Cómo escribir obras maestras, ganar un Nobel y pasar inadvertida

Herta Müller, ganadora del galardón de la Academia Sueca en 2009, cumplió 65 años. Su literatura retrató el horror de las dictaduras.

18 Ago 2018
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PERFIL BAJO. Müller se mantiene alejada de las apariciones públicas y son pocas las entrevistas que brinda.

Cuando en 2009 la escritora rumano-alemana Herta Müller se alzó con el Premio Nobel de Literatura, el mundo de la cultura en pleno se rindió a sus pies. La pluma que supo describir como nadie el horror de una dictadura, entrelazando un estilo implacable con una visión poética, cumplió ayer 65 años.

“Está bien, es lindo, pero no va a cambiarme en nada. Mi cuestión interna es escribir. A eso me puedo aferrar”, señaló la autora tan solo horas después de que la prestigiosa Academia Sueca anunciase que recibiría la mayor distinción literaria del mundo.

Su capacidad para expresar “los paisajes del desarraigo”, que el jurado del Nobel destacó a la hora de concederle el galardón, bebía de la dura experiencia que vivió siendo tan solo una niña en su país de origen, Rumanía, bajo la tiranía del régimen de Nicolae Ceausescu.

Descrita como una “cronista del día a día durante la dictadura”, Müller sufrió el miedo durante su infancia en la antigua república soviética y dejó un impresionante testimonio de aquellos años en sus obras, impregnadas de los dolorosos recuerdos del sombrío autócrata, detalló la agencia de noticias DPA.

Tras la traumática experiencia vivida bajo el gobierno de Ceausescu, la lucha contra la opresión, el compromiso con la libertad y los derechos humanos han seguido siendo su principal preocupación. “No puedo escabullirme y no quiero que me engañen, sino soportar lo que veo”, llegó a decir.

Lucha pública

De ahí que no sorprenda que en los últimos años, la escritora abogara públicamente por la liberación de la viuda del Premio Nobel de la Paz chino Liu Xiaobo, reclamase el reconocimiento de genocidio para la masacre perpetrada en 1915 contra el pueblo armenio por parte del Imperio Otomano y luchase por la creación de un museo del exilio en Berlín, la ciudad que la acogió tras huir de Rumanía.

“Cuando se derrumbó en 1989 la dictadura de Ceausescu tuve por fin la sensación de que ya no estaba más amenazada”, llegó a confesar en alguna de las pocas apariciones públicas en las que se prodiga.

Entre sus obras, traducidas a 50 idiomas, figuran “La piel del zorro” (”Der Fuchs war damals schon der Jäger”, 1992), sobre el día a día en un sistema totalitario, o “La bestia del corazón” (”Herztier”), publicada en 1994, donde describe la vida de la oposición en Rumanía.

Desde que en 2009, el mismo año que ganó el Nobel, sacó “Todo lo que tengo lo llevo conmigo” (”Atemschaukel”), considerada su obra maestra, Müller no ha vuelto a publicar un nuevo título.

“Tiene miedo del proceso de escritura”, apuntó su ex marido, el también escritor Richard Wagner, en un programa de la televisión bávara sobre la autora emitido en 2014. “Ella solo escribe cuando ya no lo puede evitar”, agregó por su parte su amigo y autor Ernest Wichner.

Apartada de los focos desde hace años, Herta Müller siente una especie de alergia a las grandes apariciones públicas y a las entrevistas.

Tiempos duros

Criada en Rumanía en una familia de lengua alemana, la novelista, poetisa y ensayista vivió uno de los momentos más duros de su vida en 2010 cuando saltó a la luz que su amigo, el poeta Oskar Pastior había trabajado para el servicio secreto rumano Securitate entre los años 1961 y 1968.

“Sentí susto y también mucha ira. Después sentí tristeza”, dijo sobre la revelación sobre Pastior, cuya deportación a un campamento de trabajo soviético tras la Segunda Guerra Mundial narró Müller en la novela “Todo lo que tengo lo llevo conmigo”.

En la actualidad, la multipremiada autora lleva una vida discreta en Alemania con su segundo marido, el guionista Harry Merkle. Lo suyo nunca han sido los protagonismos y se esfuerza por pasar inadvertida. “Mis libros son los que ganaron el Nobel, no yo”, suele decir cuando se ve acorralada por los halagos.

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