Borges con un corazón griego

Se experimenta en su poesía algo de los antiguos griegos, algo de la pasión originaria y profunda que fundó nuestra cultura occidental, algo de los inicios mitológicos de Dioses y Ninfas y Minotauros y Laberintos.

15 Jul 2018
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Borges esconde un corazón griego; algo misterioso, secreto, fascinante, como los textos griegos. Y esta idea –sugerida por mi amigo Oscar Zamora– surgió releyendo sus textos, saboreando con el alma cada palabra de ese lenguaje borgeano universal, pero también íntimo y por momentos trágico, en el sentido griego del término.

Se experimenta en su poesía algo que habla de nuestro destino como raza humana: es decir, de la muerte como inevitable, de lo incomprensible del universo, del misterio de la vida, de nuestro anhelo siempre renovado –y tal vez inútil– de felicidad. Son griegos sus poemas en la extensión de sus párrafos, en los asuntos de los que se ocupan, en la armonía de su estructura tanto como en la desesperanza que los habita. La filosofía, también invención griega, fue el más afilado instrumento que tuve en mis manos para llegar hasta la médula de su pensamiento… y gozarlo y transmitirlo.

Borges sabe de abismos. Sabe del universo como laberinto, del incomprensible infinito, del tiempo y de la eternidad como fatigada esperanza. Sabe del amor, pero también de la soledad. Sin embargo, nada de esto impide el inmenso placer de leerlo. Una fuerza misteriosa habita en sus palabras. Sus textos nos dicen cosas a nosotros y sobre nosotros, por eso nos fascinan, por eso nos alarman.

No olvidamos al Borges joven, recién llegado de Europa a una ciudad a la que soñó e imaginó desde la distancia y reconoce como propia. Inventa una lengua para cantar Buenos Aires, ciudad periférica, fascinante, hasta hace muy poco puro campo. Y entonces eleva a nivel de símbolos el suburbio, el compadrito, el culto al coraje, el gaucho y la pampa –llanura infinita, a la que apenas pudo ver–. Señala en milongas y tangos los rasgos que marcarán nuestro ser argentino: ironía, picardía, audacia.

A ese Borges inaudito quiero rendir homenaje, quiero darle las gracias en nombre de todos los que abrevamos en su pensamiento. Gracias eran las divinidades del Consejo de Afrodita: la abundancia, la alegría y la belleza, dones que nos acompañan cada vez que abrimos un texto de Borges. Gratia en su origen latino significa alabanza que se tributa a otro en voz alta. En este nuevo aniversario de su nacimiento, quiero decir Gratia por tanto.

© LA GACETA

Cristina Bulacio -

Doctora en Filosofía.

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