Ulm: “El arte siempre es una forma de provocación, cierto tipo de malestar”

El filósofo Hernán Ulm habla de una performance de fotos que se autodestruirán ante la mirada de los espectadores. Reivindica el olvido y lo irrecuperable. En esta entrevista también se suma al debate sobre la muestra Viñetas sin armario.

06 Dic 2018
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Hernán Ulm es un pensador inquieto. Mira, observa y analiza la misma realidad sobre la que interviene. Este viernes, junto a otros hacedores, presenta SAAD (Sistema Autónomo de Autodestrucción de Datos), que se puede resumir como una muestra de fotos que se autodestruirán ante la mirada de los espectadores. Esta ha sido la excusa para intercambiar ideas sobre arte y política, en unas semanas en las que mucho se ha debatido, sobre todo desde que se colgó un cuadro con la figura de Güemes, sobre un pony, con la bandera del orgullo lgbtiqxyz de fondo.

La idea es confrontar esas dos políticas, una política del almacenamiento digital y una política del olvido, como dos formas de pensar nuestra relación con el tiempo.

-¿Qué es SAAD?

- Es una idea que surgió a partir de un trabajo colectivo que hacemos con un grupo de fotógrafos, y una ingeniera en sistemas, María Barros. Surgió como una tentativa de pensar contra la lógica acumulativa de los sistemas digitales. Hay como una ilusión de que la digitalización informática del mundo permite asegurarnos una especie de eternidad en el tiempo, porque los sistemas van a perdurar, van a almacenar y van a hacer durar todas las imágenes, todos los sonidos, todos los datos que nosotros producimos. Entonces lo que estamos haciendo con este sistema, de María Barros, es crear un programa que en vez de almacenar y conservar los datos, los va a destruir. La función del programa es destruir los datos. A partir de esa idea se nos ocurrió hacer esta foto performance o fotografía efímera, y entonces de lo que se trata aquí es de articular una política contraria, afirmar la política del olvido, como una política necesaria para la continuidad de la vida. Para decirlo de alguna forma: el propio programa va a ir borrando las imágenes que cargamos. El programa va a funcionar de la siguiente manera: nosotros vamos a cargar imágenes y una vez que terminemos de cargar las imágenes, el programa automáticamente va a seleccionar al azar imágenes, las va a exponer en pantalla, y las va a ir haciendo desaparecer a lo largo de un tiempo azaroso, que puede ser de entre dos y 10 minutos. Entonces las 25 fotos que vamos a exponer mañana van a desaparecer y no va a quedar registro de eso. No vamos a tener ningún registro de lo que pasó ahí.

La idea es confrontar esas dos políticas, una política del almacenamiento digital y una política del olvido, como dos formas de pensar nuestra relación con el tiempo.

-La idea de eternidad también hace que uno le preste menos atención o valore menos a una obra.

-Es la ilusión digital, la eternidad es una ilusión, uno dice no importa, total mañana o pasado puedo recuperar todo tal como fue. Es la idea de un presente digital eterno que se almacena y dura imperturbable, imperecedero, en los archivos de los aparatos. Lo que nosotros queremos mostrar es que esos programas también se pueden olvidar de las cosas o jugar un poco con la idea de que los programas también olvidan. Y la función política del olvido, una cosa que Nietzsche ya decía a fines del siglo XIX, y también Borges en Funes el momorioso (que no puede olvidar nada y termina muriéndose) y por eso nos parece importante rescatar la función política del olvido, en esta vorágine de eternidades digital.

Los artistas que van a participar son: la ingeniera en sistemas María Barros, Pablo Rosa, Santiago Álvarez, Santiago Lofeudo, Belkys Scolamieri, Christian Kessel y Hernán Ulm. La exposición es este viernes 7, a las 20.30, en el marco de las presentaciones de cada comienzo de mes, en el MAC. Esta vez es en colaboración con Martín Córdoba, que hace la presentación de la vidriera.

-Además es una muestra que no se va a poder copiar. En el sentido en que es algo que no se va a volver a exhibir

-Exactamente. Y eso nos parece un punto fundamental: el que no va el viernes no lo va a volver a ver nunca, en otro lugar. Hay un compromiso de los fotógrafos de que esos archivos sean borrados. No se van a poder recuperar de ninguna manera. La idea es esa: si no estás ahí, en ese momento, no vas a poder ni siquiera recordar que han desaparecido.

Con el valor que tiene esta idea de la desaparición en nuestros contextos políticos actuales: qué es esto que desaparece, cómo es que los medios técnicos hacen en verdad desaparecer cosas, cómo esta idea de eternidad digital es una falacia, es una ilusión, porque de hecho los sistemas de datos digitalizados permiten guardar algunas cosas, pero otras no se permiten guardar y eso no se explicita a la hora de exponer la lógica de este sistema. Entonces María desarrolló un programa que hará explícito el hecho de que no todo es guardado, no todo es almacenado, que hay cosas que no se van a poder recuperar. Hay algo de lo irrecuperable que nos gusta mucho, trabajar con la idea de lo irrecuperable en el mundo contemporáneo, que es lo que va a estar presente el viernes. Esa idea fue una de las que disparó el proyecto: trabajar con la cuestión de lo irrecuperable, hay cosas que pasan alrededor nuestro y que se vuelven irrecuperables, aún para los propios sistemas. Queremos hacer visible eso: lo irrecuperable de estar aquí arrojados a la vida.

-También va en contra de cierta lógica digital, de “yo puedo ver esto el día qué quiera, a la hora que quiera”. Para ver estas fotos, solo hay una oportunidad.

Eso es fundamental. No lo vas a poder ver en otro lugar, en ninguna red, no va a haber registro de ningún tipo, ni siquiera literario. Hay esta política establecida en el mundo digital de que bueno, que si te lo perdiste lo vas a poder ver después, la lógica de loop, el tiempo como loop, como repetición incesante de lo mismo. Que es la lógica del streeming, de las plataformas Netflix. No importa si lo ves hoy o mañana, siempre va a estar ahí disponible, de la misma forma. Nosotros queremos afirmar lo contrario, ahí hay una cuestión política que se afirma, en tratar de pensar la potencia liberadora de lo irrecuperable. De afirmar la fuerza que tiene aquello que no se puede recuperar. O que solo se puede recuperar inventándolo, travistiéndolo, modificándolo, un poco la operación del recuerdo, tal como funcionan las memorias biológicas, es inventarse un pasado. La gente va a hablar de fotos que no hay forma de constatar si son verdaderas o no. La idea es trabajar sobre el valor político de lo irrecuperable y la potencia del olvido como fuerza firmadora de la vida.

- Hace unas semanas se hizo una muestra de cuadros en la biblioteca provincia. La muestra se llamó Viñetas sin armario, y la presentación se hizo en el marco del mes del orgullo lgbtiqxyz. En la muestra había un cuadro de Güemes sobre un Poni, y de fondo estaba un arcoíris, con los colores de la bandera orgullo. Y eso generó una gran molestia, como la de los padres agrupados en Con mis hijos no te metas; y también Gregorio Caro Figueroa publicó un texto criticándola y hubo presiones para que se dé de baja. Mi pregunta es  por qué un cuadro en un espacio público genera tanto malestar.

No hay ninguna imagen de Güemes, es un héroe sin imagen y provoca un vacío en las formas de representación, que muestra que las formas de representación son eminentemente políticas.

-El caso de Güemes es particularmente interesante lo que ha pasado en este caso. Porque Güemes es el héroe sin imagen. No tiene imagen. La única imagen que tenemos de Güemes, la que pasa por la imagen “oficial” de Güemes o la imagen “verdadera o real” la hace Schiaffino en 1902 a partir de relatos orales y el parecido o no que podían tener los nietos de Güemes con referencia a la apariencia “original” del héroe gaucho. Con lo cual son muy interesantes los discursos que dicen “bueno, están yendo contra el verdadero Güemes” o “están atacando la figura de Güemes”, porque no están atacando nada de eso, desde que el verdadero Güemes ni siquiera existe en imagen. Y a mí me parece que ese es un dato interesante para estas discusiones. Que Güemes sea un héroe sin  imagen, porque claramente la discusión se vuelve política en torno a qué es una imagen, cuáles son las funciones de una imagen. No hay cómo restituir la verdad de un Güemes histórico, a la imagen de ese Güemes en imagen. ¿En función de qué podés decir que la imagen que este artista puso en la biblioteca provincial es más o menos legítima comparándola con la de Schiaffino, que no es legítima, porque no reproduce al verdadero Güemes. No hay ninguna imagen de Güemes, es un héroe sin imagen y provoca un vacío en las formas de representación, que muestra que las formas de representación son eminentemente políticas. La representación es política y no tiene que ver con la verdad del pasado. Entonces, en ese contexto, los que se asustan, los que rechazan, los que reniegan de estas otras imágenes de Güemes ¿qué expresan de su relación con el pasado?, qué es lo que quieren cristalizar de su relación con el pasado? Qué pasaría si en vez de Güemes en un pony y la bandera lgbtiqxyz, aparece un gaucho harapiento, pidiendo limosna, desgreñado, sucio, ¿tendríamos la misma reacción? ¿A qué se le tiene miedo con la figura del pony y de la bandera lgbtiqxyz? ¿qué es lo que no se quiere que se represente, ese que rechaza esta imagen?¿qué es lo que no quiere que aparezca como visible, como parte de nuestra propia salteñidad, ese que rechaza con temor, violencia y espanto una imagen determinada de Güemes. Creo que en este caso en particular el miedo a la diversidad, el miedo a la diferencia, moviliza todas las políticas reaccionarias en torno a la identidad. Y esto está buenísimo, porque explicita un cierto discurso reaccionario que circula en nuestra sociedad y que es bueno que se explicite, que se ponga en evidencia para poder discutirlo, para poder enmarcar cuáles son los problemas políticas que esos discursos presentan. Y básicamente el problema político es la intolerancia hacia la diferencia. Independientemente del valor estético de la obra, que no la vi, entonces no voy a discutir el valor estético que la obra pueda tener, pero la reacción sí evidencia son discursos de intolerancia hacia las otredades, cualesquieras que ellas sean. Y la democracia hoy ya no puede ser definida como el gobierno de la mayoría, sino que la democracia debería tratar de ser definida la expresión de las diferencias. Un gobierno es democrático mientras mayor cantidad de diversidades se puedan expresar en el conjunto social. Entonces estos discursos muestran que la democracia todavía cree que sólo es el gobierno de una mayoría, que circunstancialmente ocupa un lugar de poder; y no, la democracia es otra cosa. La democracia es la expresión de las diversidades y las diferencias en el medio de una alta conflictividad social o en el medio de una cultura que nunca es unívoca.

La democracia hoy ya no puede ser definida como el gobierno de la mayoría, sino que la democracia debería tratar de ser definida la expresión de las diferencias. Un gobierno es democrático mientras mayor cantidad de diversidades se puedan expresar en el conjunto social.

También leí dos ideas, que circularon en torno a esta muestra, una decía que el arte puede ser provocador, pero antes tiene que ser arte. Y la otra idea que circula es que el arte debe tener un fondo moral, proteger la moral de una sociedad.

Las dos cosas están relacionadas. Primero, el que dice que antes que ser provocador, tiene que ser arte, está usando una categoría conservadora de arte. Insisto en que yo no vi la obra, entonces no quiero hablar de esa obra en particular, me hubiese gustado verla. Quiero destacar de todos modos la importancia de que eso haya acontecido en la biblioteca provincial, me parece que es una buena señal que las actuales autoridades del lugar hayan abierto el espacio para que eso se produzca, para que esa manifestación se produzca. Eso también hay que decirlo, porque si no parece que somos una provincia meramente conservadora y si de hecho se abrió ese espacio para esta expresión y esta expresión pudo estar ahí es porque las autoridades actuales de la biblioteca lo permiten y está buenísimo.

Pero el que dice que antes de ser provocativo tiene que ser arte, bueno está usando una categoría pretérita del arte, como expresión del gusto, o como expresión de una unidad simbólica que se manifiesta a través de determinadas formas estilísticas. Una noción de arte anterior a las vanguardias, decimonónica. Nosotros ya hemos charlado mucho de esto, siempre decimos que el arte es la interrupción de las formas cotidianas de la sensibilidad. El arte siempre es una forma de provocación, siempre el arte provoca un cierto tipo de malestar, si no es ilustración. Esto lo decía Francis Bacon, si no es arte es ilustración. Solo representa aquello que ya sé que voy a ver: representa un gaucho en un caballo con una lanza y la figura inhiesta, la mirada en el horizonte simbolizando la valentía ante el ejército enemigo. Y eso bajo una forma estilística naturalista. Creo que eso depende de estas definiciones arcaicas de arte, de visiones que justamente son conservadoras y que en esa expresión conservadora siguen vinculando la noción de belleza a la de bien moral. Entonces como se alteran las formas de la sensibilidad se altera también la norma moral y eso pareciera que está mal y ahí es donde nuevamente afirmo que se revela por suerte el carácter conservador y reaccionario de esas posturas que creen que existe algo así como una moral universal, eterna, inmóvil. Así como creen que existe una imagen de Güemes, universal, eterna y que es siempre la misma, creen que existe una m oral que es siempre la misma y que no se puede modificar. Y lo que provocan estas imágenes, de un gaucho cabalgando un pony, embanderado en el símbolo lgbtiqxyz, es la incomprensión absoluta de que hay otras formas de vida que se pueden expresar con otras maneras de producir imágenes.

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