Mes del Alzheimer: ¿cuándo hay que consultar y por qué?

Si no hay antecedentes, alrededor de los 65. Los familiares también se enferman. Costos altos.

19 Sep 2018
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DETECCIÓN TEMPRANA. Es clave.

Típicamente asociamos las demencias con los adultos mayores; de preferencia, muy mayores. Nos da pánico pensarlo y nos decimos “falta mucho para preocuparse por ello”. No es sano, pero hay algunos fundamentos: “aunque pueden darse antes, la posibilidad de cuadros de demencia comienza a aumentar a partir de los 65 años -informa el neurólogo tucumano Federico Nahas, especialista en Neurología Cognitiva-. La probabilidad aumenta un 10% cada 10 años”.

Destaca también que, aunque hay demencias de orígenes diversos, en el 60% de los casos son “de tipo” Alzheimer. La aclaración vale: no todas las enfermedades son iguales. Y mucho menos lo son todos los pacientes. Y como no somos todos iguales, también hay que saber que en un 4% de los casos el inicio de los síntomas puede darse antes de los 65 años. Por otra parte, el proceso de envejecimiento poblacional aumentará y con ello, la cantidad de personas con demencia: se espera que sean cerca de 75 millones en 2030.

¿Se pueden prevenir?

Directa y específicamente, no. “De lo que se trata es de buscar el envejecimiento saludable”, destaca Nahas. Y añade: “lo que le hace bien al corazón, le hace bien al cerebro”. Y eso sí, al menos en teoría, lo tenemos claro: dieta sana, actividad física, controles adecuados y a tiempo... Pues bien, lo mismo aplica en las demencias: así como está naturalizado (o debería estarlo) que después de los 40 las mujeres se hagan una mamografía anual, sería recomendable consultar al neurólogo si ya pasaste los 50.

“Hay que desestigmatizar esta cuestión, y obrar a tiempo; así como no ‘asusta’ averiguar si uno es diabético o corre riesgos de un infarto, lo mismo deberíamos hacer alrededor de los 65: saber cómo está nuestro cerebro”, destaca Nahas y explica que el neurólogo tiene varias herramientas: un laboratorio más profundo que el de rutina, estudios de imágenes y una batería de tests para observar si hay indicios de deterioro cognitivo.

Antecedentes familiares

“Si hay casos en la familia, es importante consultar entre 15 y 20 años de la edad en la que la se tomó conciencia del deterioro de su pariente”, indica y explica: “desde que se inician las lesiones hasta que se observan síntomas pasa un tiempo importante. Pero además del proceso lento, hay mucha resistencia (tanto del sujeto que enferma como de los que lo rodean) a aceptar lo que están observando”. De hecho, la mayoría de quienes hoy tienen demencia no han recibido un diagnóstico formal.

Costos

El hecho de que no haya diagnóstico temprano, además, incide en los costos. A medida que se profundiza el deterioro y se fragiliza la salud del paciente, la atención se vuelve más cara: desde la necesidad de medicamentos y pañales, hasta la de garantizar que alguien se haga cargo de lo que el paciente no puede hacer. A eso hay que sumar otro costo, pero humano: las cifras muestran que por cada paciente con demencia, dos personas de su entorno cercano enferman de algún modo.

En dinero, se calcula que el costo anual por paciente es de entre 3.400 y 14.000 dólares. “Los costos directos de cuidado médico (tratar la demencia y otras condiciones), sólo representan el 20% del total. Pero la enfermedad tiene costos indirectos que el Estado no ve y son los más impactantes: los generan el cuidado informal (cuidado no remunerado provisto por familiares y otros) y el cuidado social (cubierto por profesionales de cuidado comunitario y en ambientes residenciales)”, destaca Nahas.

Y otra vez las cifras son impactantes: “de la Argentina tenemos pocos números -reconoce-; en Fleni (la Fundación para la Lucha contra las Enfermedades Neurológicas de la Infancia, que es donde se formó) estamos trabajando en ello. Pero se calcula que en EE.UU. se ahorrarían 7,6 trillones de dólares de aquí a 2050 si se aplicaran estrategias de diagnóstico y tratamiento precoz”.

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