Cuentos infantiles amasados con poesía e imaginación

enseñanzas, complicidad con el lector e invitaciones al juego.

15 Jul 2018
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EN LA CASA. La última vez que Jorge Marziali vino a Tucumán fue en 2016. la gaceta / foto de roberto espinosa

“Los cardones bajan del cerro para tomar agua en el río. Y después comienzan a subir todos juntos, como las cabras… porque en la Quebrada, a veces, hasta el silencio se queda callado para que los niños puedan oír el balido de algún chivo o la carrera de un zorrito entre las saitillas y otros yuyos… ¿Que como baila un pañuelo? Baila como bailan los pañuelos cuando tienen corazón…”

La poesía, la música y la imaginación de Jorge Marziali amasan los trece relatos para changuitos que integran El ciempiés equivocado, libro publicado meses después de que el juglar mendocino muriera sorpresivamente. Siempre estuvieron presentes los niños en su producción. La portada de Hermenegildo Sábat y la presentación de María Elena Walsh saludaron su disco “Marziali de diario”; en “¿Y por qué?”, reunió 12 canciones infantiles. Varias piezas de su autoría han quedado en el cancionero: “Este Manuel que yo canto”, “Cebollita y huevo”, “Los obreros de Morón”, “Coplas a la libertad”, “El niño de la estrella”, “La Sixto violín”.

Pinceladas mágicas sobrevuelan estos cuentos que narran las historias de doña Juana Luna y don Juan Lucero, de una vaca atada y su hijo el ternero, del casamiento de una pulga con un piojo, de una familia de muñecos, de una oreja flaca que tenía una hermana. Marziali apela a la complicidad del lector; pizcas de humor sazonan sus invenciones escritas con un lenguaje sencillo y poético. Un gato cuyano le da título a este libro que habla de cosas nuestras y ejercita las alas de la imaginación. Aunque no hay una intención moralizante, algunos de sus relatos dejan enseñanzas; son también una invitación al juego de las palabras. Sus cuentos son un respiro para el alma.

Un infarto se llevó su vida el 9 de julio del año pasado, pero afortunadamente la muerte se confundió de ciempiés y nos dejó este que vive en la ternura de un duende mendocino que nos ha legado el feraz latido de sus creaciones.

© LA GACETA

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