Deslizamientos semánticos

Como los peces en el agua, vivimos sumergidos en nuestra lengua materna. Pero el agua es más estable para los peces que el idioma para nosotros. Repentinamente empleamos términos en sentidos tan distintos que cuesta entender cómo hemos logrado asimilar y empleamos fluidamente esa variedad semántica.

10 Jun 2018

Por Jorge Estrella - Para LA GACETA - Tucumán

En ocasiones el significado original de un término se desvanece enteramente ante el exclusivo sentido en que derivó. Por ejemplo, ¿quién recuerda que tras la palabra imbécil (disminuido mental) anida in baculo (con bastón, disminuido físicamente)?

Me detendré esta vez en media docena de esos deslizamientos semánticos que enriquecen el idioma y lo complican para quien lo aprende desde fuera.

1.– Ya: este extraño adverbio señala el tiempo de una acción. Pero ¿cuál tiempo? Sin pudor alguno refiere al pasado, al presente o al futuro.

Cuando alguien exige justicia ya, alude al presente, al ahora mismo. Aunque nótese que de paso aspira a que ella se cumpla en un futuro cercano.

En cambio si alguien nos responde, luego de preguntar por alguien, ya se fue, ese ya es asunto pasado.

Y hasta al futuro puede remitirnos el ya: ya nos veremos, por ejemplo.

En la expresión Antes venía, ahora ya no viene más ese ya se suma a su pariente ahora, ¿para sostenerlo desde un presente extendido?

Y qué decir de este otro uso donde no alude tanto al tiempo de realización sino más bien a su impedimento: ya, ya, ya, significando basta.

Aun sin detenernos en otros sentidos de ese perentorio ya, ¿Ayuda esta versatilidad a comunicarnos? Por lo visto sí, aunque no opine igual quien aprende el español desde otra lengua. Tropieza duramente con esa pluralidad semántica.

2.– Apenas. En apenas sacó un cuatro entendemos como equivalente a duras penas. Pero repentinamente vira hacia apenas llegue te aviso, indicando tiempo inmediato después del verbo.

3.– Por ahí. Lo usamos para indicar un rumbo. Pero también semejante a algunas veces, como en por ahí le da por venir.

4.– Decoro. “Gravedad, seriedad en la forma de actuar y de hablar. Pudor”. Así precisan el significado de esta palabra los diccionarios. Pero sin mayores trámites ella deriva en decorar entendida como una simulación engañosa, no como una respetable virtud.

Algo parecido a oro que de “muy valioso” degenera en “oropel”, como chafalonía pretensiosa.

5.– Tal es otro fugitivo. El juez indaga al testigo y le pregunta: -¿Reconoció a esa persona en el crimen? -Sí. -¿Ubica en esta sala tal persona? -Sí.

En ese diálogo, tal alude sin ambigüedad a un individuo. Pero leámosle ahora en este uso: Tal vez venga.

No hay esta vez certidumbre alguna sobre lo referido, Tal vez se acercó a quizás.

6.– Huésped es otro prófugo: de aludir a “persona que se aloja en un hotel o en casa de otra persona, bien como invitado o bien pagando por ello”, se dispara en sentido antagónico a “persona que aloja a otra u otras en su casa”.

Sin duda no todo ocurre como en estas derivas en nuestra lengua. También hay asentamientos rígidos, es cierto. Por ejemplo nadie diría de alguien que es una grandísima escritora. Lo de grandísima está severamente reservado -como sabemos- a miembros del llamado oficio más antiguo.

Sería otro asunto digno de reflexión la persistencia de tales rigideces.

© LA GACETA

Jorge Estrella - Escritor, doctor en Filosofía, ex profesor de la Universidad de Chile.

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