Hebe Uhart: “Si está bien contado, cualquier cosa puede convertirse en literatura”

La escritora fallecida la semana pasada fue una de las más grandes de nuestro país. Para muchos, la mayor cuentista viva de nuestro país. También una de sus más talentosas cronistas y una formadora de autores que dejaron su huella en la narrativa argentina. En su último viaje a Tucumán dejó algunas claves para entender mejor las claves de la escritura.

21 Oct 2018
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Por Fabián Soberón

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Hebe Uhart toca el timbre de mi casa. Afuera, en la calle hecha de polvo y piedra, cubierta por las largas cabelleras de los árboles, reina el silencio. Hebe es una mujer menuda, y ha bajado de un taxi como si conociera el camino. Desde la vereda, dice: “llegué temprano, ¿no?” Trae una caja con facturas y un bolso oscuro, pequeño. Entra, suave y lenta, y se ubica en una silla y saca el paquete de cigarrillos. Enciende, con parsimonia, un cigarrillo, y lanza el humo como si descansara en ese gesto. Le aviso del grabador y no se inmuta. Me pide un cenicero y le digo que no tengo. No fumo. Le traigo un platito y ella me dice que debería ser algo más sucio, más oscuro. No le gusta manchar el blanco del plato. Sin sentarme, le digo que sus cuentos pueden formular las preguntas sin ruido y sin pompa y que creo que esto es muy complicado de lograr, que implica un procedimiento de elipsis y de trabajo de depuración del lenguaje. “En realidad no te puedo contestar algo sobre el proceso de escritura, sobre el laboratorio, porque uno nunca sabe bien cómo hace lo que hace. Es como un ciempiés. Si tiene que contestar, tiene que dejar de caminar ya que no puede verse los pies mientras camina. Pero sí es cierto que yo me fijo en los hechos menudos. Por ejemplo, yo vengo a hacer una crónica de viaje aquí, en Tucumán, y tengo mil puntas en una ciudad como ésta. A veces, me vuelvo loca y quiero ver todas las puntas. Eso me pasa con las ciudades grandes y no con los pueblos chicos como Amaicha o Tafí del Valle. Y seguro que yo me manejo ahí mejor que acá porque acá es tan grande y hay tantas direcciones y hay tantas cosas para hacer que me confunda. Mientras que en un pueblo chico, el significado de cada cosa ya le está asignado, de alguna manera. En la ciudad, es complicada la burocracia. Por eso yo creo que voy a hacer mejor lo que tiene que ver con Amaicha y Tafí. En cambio, esto lo voy a redondear con historia, con lecturas, ¿no?”

Es cierto lo que me dice, pienso: nadie se puede mirar los pies mientras camina. Pero creo que ella sí ha pensado en lo que le pregunté antes. Insisto y le hablo de la posibilidad de observar a la gente de un pueblo y cómo trabaja ese material. Hebe se acomoda en la silla y dice, sin vueltas, que me va a dar un ejemplo. “Ayer me levanté muy temprano, dormí mal y salí temprano. Al lado del hotel hay un Centro Oncológico. Pero en el Centro Oncológico están bailando tangos. Entonces entro para mirar. Yo miro detalles que me muestran el estilo tucumano de bailar tangos y lo comparo con el estilo porteño de bailar que es distinto. Tengo que precisar las diferencias, y así tendré un trabajo de imagen y de lenguaje.”

Cruces

Si hay algo que caracteriza a los libros de Hebe Uhart es la contaminación de los géneros. No hay nada puro en su literatura. Las voces de los personajes que aparecen en los viajes se mezclan con las reflexiones de la narradora y con los aportes de las técnicas de la ficción. El registro multiforme de la crónica se integra con el tono más íntimo y subjetivo del cuento.

Para Uhart todo puede convertirse en literatura. El único límite es la exageración del método Uhart, podríamos decir. “El límite es no exagerar la pequeñez de lo que trabajo. En muchas notas, he puesto cosas mínimas pero también he puesto lo que no he podido lograr.” Y agrega: “cualquier cosa se puede convertir en literatura. Si está bien contado, cualquier cosa se puede convertir. Porque vos le podes contar la habitación de un hotel. Todos los hoteles son distintos. Si vos decís tres estrellas, pensás que son iguales. Pero no es así”.

Las tramas de algunos cuentos suelen vincularse con lo que se llama –sin mucha especificación– la vida cotidiana. En este sentido, Hebe Uhart escribe en las antípodas de autores como Borges o Nabokov. “A Borges hace muchos años que no lo leo. ¿Por qué no lo leo? Porque no lo voy a dar. Si tuviera que darlo tendría que estudiarlo. En los talleres doy mucha literatura latinoamericana. Yo me siento más cerca de Felisberto Hernández. Felisberto es un escritor como para ser amigo de entrecasa. Borges es un escritor para mostrar, para exhibir, por su solvencia y erudición.”

Cuando se refiere a sus crónicas, dice que hay de dos tipos: las que tienen más información de archivos y las que son más subjetivas. Y algunas parecen cuentos y otras crónicas. Es como si la literatura y la no ficción se contaminaran. “Ahora se han borrado los límites. En este momento los límites entre crónica, cuento, pensamiento se han borrado. Hay un escritor que se llama Ribeyro. Él publicó Prosas apátridas. ¿Qué son? Algunas tiran a cuentos, otras a reflexión, otras a crónica.”

El humor y el pudor

El humor es un elemento clave. Sin embargo, en el perfil que escribió Leila Guerriero en Plano americano, dice que su mamá no creía que ella pudiera tener humor en sus relatos. Aunque considera comprensible que su madre no encontrara humor en sus textos, piensa que el humor es fundamental en la literatura. Si bien le preocupa la cuestión del humor, piensa que su origen es inasible: “lo que pasa es que el humor es un cierre de una situación de opresión. En caliente no se puede escribir nada. En poesía, sí, tal vez. Pero en la prosa, en caliente, no se puede hacer. No se puede escribir de la ira cuando estás iracundo. Yo no puedo. Porque me sale una cosa iracunda y yo no me puedo ver. El humor es como una vuelta en la cual te podés ver a vos iracundo y, por lo tanto, te perdonás. Si no la ira sigue al infinito.

Fogwill dijo que ella es la mejor cuentista argentina. Cuando le menciono la frase, Hebe, tranquila, levanta el cigarrillo, se sonroja, y quiere cubrirse la cara con el humo que oscila en el aire: “sobre eso yo no puedo opinar. Fogwill exageraba, ya sabemos. No creo ni me la creo. Uno se dedica a algo pero se podría haber dedicado a otras cosas. A mí me hubiera gustado estudiar a los animales. Las vidas tienen muchas direcciones…”

Hebe Uhart raspa, involuntaria, el papel transparente que cubre la caja de cigarrillos. Levanta su cuaderno y mira a un costado: sus ojos se pierden en la ventana oscura que mira al jardín oscuro. Ya es la noche. Siento que la entrevista está llegando a su fin. Es curioso. Ella ha venido a mi casa para que haga la entrevista. Pronto, ella va a hacerme preguntas a mí. Pronto voy a escuchar sus opiniones, sus observaciones sobre Tucumán.

¿Qué viniste a hacer a Tucumán?, le digo, retórico, a la espera de un final y de un comienzo. Ella me mira, hace una pausa, carraspea: “Yo te cuento. Ahora te cuento.”

© LA GACETA

> La llegada*
Por Hebe Uhart

No bien llegamos vimos un gran predio verde, de pasto corto, tan extenso que volvía de juguete a las habitaciones destinadas a hotelería. De lejos parecían rechicas y nadie se hacía idea de cómo sería estar allí; sólo estábamos atentos a no perdernos. Más lejos había unos caballos y unos chicos. Era el primer día, en que uno mira, pero no procesa todo, no comprende qué debe hacer con todo eso. Y después, es como si con sólo estar nomás, el tiempo amansara el espacio.
* Fragmento de Visto y oído (Adriana Hidalgo).

PERFIL

Hebe Uhart nació en Moreno, provincia de Buenos Aires, en 1936. Estudió Filosofía en la UBA. Trabajó como docente y colaboró en distintos medios. Ha publicado, entre otros títulos, las novelas Camilo asciende (1987) y Mudanzas (1995), los libros de cuentos Dios, San Pedro y las almas (1962), El budín esponjoso (1977), La luz de un nuevo día (1983), Del cielo a casa (2003), Turistas (2008) y Un día cualquiera (2013). Y libros de crónicas como Visto y oído (2012). En 2017 recibió el consagratorio Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, uno de los mayores reconocimientos de la lengua castellana. La editorial Adriana Hidalgo comenzó a publicar su obra completa. Se acaba de lanzar el volumen de sus Novelas reunidas (2018), al que seguirán el de sus cuentos y el de sus crónicas. Hebe Uhart dedicó buena parte de su vida a la escritura –no solo en sus libros, sino en sus talleres-, desarrollando una obra que es un modo de mirar, de ser y estar en el mundo.

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