Messi, el coleccionista de títulos

Si Barcelona vence a Sevilla en la Supercopa española que se juega hoy en Tánger, el argentino sumará su título número 33.

12 Ago 2018
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Hay un dato estadístico que acaso llama la atención por sobre todos, porque grafica como pocos la obra del artista. Si Barcelona vence a Sevilla en la Supercopa española que se juega hoy en Tánger, Leo Messi sumará su título número 33. Y la cifra, se rogodean en Cataluña con este tipo de comparaciones, iguala todos los títulos que ganaron juntos con Real Madrid los dos máximos mitos del equipo merengue: Alfredo Di Stéfano (17) y Cristiano Ronaldo (16). ¿Acaso alguien duda de que Messi terminará superándolos? Desde su aparición en la temporada 2003-04, Messi cuenta nueve Ligas, seis Copas, cuatro Champions, tres Mundiales de clubes, siete Supercopas de España y tres Supercopas de Europa. No es el único dato de peso. Porque Messi podrá convertirse también hoy en el máximo ganador en solitario en la historia de Barcelona.

Por ahora, Messi comparte la distinción con Andrés Iniesta, su gran socio de años, que se fue a desparramar calidad a Japón, donde ayer anotó un verdadero golazo. La lista de los máximos campeones en Barcelona sigue con otros dos jugadores contemporáneos, Gerard Piqué y Sergio Busquets, cada uno con 27 títulos. No hay peligro de que lo superen porque si suman nuevos lauros, también lo estaría haciendo Messi. Y, en el hipotético caso, por ahora muy lejano, de que Messi dejara el club, la pregunta es si el equipo, sin Leo, seguiría acumulando títulos en serie como lo hace desde hace más de una década. Para ser más precisos: desde que apareció él. Lo demuestra el hecho de que la lista de máximos campeones sigue con jugadores que también ganaron todo con Messi: Xavi, 25 títulos y Carles Puyol y Víctor Valdés, 21 cada uno. Barcelona le debe mucho a Messi.

Siguiendo esa línea, podríamos decir que Messi también ayudó a convertir a Dani Alves, ahora en PSG, en el jugador con más títulos de la historia, total de 36, uno más que dos británicos míticos: Ryan Giggs y Kenny Dalglish. Hay otro dato en ese rico historial de Messi. La partida de Iniesta lo convierte en el primer capitán del equipo blaugrana. El rosarino había subido a segundo capitán en 2015 tras las salidas de Xavi y de Puyol. Segundo capitán será ahora Busquets y tercero Piqué, impulsado por la partida de Javier Mascherano.

Con una década en el club, líder natural y símbolo además de los reclamos independentistas de Cataluña, Piqué fue quien apareció en la conferencia de ayer al lado del DT Ernesto Valverde. No había sido votado antes (así es el sistema en Barcelona, que respeta además la antigüedad) acaso por algunos incidentes extradeportivos. Pero, sabiendo que Messi es capitán a lo Messi, nadie duda que, tras la votación del plantel del viernes pasado, habrá un liderato aún más fuerte de Piqué, que ya tiene 31 años y que en la misma conferencia de ayer ratificó que, pese a la asunción del nuevo DT Luis Enrique, su ex en Barcelona, no jugará más para la selección de España.

Pero ni el record de títulos ni la cinta de capitán son los datos que más nos importan en esta historia. Porque, tal vez por primera vez desde que subió a lo más alto del podio, Messi inicia una temporada extraña. Había perdido primero a Pep Guardiola, luego a Xavi y ahora a Iniesta, el director de la obra y sus mejores socios. Barcelona, siempre liderado por él, siguió ganando títulos, pero Europa se le ha alejado. Se adueñó de la Champions su rival Cristiano Ronaldo. ¿Mantendrá Messi el hambre de la competencia ahora que ya no estará su más directo competidor, porque Cristiano dejó Real Madrid para iniciar un nuevo desafío en Juventus? En todos estos años, Messi ha sabido renovarse una y otra vez. Parece querer decirnos siempre que, en realidad, él no compite contra nadie. Que compite contra él mismo. Para que su mejor versión siempre sea la última.

El problema no ha sido exactamente la Champions. Porque con Barcelona, exceptuando aquella eliminación europea ante Roma, Leo siguió ganando casi todo. Liderando goles y asistencias. Desequilibrando siempre. El problema fue Rusia. El que algunos señalaban como acaso su último Mundial (todos sabemos que, si quiere, Messi podrá estar en Qatar) y el Mundial al que mejor llegaba físicamente, terminó siendo tal vez su peor Mundial.

Algún día quizás podamos saber mejor qué pasó en Rusia. Por qué tanta ausencia. Por qué tanto silencio (silencio que aún hoy sigue). Por qué esa sensación de que Messi no quería o no podía estar más allí. Fue tan evidente todo que lo que sucedió en la previa de Rusia fue algo que excedió al fútbol. Algo que tocó al Messi persona más que al Messi futbolista. Y que quedó claro que Messi no es ni quiere ser Maradona. Algo del Messi persona que, cuando se siente sin armas para el combate, renuncia inconcientemente a la batalla. Lo sufrió la Selección sí. La Selección que, por h o por b, casi jamás estuvo siquiera cerca de su altura. Ni aún queriendo hacernos creer que la AFA del Chiqui Tapia ha estado buscando a Guardiola.

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