Philip Roth (1933 - 2018), el gran novelista americano

Hasta la semana pasada, para muchos fue el escritor vivo más destacado de los Estados Unidos y uno de los principales -y más injustamente eludidos- candidatos al Nobel. El autor supo hacer brotar abismos de significado en lo más sencillo de la cotidianeidad.

03 Jun 2018

El valor 
de explorar la realidad
En 2003, el célebre crítico Harold Bloom declaró que los escritores norteamericanos vivos más importantes eran Don DeLillo, Thomas Pynchon, Cormac McCarthy y Philip Roth. De los cuatro, Roth fue, además del más premiado y con mayor presencia en los medios, el más comprometido con la realidad material. En su obra, la ficción (o la forma) parece estar al servicio de la realidad y no al revés. Por eso sus personajes, que en muchas ocasiones son alter ego del autor, intentan entender algún aspecto de la realidad, ya sean los impulsos sexuales, como en El lamento de Portnoy, o bien una coyuntura histórica, como en Me casé con un comunista.
Philip Roth nació en Newark y proviene de familia judía, de ahí que las primeras inquietudes de Roth estén orientadas a la doble condición de ser judío y norteamericano. En novelas tempranas como Goodbye, Columbus se percibe el interés del autor por cómo la comunidad es vista desde afuera pero también, y sobre todo, desde adentro. Con los elogios llegaron también las críticas: como narra en su autobiografía Los hechos, durante sus primeras conferencias para alumnos universitarios se lo solía acusar de antisemita; Roth, sin intimidarse, continuaba la discusión e incluso la provocaba.
La actitud de llevar las cosas hasta el fondo es una característica que acompañó al autor de La mancha humana toda su vida. Acusado de antisemita y, últimamente, de misógino, nunca tuvo miedo de llevar sus personajes hasta el límite ni de explorar las fisuras de una época. 
El momento más lúcido de Philip Roth empieza a partir de los 50 años: sus novelas dejan de lado el crecimiento de su alter ego Nathan Zuckerman y su camino a convertirse en escritor para hablar de una época, como sucede en La contravida, Pastoral americana y Me casé con un comunista. Zuckerman ya no es el centro sino la mirada que tamiza e interpreta los acontecimientos históricos que le tocan vivir: “Una sociedad en conflicto es una sociedad que me atrae como escritor”, declaró Roth en otra entrevista. 
Con los años, el autor desarrolló una voz enunciativa muy característica. A veces es el narrador, otras es un personaje, pero en cualquier caso es una voz que parece susurrar al oído algo que no se puede decir a plena luz del día. Un ejemplo de tantos es el conocido fragmento de El animal moribundo: “Con el sexo volvés a estar en el bosque, volvés a estar en la ciénaga. Es un intercambio de dominación, un desequilibrio perpetuo. ¿Vas a eliminar la dominación? ¿Vas a eliminar la docilidad? Esperá. Vas a ver adónde conduce el dominio. Vas a ver adónde conduce la docilidad.”
Una de las tantas razones para admirar a Philip Roth es que, a diferencia de la gran corriente de escritores que prefiere replegarse a los meros juegos formales, fue un escritor que tuvo el valor de explorar la realidad, aun sabiendo que la batalla estaba perdida de antemano.
© LA GACETA
Pablo Nardi - Periodista y crítico literario.
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PERFIL
Philip Roth nació en Newark (New Jersey) en 1933 y murió la semana pasada en Nueva York, por una insuficiencia cardíaca. Autor de 31 libros, ganó los grandes premios literarios de su país y muchos a nivel global, salvo el Nobel. Él es una de las más recientes y resonantes lagunas de la Academia sueca. Obtuvo, entre otros, dos National Book Award, dos National Book Critic, tres PEN/Faulkner, el Príncipe de Asturias, el Man Booker y el Pulitzer. En 2012 anunció -y cumplió- que dejaba de escribir.
============07 FIR L- Tapa (12375419)============
u Por Pablo Nardi
Para LA GACETA - BUENOS AIRES

El valor de explorar la realidad

Por Pablo Nardi - Para LA GACETA - BUENOS AIRES

En 2003, el célebre crítico Harold Bloom declaró que los escritores norteamericanos vivos más importantes eran Don DeLillo, Thomas Pynchon, Cormac McCarthy y Philip Roth. De los cuatro, Roth fue, además del más premiado y con mayor presencia en los medios, el más comprometido con la realidad material. En su obra, la ficción (o la forma) parece estar al servicio de la realidad y no al revés. Por eso sus personajes, que en muchas ocasiones son alter ego del autor, intentan entender algún aspecto de la realidad, ya sean los impulsos sexuales, como en El lamento de Portnoy, o bien una coyuntura histórica, como en Me casé con un comunista.
Philip Roth nació en Newark y proviene de familia judía, de ahí que las primeras inquietudes de Roth estén orientadas a la doble condición de ser judío y norteamericano. En novelas tempranas como Goodbye, Columbus se percibe el interés del autor por cómo la comunidad es vista desde afuera pero también, y sobre todo, desde adentro. Con los elogios llegaron también las críticas: como narra en su autobiografía Los hechos, durante sus primeras conferencias para alumnos universitarios se lo solía acusar de antisemita; Roth, sin intimidarse, continuaba la discusión e incluso la provocaba.

La actitud de llevar las cosas hasta el fondo es una característica que acompañó al autor de La mancha humana toda su vida. Acusado de antisemita y, últimamente, de misógino, nunca tuvo miedo de llevar sus personajes hasta el límite ni de explorar las fisuras de una época. 

El momento más lúcido de Philip Roth empieza a partir de los 50 años: sus novelas dejan de lado el crecimiento de su alter ego Nathan Zuckerman y su camino a convertirse en escritor para hablar de una época, como sucede en La contravida, Pastoral americana y Me casé con un comunista. Zuckerman ya no es el centro sino la mirada que tamiza e interpreta los acontecimientos históricos que le tocan vivir: “Una sociedad en conflicto es una sociedad que me atrae como escritor”, declaró Roth en otra entrevista. 

Con los años, el autor desarrolló una voz enunciativa muy característica. A veces es el narrador, otras es un personaje, pero en cualquier caso es una voz que parece susurrar al oído algo que no se puede decir a plena luz del día. Un ejemplo de tantos es el conocido fragmento de El animal moribundo: “Con el sexo volvés a estar en el bosque, volvés a estar en la ciénaga. Es un intercambio de dominación, un desequilibrio perpetuo. ¿Vas a eliminar la dominación? ¿Vas a eliminar la docilidad? Esperá. Vas a ver adónde conduce el dominio. Vas a ver adónde conduce la docilidad.”

Una de las tantas razones para admirar a Philip Roth es que, a diferencia de la gran corriente de escritores que prefiere replegarse a los meros juegos formales, fue un escritor que tuvo el valor de explorar la realidad, aun sabiendo que la batalla estaba perdida de antemano.

© LA GACETA

Pablo Nardi - Periodista y crítico literario.

PERFIL

Philip Roth nació en Newark (New Jersey) en 1933 y murió la semana pasada en Nueva York, por una insuficiencia cardíaca. Autor de 31 libros, ganó los grandes premios literarios de su país y muchos a nivel global, salvo el Nobel. Él es una de las más recientes y resonantes lagunas de la Academia sueca. Obtuvo, entre otros, dos National Book Award, dos National Book Critic, tres PEN/Faulkner, el Príncipe de Asturias, el Man Booker y el Pulitzer. En 2012 anunció -y cumplió- que dejaba de escribir.

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