La Quipi: “A veces Salta es tan bizarra, que te deja el chiste servido”

La humorista vuelve a subirse al escenario para hacer reír. Una reflexión sobre el oficio del standup y los límites del humor.

12 Oct 2018
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LA QUIPI. La humorista vuelve al escenario. FOTO GENTILEZA LA QUIPI

A veces, eso que se puede odiar, es también lo que inspira el arte. El humor como arma. El humor como herramienta para hacer visible eso que la costumbre primero volvió natural y luego invisible.

La salteñidad es parte de la materia prima sobre la cual La Quipi construye sus hilarantes monólogos de stand up. También es su objeto de crítica: el machismo, por ejemplo, es el lado más oscuro de esa salteñidad.

El 13 de octubre La Quipi volverá al escenario con un show de humor y la salteñidad estará en el ojo de la tormenta, como se puede ver en este chiste que adelantó en Facebook:



El nuevo espectáculo fue la excusa perfecta para dialogar con La Quipi sobre los límites del humor y sus mutaciones como artista.

¿En qué sentís que evolucionaste como humorista?


Me siento más natural y más parecida a mí. Sigo buscando la risa como objetivo primordial, pero no estoy pendiente de la aprobación de los demás. Me siento más filosa, y me animo a tocar variados temas desde diferentes matices, porque entendí que tengo mucho para decir.

¿Hay temas sobre los que no se pueden hacer chistes?


Creo que se puede hacer chistes de todo lo que uno piensa y siente realmente. Y hay comediantes que sienten total indiferencia frente a las tragedias, el dolor ajeno, y las desigualdades. Supongo que no le podemos pedir a esa persona que sea otra cosa si no quiere. El humorista desalmado hará humor desalmado, y al hacerlo se representa a sí mismo y a mucha gente que piensa como él. Eso es una verdad también.

El humor siempre nos interpela. A los que hacemos humor y a los que se ríen. Claro que el humorista es libre de decir lo que quiera. Pero sostengo que debe hacerse responsable. De las heridas que toca, del enojo que genera, de las minorías que ofende y del monstruo que alimenta. El humor es una herramienta ideológica y política que puede usarse como crítica social para exponer una realidad, pero también para habilitar y festejar venenos como el racismo, el machismo, la homofobia, entre tantas otras cosas que duelen y que mucha gente provechosa trabaja duro por erradicar. Es una responsabilidad reflexionar a qué o a quién le somos funcionales con lo que decimos.

Por momento renegás mucho con “la salteñidad”, pero también es como el disparador de tu humor. ¿Cómo te llevás con esa relación de construir humor sobre eso que también te molesta? ¿Ahí se ve el humor como herramienta crítica y desacralizadora?


Bueno, a veces Salta es tan bizarra, que te deja el chiste servido. Me encanta hacer humor sobre lo que me molesta. Porque a través del humor siento que resquebrajo eso que parecía irrompible o incuestionable, hago una pelotita con lo sacro y me pongo a jugar. Entonces le quito poder, lo ridiculizo, lo cuestiono, propongo que nos riamos de eso. Y aun cuando el motor de esa crítica es el enojo, la mayoría de las veces elijo la ironía o inclusive la inocencia para contarlo. De esa manera, también logro hacer pensar. A veces eso tiene un efecto desdramatizador o relajante.

O a veces provocador o incendiario.

Depende, si desayuné ese día o no.

En Estados Unidos hubo un caso que conmocionó al mundo del Stand Up. Las denuncias por acoso contra Louis CK. Cuando pasa algo así, seguís escuchando sus espectáculos o no. ¿Por qué?

Me indigno cuando un artista que admiro es denunciado por acoso o abuso. Me indigno con el artista y me decepciono. Y sí; lo bajo del podio porque para mí, violón mata genio. Y porque generalmente es su condición de “genio” lo que lo hizo sentir habilitado y en posición de abusar y salir impune, y lo que hizo callar a sus víctimas.

Ya llevás varios años subiéndote al escenario. Cómo hacés para reinventarte.

Me gusta incorporar cosas nuevas, aunque sean pequeños fragmentos que voy probando, por ahí algo de actualidad que se dice esa función y después caduca. Cuando me siento muy confiada, canto algo. Y los años me fueron dando seguridad para no estar tan apegada a la letra y permitirme jugar un poco más y salirme de lo planeado, y disfrutarme yo misma ahí arriba. Y después está la realidad de todos los días, que no deja de tirarme ideas nuevas y me convence de que reírse es cada vez más urgente.

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