Por qué nos gusta el sexo de reconciliación

21 Oct 2018
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SEXUALMENTE HABLANDO

INÉS PÁEZ DE LA TORRE

Psicóloga

En uno de los antológicos diálogos de “Seinfeld”, la inolvidable serie televisiva de los noventa, Jerry –el personaje principal- despliega frente a su neurótico amigo George Costanza, la teoría de que el “sexo de reconciliación” es casi lo único excitante que puede darse en una relación estable. Categórico, asegura que para los comprometidos sólo hay algo que puede superar al make-up sex y es el ser condenado a prisión y acceder al “sexo de visita conyugal”. (Después George descubrirá que existe algo aún mejor: el “sexo fugitivo”).

La teoría de Seinfeld tiene un fondo cierto: no es raro que las personas sientan que las relaciones sexuales posteriores a una pelea o discusión son más apasionadas, intensas, satisfactorias. ¿A qué se debe este fenómeno?

Cuando tenemos una disputa acalorada se produce una gran agitación a nivel físico -rubor, taquicardia, temblor, transpiración- y emocional: cólera, angustia, frustración, miedo. Por lo que es esperable que se active una respuesta similar a la sexual (más considerando que se trata de dos personas que tienen una base de afecto mutuo y atracción). Además, una suerte de mecanismo de compensación nos orienta a buscar el placer después de que la hemos pasado mal (como ocurre en los desencuentros fuertes).

La presencia de un conflicto en la pareja suele despertar la sensación de amenaza. Y es que, si las cosas no se solucionan, nos enfrentamos a una posible pérdida: del vínculo y del otro, nuestro objeto de amor. No es raro entonces que, al calmarse un poco las aguas, se desencadene la necesidad de contacto, de cercanía, del denominado sistema de fijación o apego. Casi una reacción biológica frente al peligro de perder algo para nosotros valioso. Así, las relaciones sexuales funcionarían como un reaseguro de que lo esencial sigue estando, de que la tormenta ya pasó.

Empatía

Otro punto a favor es que, luego del sexo –particularmente, del orgasmo- liberamos ciertas sustancias químicas que nos vuelven más receptivos para hablar y menos propensos a las actitudes defensivas (al menos por un buen rato). Un estado que sin duda promueve la empatía, el pedir perdón, llegar a acuerdos, etc.

Es evidente que estos encuentros pueden resultar muy sanadores para la pareja. Pero no suelen ser la solución para los problemas de fondo. Es más, en algunos casos llegan a profundizar los rencores, generando más distancia y vacío, en una o ambas partes.

Por otro lado, antes o después, se hace necesario que esta voluntad de reconciliación se manifieste también en palabras, actitudes y conductas.

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