La sedición de Jesús*

26 Ago 2018

Por Santiago Kovadloff

Para el nabí (profeta en hebreo), lo recuerdo, cumplir con Dios no significa sino labrar el suelo de un mundo humano más justo. Una y otra cosa son equivalentes para él. No son sucesivas, sino simultáneas.

Es pues esta antinomia entre lo mesiánico y lo político, proféticamente entendidos, lo que impide la inscripción de Jesús en la tradición del nabí. Lo notable y paradójico es que son sus preposiciones, despojadas de sentido político, las que acercan a Jesús, aun sin que se lo haya propuesto, al razonamiento rabínico diaspórico. Un razonamiento, según se ha visto, que extirpa de la inquietud por la Ley y su transmisión todo contenido nacional. No obstante, en su siglo, puede más la franca hostilidad de los doctores hacia el Galileo. Es impugnado sin contemplaciones. Y esa impugnación alentó al poder romano a proceder como lo hizo. Jesús pasó a ser un reo. Acusado de sedición, su tormento fue la cruz.

* Fragmento de Locos de Dios

(Emecé, 2018).

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