Mamá y yo

21 Oct 2018
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MIXTURA. La no ficción mezcla la maternidad con la vida del autor.

Por FAbián Soberón

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Richard Ford y Delphine de Vigan, entre otros, han escrito una novela de no ficción en torno de la figura de la madre. En estos casos, la narración de la vida se vale de los recursos de la ficción. Los géneros se mezclan y las trampas de la memoria son un trampolín para evocar el pasado y reconstruir, de manera a veces indirecta, la propia vida del autor. Ford y De Vigan hablan inevitablemente de sí mismos al referirse a la figura materna. En sus “novelas” de no ficción hay una especie de contaminación impostergable entre vida materna y vida del autor.

Richard Ford ha escrito en Mi madre, un texto inclasificable. Lo defino así porque si bien es un narrador experto, cuenta episodios de la vida de su madre sin limitarse a esa vocación, a esa precisa actividad. En el libro, breve, hay conjeturas, digresiones, revelaciones personales, excursos, hipótesis sobre episodios reales y reflexiones.

Ford no culmina el relato con la muerte de la madre. La cuenta pero deja para el final una reflexión demoledora y sincera, un modo crudo de la confesión: “No hubo en su vida nada particularmente brillante, nada notable. Ningún logro honorífico que ensanchara el corazón. Se daban bastantes factores negativos: una niñez que no merecía ser recordada; un marido al que amó para siempre y al que perdió; a continuación, una vida que no requiere ningún comentario”.

El laberinto de Delphine

En Nada se opone a la noche, Delphine de Vigan cuenta la vida de su madre desde la niñez hasta la madurez. Entrelaza las estrategias de la ficción y las llagas del dolor y narra el conjunto desmesurado de episodios, terrible, como un huracán, que rodeó y modificó la vida de Lucile.

El proceso estrambótico y secreto que la lleva a la locura convive con el ritmo y los conflictos que genera la escritura misma. De Vigan entrevista a las hermanos vivos de Lucile y les pide su testimonio. Escucha las grabaciones que ha dejado George sobre su vida. Escarba en las cartas, las fotos en blanco y negro, los archivos, los diarios íntimos, los recuerdos rotos, el dolor vivo.

En Nada se opone a la noche, los muertos abundan y el suspenso es una escalera hacia lo siniestro. Delphine de Vigan se interna en las grietas de la noche, en la espesura del dolor, en un viaje sin regreso. Por medio de la vida de su madre, se interna en los laberintos oscuros de su propio yo.

© LA GACETA

Fabián Soberón - Escritor y crítico literario.

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