Midachi Kindon: los payasos perdieron el pelo pero no las gracias

Te contamos cómo fue el show que trajeron Dady Brieva, Miguel Del Sel y el Chino Volpato al Teatro Provincial.

04 May 2018

Después de la escala suspendida de septiembre del año pasado, Midachi llegó finalmente a la ciudad y presentó en la noche del jueves, en el Teatro Provincial, el show con el que está celebrando sus 35 años de carrera.

Una gira intensa, con programación casi cotidiana en las principales capitales de todo el país, amortiza los costos y riesgos de una producción ambiciosa, con escenografía interactiva, efectos especiales y despliegue a medida de la historia del trío.

Miguel del Sel, Dady Brieva y el Chino Volpato juegan durante las más de dos horas del show con la parodia de sus propias dificultades, con el paso del tiempo, se ríen de algunos de sus fracasos y aprovechan el escenario para capitalizar la burla como una forma de camaradería.

Volpato es el que se inmola para la risa y en casi todos los sketches será el payaso del que se ríen sus compañeros, el que soporta con buena cara los chistes malos sobre su falta de talento, de gracia y carisma. Su rol de contrapunto insulso es el que destaca la chispa de los otros dos y la rutina deja lugar también para que cante un par de canciones.

Después de un clip de introducción al código animado que funcionará como hilvanador de escenas y personajes, Dady es el primero en tomar la escena. "Aquí estamos... viejos", anuncia y durante 20 minutos descargará la irritación que le producen algunas novedades y añorará los paraísos perdidos de su juventud, como cuando los lugares donde se compraba ropa tenían nombres de casas de ropa, cuando los restoranes decían que eran restoranes o los mensajes se escribían con palabras y no con emojis. "Yo soy de una época en que los baños decían 'D' de dama y 'C' de caballero", se queja.

Las referencias al pasado político de Del Sel aparecerán durante toda la noche y, casi al pasar, Brieva mencionará algunas veces los maltratos que le llegaron por las redes sociales por su apoyo al kirchnerismo. "¿Qué hace un embajador?", repite, varias veces, sin respuestas y casi no vuelve a hacer referencias a las diferencias políticas que tienen entre sí.

Las fórmulas probadas durante décadas siguen funcionando con el público nuevo y el incondicional que los sigue desde el comienzo. La convocatoria del trío perdió terreno después de los años sabáticos que se tomaron cada uno por su lado pero apuestan a recuperarla con las armas del oficio que mejor manejan.

En la escala salteña, Midachi se aprendió los nombres de algunas localidades de la provincia y las aprovechó para meterlas en el libreto con chistes circulares que esta vez tomaron de punto a Chicoana y a los espectadores que levantaron la mano cuando Del Sel preguntó si había alguien de esa localidad y después de la quinta referencia anunció: "No voy a poder ir nunca más a Chicoana".

El Conde Drácula, la Negra Sosa, la Tota y la Pochola, los hermanos Galarza en un número homenaje a Flavio Mendoza que los muestra en la peor de las formas físicas, el chef Chiribin, un enganchado de imitaciones a Bruno Mars, Shakira, Marco Antonio Solís, Maluma, Los Palmeras, Malevo, Gente de Zona. Midachi no deja nada afuera del programa y más de dos horas de show son más que las suficientes para satisfacer las ganas de volverlos a ver.

La parafernalia tecnológica, el juego de proyecciones sincronizadas con las entradas y salidas de los personajes, la pirotecnia visual y el ritmo aeróbico que mantiene el libreto son el esqueleto que los sostiene y les da forma. Pero Midachi sobrevive por algo que aparece sin sentido cuando los tres se hacen reír con las miradas, con lo que ven del otro si aparece a la vuelta del escenario en un gesto o una pose que los tienta, cuando se olvidan parte de la letra, con lo improvisado y el divertimento que fabrican con la gente. La sangre les circula en ese circuito que los vuelve corazón del circo. Los payasos que les pedimos que sean. Lo demás es lo de menos.


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