El Principito es algo más que un libro

Es el libro no religioso más traducido del mundo -265 lenguas y dialectos (entre ellos, el toba)- y, con 145 millones de ejemplares, un extraordinario fenómeno editorial. La Argentina fue el primer país en editarlo en español.

15 Abr 2018
1

Algo más
que un libro
Dentro del terreno de los libros, El Principito es un título sobresaliente. Es un long seller con 1.300 ediciones en casi todos los idiomas que sigue siendo un punto de contacto entre varias generaciones que pasaron por sus páginas. Breve y ágil, toca las fibras sensibles de todos los públicos lectores. Grandes, adolescentes, chicos; lectores más o menos entrenados, ligados a las más diversas culturas y con realidades y perspectivas diferentes.
Pero como bien afirma Jorge Carrión, en un artículo reciente del New York Times, la obra de Saint-Exupéry trasciende el campo editorial. El libro generó infinidad de musicales, obras teatrales, adaptaciones cinematográficas, televisivas y radiofónicas. También un parque temático, tiendas con productos y muestras de arte. Más que un clásico es una industria.
Esa industria surge de la potencia del relato para convertirse en mito. El autor escribe en medio de la Segunda Guerra Mundial un texto con un mensaje de paz y tolerancia que en ese contexto no puede ser más movilizador. Pero la historia trasciende con creces su época. Se adelanta a temas del futuro (la ecología, la inclusión, etcétera) y, al mismo tiempo, se mete con las grandes cuestiones filosóficas de siempre. Tiene frases potentes por la adecuada combinación de conceptos metafisicos con una formulación ambigua, susceptible de interpretaciones múltiples, y con una estética poética que hace que se graben en la memoria de sus lectores, como la que postula la invisibilidad de lo esencial.
El origen del libro y el final de su autor alimentan la leyenda. Todo nace con el accidente aéreo del autor en el desierto de Libia. Y todo termina con un avión que desaparece.
© LA GACETA

Por Carola Méndez - Para LA GACETA - Rosario

Dentro del terreno de los libros, El Principito es un título sobresaliente. Es un long seller con 1.300 ediciones en casi todos los idiomas que sigue siendo un punto de contacto entre varias generaciones que pasaron por sus páginas. Breve y ágil, toca las fibras sensibles de todos los públicos lectores. Grandes, adolescentes, chicos; lectores más o menos entrenados, ligados a las más diversas culturas y con realidades y perspectivas diferentes.

Pero como bien afirma Jorge Carrión, en un artículo reciente del New York Times, la obra de Saint-Exupéry trasciende el campo editorial. El libro generó infinidad de musicales, obras teatrales, adaptaciones cinematográficas, televisivas y radiofónicas. También un parque temático, tiendas con productos y muestras de arte. Más que un clásico es una industria.
Esa industria surge de la potencia del relato para convertirse en mito. El autor escribe en medio de la Segunda Guerra Mundial un texto con un mensaje de paz y tolerancia que en ese contexto no puede ser más movilizador. Pero la historia trasciende con creces su época. Se adelanta a temas del futuro (la ecología, la inclusión, etcétera) y, al mismo tiempo, se mete con las grandes cuestiones filosóficas de siempre. Tiene frases potentes por la adecuada combinación de conceptos metafisicos con una formulación ambigua, susceptible de interpretaciones múltiples, y con una estética poética que hace que se graben en la memoria de sus lectores, como la que postula la invisibilidad de lo esencial.
El origen del libro y el final de su autor alimentan la leyenda. Todo nace con el accidente aéreo del autor en el desierto de Libia. Y todo termina con un avión que desaparece.

© LA GACETA

PERFIL

Antoine de Saint-Exupéry nació con el siglo, el 29 de junio de 1900, en Lyon, Francia. Fue rechazado en la Escuela Naval y se hizo piloto a partir de su ingreso en el servicio militar. Fue un pionero de la aviación. Trabajó varias años como piloto de una compañía de correo aéreo. En 1926 publicó con éxito su primera novela, El aviador. Con Vuelo Nocturno (1931) afianzó su prestigio. En 1935 se vio obligado a aterrizar de emergencia en el desierto del Sahara, donde pasó varios días deshidratado y con alucinaciones. Ese accidente inspiró su obra más célebre. En julio de 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, desapareció junto con su avión en una misión.

Comentarios