que le tenían sus pares, superiores y sus alternos”.

El excombatiente Ortega tiene en su casa un pequeño museo que fue armando con elementos de la guerra, “tengo una navaja inglesa que adquirí cuando recorrí desde Ushuaia a La Quiaca para recaudar cosas de Malvinas y hacer un museo en la biblioteca con la versión de todos los excombatientes. También tengo una pistola de 16 milímetros descartable que era de los ingleses, su comida y un auricular que saqué de la central de comunicaciones”.

Después de Malvinas, su concepción de la guerra y su vida cambiaron rotundamente: “al principio pensé que no nos correspondía nada porque era mi trabajo, después me enteré que sí porque podríamos haber muerto y podría ser mi madre una de las madres del silencio que lloraría a su hijo. Podría haber quedado cuadripléjico o ciego”, convencido de eso mira la guerra de otra forma, y todo lo demás pasa a un segundo plano.

Algunos veteranos de guerra sufren crisis emocionales, psicológicas, los invaden los recuerdos y sueños y la nostalgia de recuperar lo que perdieron. “Perdí mi familia en este momento, ahora estoy con mi segunda pareja, pero mi primera familia a quien amo los perdí y te preguntás todos los días por qué: por falta de comprensión, entendimiento o no sé si fui yo el que falló, no encuentro respuestas. Pero sí espero que mi nueva familia me entienda”

"Cada soldado sabe que entre todas las posibilidades que tenemos existe la muerte, hicieron patria, hacen patria y el pueblo lo ve y lo reconoce. Ojalá los gobiernos puedan hacer lo mismo que la población"


ANASTACIO VILCA CONDORÍ, UNA HISTORIA DE PÉRDIDAS FAMILIARES Y VICTORIAS PERSONALES

Anastacio estuvo en el ARA Bahía Paraíso. Él fue con sus dos hermanos, Mario de 16 años y Juan de 23, aunque ellos se encontraban en el ARA General Belgrano.

“Yo tenía mi profesión de enfermero y me tocó desempeñarme en la función como miembro de sanidad en combate”, afirma a LA GACETA Vilca Condorí, “pero en el camino se presentaron situaciones más allá de esa actividad, colaborando con anestesia, siendo ayudante de cirujano, de todo un poco. Estaba preparado para eso y para desempeñarme dentro del mar, aire y tierra”.

A sus 21 años le tocó vivenciar situaciones muy difíciles, “lo más difícil es cuando debes ayudar a los heridos en combate debes tratar de animarlos y encaminarlos en el momento de desesperación, cuando pedían a gritos que los ayudes y los cures”. Si bien esos soldados estaban shockeados y muy heridos, tenían los ánimos, el valor y la fuerza de volver a combatir recuerda Anastacio.

La primera parte de su experiencia de la navegación fue el socorro del Belgrano. “Fue muy duro porque ahí estaban mis dos hermanos y con ellos la comunicación era casi nula a través de sistema de radiocomunicación. Pasaban las horas y yo no tenía noticias de ninguno de los dos, hasta que me enteré que Juan se había salvado, pero Mario dejó su vida en el hundimiento del Crucero ARA Gral. Belgrano".

“Cuando sucedió esto, mi madre no resistió. Tuvo problemas cardíacos muy fuertes, emocionalmente se sentía muy mal en una preocupación permanente según cuentan mis vecinos y familiares. Mi papá terminó muy mal también porque perdió a mi mamá y a su hijo”.

“Un hecho particular que nos pasó a nosotros. Fue que el buque nuestro estaba afectado al operativo de recuperación de las Malvinas y dentro de esa recuperación le toco accionar en las Islas Georgias del sur. Nuestro buque estaba muy marcado por los ingleses pero nosotros pensábamos que era una ballena y no podíamos interceptar al submarino pero nos damos cuenta que esa ballena estaba cada vez más cerca y nos tenían más en vista para atacarnos. Ahí abandonamos el naufragio hasta que llegamos al canal de Beagle y posteriormente a Ushuaia”, relató Anastacio.

Los ingleses utilizaban una estrategia psicológica, enviando noticias falsas en las que afirmaban que buques argentinos habían sido interceptados, estaban averiados y que la mitad de la tripulación estaba perdida sobre el agua. Se difundía esa noticia y la gente sufría mucho más como en el caso de su madre. “La muerte de mi mamá es una muerte más de las producidas por esta guerra” afirmó Vilca Condorí.

Su vida luego de Malvinas, en un principio fue muy dura “porque caímos, perdimos muchos compañeros y estábamos arriesgando nuestra vida. No se supo distinguir y nos metieron en la misma bolsa a todos y aun así dijeron que nosotros éramos culpables de la derrota y eso se contagió a la gente y en las instituciones”.

"Decir que eras Veterano de Guerra era una vergüenza total y eso fue duro. A veces nos juntábamos entre nosotros y nos dábamos ánimos. A compañeros les negaban trabajos por este motivo; pero ahora pasaron los años y por suerte eso se revirtió"

Anastacio luchó y trabajó por una ley para la salud, la vivienda y el trabajo de los veteranos de guerra, además de brindarles la posibilidad de estudiar. "Muchos de ellos no eran profesionales, sobre todo los del servicio militar obligatorio. Había muchos que no sabían leer ni escribir, como en el caso de Oscar Ismael Poltronieri, muy buen amigo y que recibió la máxima condecoración del combate en Malvinas. No sabía leer pero su acción heroica de estar al frente del combate y de salvar a decenas de compañeros jugándose la vida entera” relató el ex combatiente.

En estos años, Vilca Condorí reflexionó profundamente sobre el sentido de la guerra. “Yo tengo un rechazo total a todo tipo de guerra, la guerra no siempre está dentro de lo que es el combate de un estado contra otro, sino que a veces nace desde lo más minúsculo de la vida cotidiana, de la familia, de los amigos, en las escuelas. La intolerancia que es el foco principal del conflicto y que lleva a una guerra. La guerra está en todos los ámbitos y dentro de la misma sociedad” apuntó Anastacio.

Al día de hoy el ex combatiente realizó emprendimientos a nivel personal, se recibió de abogado, cursó especialidades y maestrías e intensifica su carrera dentro del Estado. Además forma parte de la Confederación de Combatientes de Malvinas de la República Argentina.


HÉCTOR EDUARDO SIBILLA Y EL CUMPLIMIENTO DEL DEBER

Terminó la Escuela de Inteligencia Naval con medalla de oro y en la Guerra de Malvinas fue teniente de navío.

“Me hice cargo de contrainteligencia en la base aeronaval de Río Grande. Cuando me avisaron me subí en la base aeronaval de Ezeiza a un F28 que llevaba un montón correspondencia y con el piloto no entrábamos así que traté de agarrarme porque no había asientos”, relató Eduardo.

Contrainteligencia es el cuidado de todo lo que puede hacer algún daño, tanto de los factores internos como externos. “Me acuerdo que logré conseguir de la plataforma petrolera un Jeep y walkies tolkies, pero los recursos eran muy limitados, así que cada cual tenía que ver como conseguía las cosas” recordó Sibilla.

"Cada cual se la arreglaba pomo podía, no había nadie que te vaya a ayudar"

Eduardo afirmó a LA GACETA que la soberanía además de proclamarla, se debe ejercer y denunció profundamente que los chilenos no estaban de nuestro lado, sin embargo: “lo que me llamaba la atención era que había un hombre que cargaba los combustibles a los aviones, Oyarsún se llamaba, le pregunté de dónde era y me dijo que era chileno, así que empecé a revisar y la mayoría de los camioneros eran chilenos. Una vez fui a un hotel a tomar una gaseosa y la dueña del hotel también era chilena, había otra parejita de chilenos. ¿Cómo podía ser que yo era el único argentino en suelo argentino?”

La tecnología con la que contaba Argentina era muy precaria, “me preocupaba mucho por los pilotos, los elementos no estaban bien, por ejemplo los asientos de los A4B tenían los cartuchos de propulsión de los asientos para eyectarse y no podían eyectarse porque estaban todos vencidos menos uno. Nuestros aviones eran casi de piedra” aseguró el ex combatiente.

Además contó que de las bombas con las que contaban no todas explotaban cuando las arrojaban a los barcos ingleses, por lo que confiaban más en sus cañones de 30 (ametralladoras). “A veces le conectábamos en la ametralladora la cámara para filmar y veíamos como le tiraban a los barcos, pero las bombas no explotaban” dijo.

Lo más duro que debió vivenciar desde su puesto como Jefe de Contrainteligencia fue cuando volteaban a los pilotos por la tecnología avanzada que tenían los ingleses del año 82 "frente a la nuestra del año 57" contó Sibilla.

Cuando él se enteró que habíamos perdido la guerra, afirmó que la veía venir pero que el hizo su trabajo, cumplió con las ordenes y luchó por la Patria como lo hicieron tantos soldados. “Habían muchos héroes y héroes anónimos” apuntó.

“Cuando volvimos a Argentina llegué todo barbudo, sucio, salí como a las 3 de la mañana. Había gente que te miraba mal, como si fueses un bicho raro. Cuando llegamos, a algunos los insultaban como si el tipo tuviera la culpa de haber declarado la guerra y haberla perdido”, recordó sin entender el porqué de esas reacciones.

Luego de la guerra muchos esperaban que hubieran cambios significativos, sin embargo, “después de Malvinas se determinaron una serie de errores que tenemos que enmendar. Había una comisión de revisión naval que me cambió la parte de arriba del uniforme, me pusieron un pullover en vez de la chaquetilla gris y después de eso dijeron que estábamos un poco gordos y fuera de estado” aseguró.

"A mí lo que más me preocupa es la falta de ejercer soberanía en el sur, el ejercicio de la soberanía real"

El 2 de abril Héctor Eduardo Sibilla lo vive muy tranquilo porque “yo hice todo lo posible dentro de lo que me tocaba hacer y de lo que se podía. A mí me mandaron medio anónimo, no sé si me habrán anotado en algún lado, nunca cobré nada, era parte del trabajo. Lo hice sin odio, lo hice solamente por luchar por la patria e hice lo mejor que pude, como un montón de tipos que hicieron todo lo que pudieron”.



En Esta Nota

Guerra de Malvinas
Comentarios