“Tras la llegada del FMI, el modelo ganó algo de consistencia”

25 Nov 2018
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Se cierra un año difícil para la economía. La devaluación que arrancó a fines de abril marcó el ritmo de un período signado por los vaivenes del dólar, la ayuda de emergencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la persistente inflación que, de acuerdo con la consultoras privadas, puede cerrar este ciclo en un 50% anual. Según el director del Master en Economía y Ciencias Políticas de Eseade, Adrián Ravier, la gestión del presidente Mauricio Macri subestimó la importancia de los desequilibrios fiscal, monetario y cambiario. En una charla con DINERO, puntualiza que la próxima gestión tendrá que arrancar solucionando problemas estructurales en la economía argentina.

-¿Cómo llega la economía argentina a fin de año?

-Llega con una recesión profunda y sin claros indicios de rebote o recuperación para los meses siguientes. Tras la devaluación de 2016, la economía se recuperó en 2017. Tras la fuerte devaluación de 2018, algunos analistas esperaban un rebote o recuperación similar en 2019. Pero esto no ocurrirá por la decisión tardía del Banco Central de la República Argentina de atacar el problema de la inflación. Mantener constante la base monetaria desde octubre hasta junio de 2019 será efectivo en reducir la inflación, pero la actividad económica se resentirá aun más de lo que ya era evidente por el efecto de la crisis cambiaría.

-¿Cuál puede ser el arrastre estadístico para 2019?

Quisiera matizar la importancia del arrastre. Recordemos que en 2018 se hablaba de un arrastre positivo tras cerrar el 2017 con un crecimiento de 2,9 %, e incluso se observó un primer trimestre de crecimiento, pero luego hubo una fuerte crisis cambiaría que dejó a la economía argentina en una coyuntura desfavorable y muy lejana respecto de los pronósticos. Aquí ocurre algo similar. La macro argentina está muy débil, y el contexto internacional promete algún shock de corto plazo, por lo cual es difícil imaginar que Argentina pase estos meses sin sobresaltos que golpeen la economía y los nuevos pronósticos. Aun hay volatilidad en el tipo de cambio, y encima el Banco Central de maneja con una brecha bastante grande entre el piso y el techo de la banda. Preocupa que si el tipo de cambio que hoy está en el piso sube un 30 %, entonces ya sea demasiado tarde para intervenir. La demanda de pesos puede colapsar, y los dólares en reservas serían insuficientes para contener una estampida.

-¿Se reducirá la inflación? ¿O se mantendrá en niveles elevados?

Si no hay sorpresas, el sendero muestra una inflación que podría bajar a la mitad respecto del nivel con el que se cierre el 2018. Esto, sin embargo, tiene varias aclaraciones. Primero, que el Banco Central concrete su promesa de mantener constante la base monetaria hasta junio de 2019. La medida sería efectiva, pero hoy la autoridad monetaria no goza de la mayor credibilidad. Segundo, que se contenga la bola de Leliqs, que representa inflación futura el día que se monetice. La única forma de evitar esto es que el gobierno alcance un fuerte superávit fiscal para desarmarla con paciencia. Este escenario es demasiado optimista para un año electoral.

-¿El dólar depende más de los vaivenes externos que de las políticas internas?

-El mundo está volátil, menos líquido y, además, la Reserva Federal está endureciendo el dólar. Los aumentos de tasas de interés continuarán su camino y eso reduce las inversiones que la región y Argentina necesitan. Como decía más arriba, es esperable que haya shocks externos que comprometan la cotización del dólar durante 2019. Incluso puede afirmarse que dado que Argentina tiene una mayor debilidad que los países vecinos, estos shocks golpearán más a nuestro país en términos relativos. Dicho eso, también es cierto que la política monetaria pasó a ser más ortodoxa en su lucha contra la inflación, lo que puede ser efectivo en reducir su nivel. Esto me parece fundamental para reducir los niveles de volatilidad que se observaron en 2018.

¿Por qué el Gobierno no le encontró la vuelta al rumbo económico?

-Porque subestimó la importancia de los desequilibrios fiscal, monetario y cambiario. El gradualismo y las metas de tasas de interés están bien para una economía con bajos niveles de inflación, pero Argentina necesita dosis mayores de mercado para resolver los problemas macroeconómicos. Un empresario se horroriza al observar los niveles de inflación, de impuestos y de tasas de interés de nuestro país, además de la volatilidad de la cotización del dólar o los niveles de corrupción y burocracia. Se ha avanzado poco y nada, lamentablemente, en resolver los problemas estructurales. El próximo gobierno deberá enfrentar estos problemas estructurales con mayor convicción.

-¿Qué pasará con el gasto público? ¿Se redujo el déficit? ¿Habrá tentación para el año electoral?

-Tras la llegada del FMI, el modelo ganó algo de consistencia. La política económica ahora parece priorizar ciertos objetivos y parece haber algo más de ortodoxia. El 2018 cerrará con un rojo fiscal bastante más acotado que aquel con el que comenzó el año. En esto contribuye la devaluación y las medidas de ajuste que se fueron tomando. Si 2019 no trae shocks externos sorpresivos, puede ser que el rojo fiscal se acote aun más y nos acerquemos bastante al equilibrio fiscal primario. Esto no es poco, pero el gobierno no debe contentarse. Argentina necesita avanzar hacia un consolidado superávit fiscal, que contemple a los presupuestos provinciales, y también los intereses de deuda. Lograr esto en un año electoral es el principal desafío.

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