“Un cambio de ecosistema informativo es como un terremoto”

En Cazadores de noticias, el profesor de periodismo y escritor Fernando Ruiz describe cómo ha cambiado la labor periodística durante los últimos 200 años. El libro comienza en 1818 y se divide en seis épocas históricas diferentes, usando como referencia la rutina de seis periodistas, a través de los cuales narra prácticas, valores profesionales y costumbres propias de cada período. “¿Qué ha significado, y qué significa hoy ser un periodista?”, es la pregunta inicial que estructura su investigación.

02 Dic 2018
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> ENTREVISTA A FERNANDO RUIZ

Por María Paz Rambaud

- ¿Podría resumir la trama del libro y cómo surgió la idea de escribirlo?

- El libro es el intento de entender hacia dónde va el periodismo, tratando de discernir qué es lo que cambia y qué es lo que no cambia la historia. Si se logra eso, se va a poder entender algo de lo que se viene. Por eso me pareció que la mejor forma para ver qué cambia y qué no, es analizar un día en la vida de un periodista en distintos momentos de la historia. Cuando se toma una banda de tiempo muy ancha, es mejor para poder ver las cosas más claras. Si muestro la historia de la humanidad a través de la figura humana y muestro cómo era el hombre hace 5.000 años y cómo es hoy, las diferencias son clarísimas. Entonces tomé seis días de los últimos 200 años, y cada uno de esos días representa un ecosistema de medios distinto. Desde el comienzo de nuestra vida republicana hubo seis ecosistemas de medios distintos. El ecosistema digital es el sexto, por lo tanto, ya el periodismo vivió seis revoluciones y no una sola. Por supuesto la revolución actual nos conmueve porque es la que nos toca, pero igual de conmovidos estaban cuando surgieron los diarios, cuando surgió la radio o la televisión, etcétera. La misma sensación de que el mundo se transformaba sin saber hacia dónde. Como siempre ocurre, están los más ilusionados y los más pesimistas. Un cambio de ecosistema informativo es como un terremoto y no sólo para el periodismo. El ecosistema informativo informa también el sentido de dar forma a la vida social; no es lo determinante, pero es uno de los factores que más transforma la vida social. Mi idea era, a partir de un día en la vida de un periodista, que es algo común o frecuente preguntarse por la rutina de alguien, ahí está todo condensado.

- ¿Cuál fue el criterio para seleccionar los seis días de las seis épocas distintas que recorre el libro?

- Yo tomé un año que lo elegí con cuatro criterios, y con ese año de investigación que hice compuse un día cualquiera de ese año. Es un día del año (un poquito sobre el final del año), pero no uno específico. El periodista está contando lo que pasó en el año, entonces ya pasó. Los criterios para elegir los años fueron que hubiera un ecosistema de medios justo a punto de ser desplazado por el que viene después, en su punto más alto de hegemonía. Por ejemplo, el sistema de diarios de masas un año antes de que salga la radio. Otro elemento es que hubieran pasado cosas extraordinarias ese año; en Buenos Aires y en el mundo. Entonces, 1818 es el año de la batalla de Maipú; 1871 es el año de la fiebre amarilla en Buenos Aires, una epidemia conmocionante donde murió el 15% de la población, terminó con la Buenos Aires colonial y construyó la Buenos Aires moderna; en 1919 ocurrió la Semana Trágica y el Tratado de Versalles; 1943 está en plena Segunda Guerra Mundial y además en Argentina, Perón comienza su vida política con el golpe de estado en plena democracia; en 1989 es el año de la hiperinflación, es el año de los saqueos, gana Menem y es el año donde está reinando la televisión. Los años 89 y 90, la televisión acá y en el mundo era la vida pública. De todas formas, ese capítulo termina diciendo: “y acaban de inventar en un laboratorio de Estrasburgo algo que se llama www, y nadie sabe qué es”. Pero era exactamente el fin de ese mundo, de ese ecosistema de medios. El último año que tomo es el 2018, porque es como el cierre, en Argentina siempre pasan cosas extraordinarias igual. Yo quería comparar al periodista de 1818 con el de 2018, entonces tomé a este año para cerrar justo con 200 años.

- ¿Por qué decidió que la figura del periodista (que en los años anteriores era de género masculino) fuese una mujer en el año 2018?

- Sí, es verdad. Venía siendo un hombre, y en 2018 es una mujer. Siempre es un periodista del principal tipo de medio del ecosistema, y hoy en las redacciones está creciendo la presencia de las mujeres (todavía no en cargos directivos, pero se va a dar). Por lo tanto, si en los cinco años previos que trabajé era evidentemente masculina la profesión, uno de los cambios más notorios entre 1918 y 2018 es que sea una mujer. Por ejemplo, una periodista en 1919 cuando firmaba una nota, la noticia no era lo que contaba sino que la había escrito una mujer. Recuerdo el caso de una de las primeras damas de Estados Unidos, Eleanor Roosevelt, que convocaba conferencias de prensa solo para periodistas mujeres y así obligó a los medios a contratar mujeres. Los medios argentinos recién empezaron a tener mujeres que firmaban en los años 90. Página 12, que era un diario progresista, no tenía baño para mujeres, entonces tenían que usar el baño de Jorge Lanata, su director.

- ¿Qué ha significado y significa hoy ser un periodista?

- Un periodista en 1818 era una persona intercambiable con un legislador o un funcionario, muy culto. Podía redactar un periódico de la misma forma que podía redactar una constitución. Empezaba a descubrir las competencias específicas del periodismo, cómo escribir claro, atraer la atención, sintetizar, leer materiales ajenos y presentarlos. Lo principal de su tarea era ser un político en los medios. El periodista de hoy, en promedio profesional, es un periodista que tiene una idea política, pero tiene dos ideas más. Tiene una idea profesional y una idea económica también. Es como un cuerpo con tres almas: una política, una profesional y una económica. Todo lo que el periodista realiza es una tensión entre estas tres, y marcan la identidad del periodista. El periodista más inclinado a lo político, puede ser militante; el profesional está más separado de la militancia, y el que busca enriquecerse, tiende por lo económico claramente. Es una tensión natural y legítima que tienen los periodistas hoy. El periodista de 1818 era una figura pública construyendo la república. Cuando esos periodistas llegan no había periodismo; el único lugar dónde se hacía era en Buenos Aires, que encima llegó muy tardíamente. En América Latina el centro del periodismo estaba en México, Guatemala y en Lima, Perú. Y también se ve la diferencia con Estados Unidos, donde la colonización llevaba siempre la imprenta, y en América del Sur la imprenta siempre llegaba en forma muy tardía a los pueblos que habían sido colonizados hacía mucho tiempo. Por eso en Boston en 1918 había muchas más imprentas que en toda América Latina.

- ¿Y cuál cree que será el futuro del periodista?

No va cambiar la percepción del tiempo que tenemos; todos los periodistas que he analizado, tenían la percepción de que la velocidad iba in crescendo y que ellos estaban en el centro de ese dinamismo. Eso no va cambiar, esa velocidad no destruye la sociedad ni genera procesos de decadencia, como muchos dicen. Hay contrapesos y antídotos porque es un fenómeno que venimos denunciando hace 200 años y nunca se da. En segundo lugar, el periodista va a seguir siendo siempre un animal de la información. Siempre al final del día lo que manda el periodismo es la información. El periodismo no es estético o una plataforma especial, una estructura narrativa especial sino que es la voracidad por la información, la capacidad de gestionar la mejor información de la forma más rápida para distribuirla la sociedad. La velocidad de la información es uno de los drivers del futuro del periodismo. El futuro periodista ser también una persona con gran capacidad de generar entretenimiento; no hay periodismo sin estructura de atención. Desde 1818 los periodistas han necesitado llamar la atención para darle a la gente la información que quieren darle. El antagonismo entre entretenimiento e información es un drama porque demoniza aquello que le da fuerza a la información. Si se tiene una buena estructura de entretenimiento en la práctica periodística, el medio de comunicación tiene capacidad de entretener, de llamar la atención, la capacidad de dar información es mucho mejor. Históricamente, las personas tenemos una mayor atracción por lo más interesante y no por lo más importante, siempre ha sido así. La información de calidad, la información relevante es de consumo semivoluntario. La estructura atractiva, el entretenimiento es necesario para promover ese consumo de información semivoluntario. Y eso está en el presente y en el futuro, tener la capacidad de mover el cuello de las personas para hacer mirar hacia un lado. Es un poder muy importante y necesario en las sociedades, porque cada uno está en su burbuja, en su cámara de eco, y se necesita al periodismo que mire a la sociedad como comunidad y la oriente. Entonces, en el futuro los periodistas también serán orientadores.

- ¿Cuál cree que tiene que ser el rol de los medios tradicionales frente a las noticias falsas?

- Fake news son good news para los periodistas, ¿no? Porque te dicen: “¿Vieron que se necesita a alguien que se dedique a verificar? Se necesitan de alguna forma referentes de instituciones y personas que se dediquen a chequear la información. No es un mundo en el cual podamos autoinformarnos, se necesitan instituciones especializadas. Pero también se necesitan unos niveles de credibilidad que hemos ido perdiendo, y además porque hay muchas instituciones que disputan tu información. Por tanto, no sólo hay que recuperar la credibilidad perdida sino que incluso hay que ganar más que antes.

© Adepa

PERFIL

Fernando Ruiz es profesor e investigador en periodismo y democracia e historia de la comunicación en la carrera de Comunicación de la Universidad Austral. Es doctor en comunicación pública por la Universidad de Navarra, España. Es autor de El señor de los mercados. Ámbito Financiero, la City y el poder del periodismo económico de Martínez de Hoz a Cavallo (2005); y Guerras mediáticas. Las grandes batallas periodísticas desde la Revolución de Mayo hasta la actualidad (2014), entre otros. Ha brindado cursos y conferencias en Europa, Estados Unidos y América Latina. Además, es cofundador del Foro de Periodismo Argentino (Fopea).

El tiempo es veloz*
Fragmento de Cazadores de noticias
Por Fernando Ruiz

“El periódico ha terminado con la vida íntima de las familias. Es por la publicidad constante en la que se vive. Ahora estamos en la plaza pública, como los antiguos griegos y romanos. Los hombres del siglo XIX no tenemos casa, tenemos calle. Y, como todo lo hacemos en la calle, es natural que el periódico exista, como una necesidad ineludible. ¿Qué es el periódico si no el eco de la calle?
Y si ese eco no trae nada, igual el diario tiene que salir. Todos tienen el derecho de callar cuando no encuentran algo bueno o útil que decir. Pero, para nosotros, no existe semejante derecho.
Debemos hablar, forzar la inspiración, dar caza a la idea que “a veces no viene pues, de otro modo, estamos perdidos, somos hombre al agua.
Y el diarista va de aquí para allá sin detenerse en nada. Es una inteligencia sin hogar. Piensa e improvisa, ríe y llora, ruge y acaricia, precipita y levanta, mueve placeres y dolores, alegrías y cóleras de un día a otro, de una hora a otra, de una columna a otra. Es preciso que lo que cuenta sea nuevo, variado e imprevisto si no quiere fatigar a sus lectores, siempre sedientos de novedades.
Es necesario que el lector lo sepa todo en el menor tiempo posible. Esto obliga al diarista a tener la seriedad de la ciencia y la ligereza del ingenio; a ser breve, claro y rápido; en suma, un improvisador que medita y un meditador que improvisa.
Además, nada debe dominarnos. Toda preferencia nos compromete.
Por eso, el verdadero diarista cree poco, espera poco, ama poco, y siente una pasión ordenada, discreta, en la que hay más arte que espontaneidad: se encoleriza y se aplaca a tiempo.
Los artículos son escritos para la prensa bajo la impresión del primer momento: fugaces, ligeros, sin calma ni meditación y, por lo general, sin el tiempo material de ser corregidos. Solo deben vivir una mañana, como las rosas”.

* Del capítulo 2, “Ser periodista en la era de la prensa diaria, 1871. Hemos conquistado el derecho a ser creídos en la mansión de la muerte”)

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