Samanta Schweblin: vivir en estado de escritura

De chica jugaba con autitos y los hacía contar historias sobre el papel. Hoy vive en Berlín, pero sigue imaginando narraciones que transcurren en su país natal. De esos primeros juguetes a los Kentukis, los dispositivos de peluche que son el eje de su novela más reciente, la escritora desarrolla una voz propia que la vuelve una de las autoras más prestigiosas del momento.

25 Nov 2018
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INQUIETANTE. Para Schweblin, escribir es más que contar historias, dice Boix.

Por Verónica Boix

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

Cuenta que todo empezó gracias a sus abuelo, el maestro de grabado Alfredo de Vicenzo. En su infancia la llevaba a recorrer museos, regresaban y le pedía que eligiera la obra que más le había gustado. Así buscaban juntos el poema que más la representaba y él se lo leía. Recitaba con una especie de teatralidad desaforada que a Schweblin la fascinó. Así nació su curiosidad por la literatura.

Su primer premio le llegó pronto. Schweblin tenía apenas 12 años cuando su abuela Susana mandó todos sus cuentos a un concurso de barrio. Pero la experiencia no resultó tan buena como esperaban, en la ceremonia dijeron su nombre para el tercer premio, lo recibió con aplausos, estaba volviendo a sentarse y volvieron a llamarla para el segundo. Cuando la llamaron para darle también el primer premio, la gente comenzó a silbar y tuvieron que salir del lugar corriendo. Ya de grande le fue mejor, publicó su primer libro de cuentos -El núcleo del disturbio- y ganó los premios Fondo Nacional de las Artes y Haroldo Conti. Con el segundo, Pájaros en la boca, obtuvo el Premio Casa de las Américas. Y con Siete casas vacías, su tercer libro de cuentos, el premio de Narrativa breve Rivera del Duero. No es raro que se la escuche decir que tiene cabeza de cuentista. Basta leer algunos de sus relatos para descubrir las razones, sus historias suelen tener la precisión de un mecanismo de relojería para construir tramas inquietantes, la extrañeza se traslada de las páginas a la cabeza del lector.

Pensándolo bien, no solo sus cuentos logran ese efecto, también lo hace su primera novela Distancia de rescate (2014), que según cuenta, nació como un cuento que se fue desbordando hasta convertirse en la historia más inquietante sobre el efecto de los pesticidas, la maternidad, el campo. Gracias a esa publicación se convirtió en la primera argentina en ganar el premio en homenaje a Shirley Jackson, una de sus escritoras preferidas, y también integró la lista como finalista del premio Man Booker Prize 2017.

Exilio

Al principio creyó que estudiando la carrera de Letras iba a poder desarrollar su vocación. Pero le alcanzó con ir a unas clases como oyente para descubrir que su camino estaba en otra parte. Así llegó al taller de su gran maestra, Liliana Heker. Tenía 24 años y viajaba en tren, subte y colectivo desde Hurlingham para llegar al departamento de la escritora en Buenos Aires. La experiencia, además de ser una aventura, cambió su modo de trabajar la escritura para siempre.

Ahora elige radicarse en Kreuzber, el barrio turco de Berlín. Le gusta moverse entre las calles cosmopolitas, llenas de paredes pintadas, tiendas de diseño y restaurantes étnicos. Es habitual verla en el restaurante Gloria, que puso su pareja muy cerca de ese barrio. Parece que le gusta lo ecléctico porque también da clases de escritura para latinoamericanos, a los que llama “talleres de expatriados”. No es casualidad que su novela reciente Kentukis sea también un coro de voces de diferentes lugares del mundo que ella convoca para hablar sobre temas como la incomunicación, la vejez, la soledad, el miedo al otro.

Al parecer escribir para esta autora es mucho más que contar historias, es pasear, lavar los platos, correr, corregir. En el fondo, Schweblin no solo escribe, sino que parece vivir en estado de escritura.

© LA GACETA

Verónica Boix - Periodista.

PERFIL

Samanta Schweblin nació en Buenos Aires, en 1978. Fue finalista del Man Booker International, el premio literario más célebre después del Nobel, en 2017. Ganó el premio Juan Rulfo, entre otros. Fue elegida como una de los mejores 22 escritores menores de 35 años por la revista Granta. Sus textos, traducidos a 20 idiomas, aprecieron en publicaciones como The New Yorker y Harper´s.

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