Opinión: ¿por qué algunas personas parecen amar demasiado?

“Cada vez que perdemos a alguien, inconscientemente internalizamos aquellos atributos que nos atrajeron y así construimos una amalgama de los rasgos de los que fuimos despojados en el pasado”, afirma el profesor Robert J. Sternberg.

14 Oct 2018
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IMAGEN ILUSTRATIVA Telemundo

> SEXUALMENTE HABLANDO

INÉS PÁEZ DE LA TORRE

Psicóloga

Dicen que aquellos/as a quienes buscamos para formar pareja de un modo u otro nos remiten a alguno de nuestros progenitores. Y que, si las coincidencias son muchas y negativas, es probable que ese padre nos haya generado frustración. En efecto, los investigadores creen que los deseos no cumplidos con personas importantes de nuestro pasado –no solamente los padres sino también, por ejemplo, compañeros/as de colegio muy populares, de los/as que deseábamos estar cerca, pero nos ignoraban o nos atormentaban– en general dejan huellas en nuestro “mapa amoroso”. “Cada vez que perdemos a alguien, inconscientemente internalizamos aquellos atributos que nos atrajeron y así construimos una amalgama de los rasgos de los que fuimos despojados en el pasado”, afirma el profesor Robert J. Sternberg, de la Universidad de Yale. Sostiene que esto no solamente nos orienta hacia un determinado tipo de amante, sino también a un estilo peculiar de historia de amor.

Robin Norwood, terapeuta de parejas norteamericana, teorizó acerca de aquellas historias de amor caracterizadas por el sufrimiento, hacia las cuales tienden muchas mujeres, verdaderas adictas al dolor emocional.

El perfil

La autora de “Las mujeres que aman demasiado” plantea que, típicamente, se trata de mujeres que provienen de un hogar disfuncional que no satisfizo sus necesidades emocionales. Es por eso que, habiendo recibido poco afecto, intentan compensarlo indirectamente proporcionándolo ellas, en especial a hombres que parecen, de alguna manera, “necesitados”.

En este sentido, al no haber podido convertir a uno o ambos progenitores en seres atentos y cariñosos, esta mujer reacciona -como si tocaran una tecla muy profunda de su persona- ante la clase de hombres emocionalmente inaccesibles a quienes puede volver a intentar cambiar, por medio de su amor. (No la atraen los hombres que son amables, estables, confiables y que se muestran interesados; por el contrario, le parecen “aburridos”).

Otro rasgo característico, para hacer frente al terror de ser abandonada, es el de ser capaz de hacer cualquier cosa para evitar que la relación se disuelva. Así, sostiene Norwood, “casi ninguna cosa es demasiado problemática, tarda demasiado tiempo o es demasiado costosa si ayuda al hombre con quien usted está involucrada”. Amigos/as confidentes de estas mujeres pueden llegar a sorprenderse -e irritarse- al ver hasta qué punto están dispuestas a esperar, conservar esperanzas y esforzarse más para complacer, aceptando -llegado el caso- mucho más del 50% de la responsabilidad, la culpa y los reproches en esa y, en general, en cualquier relación.

Es evidente que esta descripción habla de un amor propio críticamente bajo: en el fondo subyace la creencia de no merecer la felicidad.

Como cualquier adicción, iniciar un proceso de recuperación para cambiar este patrón de relaciones es todo un desafío que incluye psicoterapia y otros procesos orientados a sanar heridas afectivas muy profundas. Sin embargo, este es el camino, asegura la citada terapeuta “para dejar de ser una mujer que ama a alguien con una intensidad tal que resulta dolorosa, para empezar a ser una mujer que se ama a sí misma lo suficiente para evitar el dolor”.

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