Hace tres meses quedaron en la calle, el viento les destruyó el rancho y el frío no da tregua

Carla, Adrián y sus cuatro hijos sobreviven como pueden en una improvisada vivienda. Afirman que el Estado los ignora y que ellos solo quieren un “empujoncito para salir adelante”.

18 Jun 2018

Hace tres meses Carla Merlo y Adrián García quedaron en la calle junto a sus cuatro hijos. Sin un lugar a donde ir se enteraron que había un asentamiento a pocos metros del río de Atocha y allí se instalaron.

A pesar de las constantes amenazas de la fuerza pública y de la disconformidad de algunos vecinos, allí se quedaron y decidieron resistir a las adversidades.

Las intensas lluvias de los meses anteriores cesaron pero la llegada del frío hace que vivir en ese lugar sea aún más duro que antes.

Como si esto fuera poco los destrozos que causaron en sus pocas pertenencias las intensas ráfagas de viento que se sintieron en Salta el domingo de la semana pasada.

“Fue fiero, los chicos estaban durmiendo cuando un pedazo del techo se cayó sobre mi cabeza” relata Adrián sobre ese día.

El viento no solo hizo volar el improvisado techo sino que también desparramó la ropa y las pocas cosas que tienen. Un gacebo que habían armado para resguardar algunas pertenencias del sol y de las heladas quedó totalmente destruido.

“Los chicos estaban muy asustados. Y nosotros no podíamos hacer mucho, solo rogar a Dios que pare” cuenta Carla.


Levantarse de nuevo

Pero cuando las ráfagas cesaron no les quedó otra que volver a levantarse. “Estuvimos todo el día acomodando de nuevo las chapas, algunos vecinos nos prestaron nylon y lona” relata Adrián, que con esas cosas prestadas improvisó una “pared” para su rancho.

Además pudieron conseguir más chapas y otro vecino les dio unos bloques, que irán pagando como puedan,  para armar una pared de verdad en la que está trabajando Adrián.

Sobre el día en que el viento les desarmó el rancho Carla recuerda: “la sensación es que no tengo nada y pierdo lo poco que tengo”. “Quedamos shoqueados” añade después.

Con la ayuda de la gente, pero no del gobierno

La ayuda y la solidaridad de la gente fueron claves para que esta familia pueda rearmarse luego de perder casi todo. “Lo volví a levantar con la ayuda de la gente” afirma el padre.

“Nosotros usamos una tarima de cama, después la cooperadora nos donó un cucheta y otra cama es regalo de una de las mamás del colegio” cuenta Carla.

La mamá de esta familia relata que algunos de los vecinos de la zona reciben asistencia del Estado pero ellos no. “No me ayudan porque soy porteña” afirma y agrega que “me siento discriminada, siento que me ignoran”.


“Nadie vino a vernos más que para sacarnos” apunta Adrián sobre la falta de atención de algún organismo público. “Volvete a Buenos Aires me dicen pero no tengo la posibilidad y además quiero que mis hijos se críen en Salta” añade su pareja.

Además cuentan que cuando empezó a llegar ayuda para los damnificados por el viento, ellos mismos tuvieron que salir a buscar al personal de Defensa Civil que “pasaba de largo”. “Nos dijeron que no nos pueden ayudar porque no tienen cómo certificar la entrega de lo que nos den. Finalmente nos dieron cuatro chapas” relata el hombre.

A pesar de estar sin luz y sin agua, sobreviven en condiciones precarias y arreglándoselas para ir a bañar a los chicos a la casa de algún vecino cuando hace frío, o pedirles agua y hasta para solicitarles un lugar para lavar la ropa.

“Quiero que el Gobernador o el Intendente me den explicaciones de por qué a otros ayudan y a mí no” sostiene Carla y agrega: “no quiero que me regalen nada, ni vivir del Estado, solo quiero que me den un empujoncito para salir adelante”.


Se sigue como se puede

Pasaron las lluvias pero llegó el frío. “Nos tapamos hasta el cuello y a veces dormimos todos juntos” dice Carla sobre la manera en la que se las arreglan para soportar las bajas temperaturas.

Es que estos tres meses en el lugar estuvieron “sobreviviendo con lo que se puede” según las palabras de Adrián, que afirma que “no tenemos donde ir”. A veces hay para comer, pero a veces no y en esos casos recurren a un comedor de la zona en donde le facilitan el alimento.

“Algunos dicen que sí tenemos dónde ir pero cómo le voy a hacer pasar esto a mis hijos si tuviera un lugar mejor para ellos, en verdad no tenemos donde ir” dice el padre de familia.

Se trabaja pero no alcanza

Al mal momento económico y a la difícil situación en que viven, los padres de la familia le hacen frente trabajando de lo que pueden.

Carla cuenta que sale a vender churros y que vende ropa usada en las ferias de la zona. Además, “a veces limpio casas cuando me dejan ir a trabajar con el más chico (de sus hijos)” relata.

Por su parte, Adrián trabaja en la venta de arena y ripio en barrio Ceferino y generalmente va tres días a la semana, ya que no quieren dejar su rancho solo. “No puedo trabajar todos los días porque alguien tiene que quedarse a cuidar el lugar” dice el hombre y añade que “si no viene gente a meterse”.

A pesar de que se esfuerzan por generar una entrada económica para su familia, la plata muchas veces no les alcanza ni para comprar comida, “mucho menos para pagar una casa” expresa Carla a quien le gustaría que el gobierno les de la facilidad para poder pagar un terreno o una casa.


“Los pobres sí podemos llegar a la Universidad”

A pesar de las dificultades con que viven, Carla y Adrián están orgullosos de que a sus chicos les vaya bien en la escuela.

Haciendo referencia a las palabras de la gobernadora de Buenos Aires, que había manifestado que “es difícil que los pobres lleguen a la Universidad, Carla sueña con que sus hijos sigan estudiando después de terminar el colegio.

El rendimiento escolar de Miqueas, de 12 años, los esperanza, ya que el mayor de los chicos es escolta de la bandera argentina en su escuela, merito que obtuvo por sus buenas notas.

“A pesar de lo que dice Vidal, yo creo que los pobre sí podemos llegar a la Universidad” expresa la madre de familia.


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