Análisis del ensayo "On Bullshit" de Harry G. Frankfurt

Frankfurt señala los excesos del relativismo al igualar la autoridad de las voces.

09 Sep 2018
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PARADOJA ENCANTADORA. La nuestra es la época de la bosta porque no hay un engaño sistemático que se pueda resquebrajar con la verdad, dice Frankfurt.

ENSAYO

ON BULLSHIT: SOBRE LA MANIPULACIÓN DE LA VERDAD

HARRY G. FRANKFURT

(Paidós - Barcelona)

Este libro del profesor Harry G. Frankfurt de la Universidad de Princeton ha sido un éxito, a la par que un ejemplo de aporte de la filosofía del lenguaje a la discusión sobre la verdad en los tiempos de la sociedad del espectáculo.

El ensayo de Frankfurt es breve y conciso; fue escrito hace décadas (data de 1986) y circuló clandestinamente en los 80, cual panfleto sedicioso. Una paradoja encantadora, porque nos remite a la frase atribuida a George Orwell “en una época en el que el engaño es sistemático, decir la verdad es un acto revolucionario”. Comencemos entonces por esta idea –orwelliana al fin y al cabo-. Frankfurt nos dibuja una época mucho más violenta y confusa que las utopías siniestras de Orwell, Aldous Huxley o Phillip K. Dick. La nuestra es la época de la bosta (Bullshit), porque no hay un engaño sistemático que se pueda resquebrajar con la verdad; la verdad extraña a la mentira, porque lo que circula en nuestra cultura es una sopa de lugares comunes que se repiten. No nos es difícil evocar personajes (o a nosotros mismos) combinando en cualquier orden las palabras seguridad, patria, derechos humanos, empanadas, mercado, Sampaoli y educación.

Para Frankfurt la cultura occidental ha combatido la pesadilla del dogmatismo, entendido como la verdad con mayúsculas. A fines del siglo XX hemos caído en la cuenta de lo que dice Wallace Stevens: “Hemos sido un poco dementes en cuanto a la verdad. Hemos tenido una obsesión”. Porque esa Verdad obtura el progreso, impide otras perspectivas. En una palabra, es la antesala del totalitarismo. Pero la crítica a la Verdad ha creado un nuevo monstruo y perdido herramientas valiosas para nuestro destino. El relativismo –cuanto menos el discurso del relativismo- ha ido demasiado lejos en defensa de la imaginación y la homogenización de la autoridad de las voces. Hemos tirado, para Frankfurt, al bebé junto con el agua sucia de la bañera. Y nos quedamos con lo peor.

Para dar con la distinción precisa en la que se funda On Bullshit, permítanme recordar una disputa filosófica mínima. Era una de esas noches en la que el profesor Lito Schkolnik expandía para nuestro deleite su agudo pesimismo, con sus frases perfectas y redondas, como el ser de Parménides. El encanto se cortó por unos segundos cuando una de las oyentes le dijo que, en verdad, la vida era bella. El padre de González le respondió, con aire y humo: “Señora: eso se puede decir, pero nadie lo puede creer”. La objetora le replicó en los mismos términos, aunque pronto se dedicaron una sonrisa cómplice.

Más allá de que alguien pueda tener razón en tal disputa, debemos entender que hay dos planos distintos: el del mentir y el del hablar por hablar. Schkolnik llevó la discusión del primero al segundo, en una estrategia muy propia de un ironista como él. Nos sirve de ejemplo para que nos quede claro que la mentira está atada a la verdad, como el cumpleaños al no cumpleaños en Alicia de Lewis Carroll. “Uno que mienta y otro que diga la verdad juegan, por así decir, en bandos opuestos del mismo juego” señala Frankfurt. En cambio, la bosta, charlatanería o palabrerío es una categoría que es indiferente a ambas. El charlatán no tiene interés por ninguna representación de las cosas que quiera tergiversar, para él es accidental si dice verdades o mentiras. No puedo decir que mi reloj pulsera, detenido hace años, no está roto sino que sólo da la hora exacta dos veces al día; ésa es la relación del charlatán con la realidad.

Terminamos entonces extrañando al mentiroso, porque al final de cuentas es un pintor de lujo; la mentira es trabajosa, con la vista en la verdad lanza sus pinceladas el buen engañador. Para peor una mentira siempre trae otras mil, y entonces el pintor mentiroso es siempre muralista. Frankfurt evoca el poema de Longfellow: “En los viejos tiempos del arte /los creadores trabajaban con sumo cuidado /cada elemento, por diminuto e invisible que fuera, / pues los dioses están en todas partes.” Es decir que los artesanos construían con cuidado sus artesanías, los filósofos sus verdades y los mentirosos sus mentiras.

El juicio del autor de On Bullshit es que la protagonista de nuestra cultura es la frase superficial e irresponsable: la bosta “inevitable siempre que las circunstancias exigen de alguien que hable sin saber de qué está hablando”. Es parecido a lo que Ortega y Gasset llamó la barbarie del especialismo… pero sin especialistas.

(C) LA GACETA

SANTIAGO GARMENDIA

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