Qué debe suceder para que el Banco Central no repita la historia

09 Dic 2018
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EDUARDO ROBINSON | ECONOMISTA

Desde comienzos de año, el peso acumula una devaluación con respecto al dólar del 102%, con el consiguiente impacto en la inflación minorista, cuyo porcentaje de variación anual del orden del 50%, que lleva a retroceder hasta 1991 para encontrar un nivel inflacionario de esta magnitud.

Restan pocos días para terminar un año en el que se produjo un ajuste traumático en las variables macroeconómicas. Se registró una crisis de balanza de pagos, debido a un corte abrupto en el financiamiento internacional por la suba de tasas de interés en Estados Unidos y a un incremento en la incertidumbre de los agentes económicos externos e internos sobre la sostenibilidad de la economía argentina.

Uno de los factores que contribuyó a deteriorar la confianza en el programa económico fue la recordada conferencia de prensa del 28 de diciembre de 2017, en la que el ala política del gobierno desdijo las proyecciones que había efectuado el Banco Central respecto de la tasa de inflación anual para 2018. Hay que recordar que el Banco Central estableció una meta de inflación del 10% y en la mencionada conferencia de prensa se recalibró al 15%. Si bien, la diferencia era mínima, lo que leyó el mercado es que la política monetaria no sería tan restrictiva, lo que implica que caerían las tasas de interés en pesos lo que despertó el apetito por el dólar. Hay que tener en cuenta que hacia fines del año pasado, se registraba una situación de cierto atraso en el tipo de cambio, es decir, el dólar estaba relativamente barato en relación al resto de los precios. Esta situación incentiva de por sí la compra de dólares, pero se potenció ante las perspectivas de reducción de los rendimientos en pesos. De hecho, antes de que se desatara la crisis hacia fines de abril el dólar mostró una tendencia creciente a lo largo del primer cuatrimestre del año en curso.

Es decir, se reavivó la clásica pulseada entre el dólar y las tasas de interés. Ante las perspectivas de mayor inflación y menor tasa de interés sumados los efectos de la sequía agrícola, que hizo perder 8.000 millones de dólares y ante la inminencia de las subas de tasas de interés internacionales, el dólar fue el blanco elegido. Por eso, pese a las ventas de la divisa estadounidense que empezó a realizar el Banco Central hacia mediados de marzo, esa moneda siguió su tendencia alcista. Desde inicios de mayo y bien entrado septiembre, el dólar parecía no tener un techo claro. Esta situación se daba pese al acuerdo vigente con el Fondo Monetario Internacional y a la suba de la tasa de interés de referencia del Banco Central que ya se ubicaba en el 60% anual.

Con la elevada inestabilidad que mostraban las variables financieras, la economía entró en un proceso recesivo, se debilitó la actividad económica y la credibilidad en la política económica. Esto llevó a que el gobierno replantee el acuerdo con el FMI y el foco se puso en endurecer la política monetaria, establecer un esquema de bandas de no intervención en el mercado cambiario y tratar de contar con una Ley de Presupuesto Público que muestre un equilibrio fiscal con reducción de las necesidades de financiamiento. Para el primer punto, esto es endurecer la política monetaria el compromiso que asumió el Banco Central fue no expandir la base monetaria, dejar de lado las denominadas metas de inflación y poner el énfasis en la evolución de los agregados monetarios. Para ello, el Centralm dirigido por Guido Sandleris, elevó los encajes bancarios, es decir las inmovilizaciones de fondos que deben hacer los bancos cuando reciben depósitos. Esta medida tiende a encarecer y restringir la expansión del financiamiento al sector productivo y al consumo. Asimismo, para restar disponibilidad de pesos a los bancos, el Banco Central les ofrece Letras de Liquidez (Leliq). A comienzos del mes de octubre, el Banco Central empezó a colocar Letras de Liquidez a los bancos para absorber pesos, la tasa que les ofrecía era de casi el 74%. Esto llevó a subir las tasas que los bancos ofrecen para los depósitos a plazos fijos, que llegó a casi el 50% anual. Con este nivel de tasas, es claro que se enfría aún más el nivel de actividad económica y el consumo ya que se encarece el acceso al crédito en todas sus líneas. El endurecimiento de la política monetaria le quitó presión a la suba del dólar, porque hay menos liquidez en el mercado y porque los rendimientos en pesos son muy atractivos. En la lógica del gobierno la recesión ya está instalada, y se agravará si continúa la inestabilidad financiera. Por lo tanto, si bien las tasas altas atentan contra el acceso al crédito, lo principal es estabilizar la economía y mejorar las perspectivas.

Para los meses que vienen la inflación se proyecta en menores niveles de los que tuvo tras los picos devaluatorios, esto llevó a que en estos días el Banco Central anuncie una quita del piso de la tasa de interés establecida en el 60%. A su vez, la zona de no intervención será ajustada en un 2% mensual en lugar del 3% como venía siendo hasta ahora.

¿Es correcta esta medida en estos momentos en los que aún no se ha desvanecido el apetito por el dólar volver a repetir en, cierta medida, los anuncios del 28 de diciembre pasado? El mensaje es el mismo, como se proyecta menos inflación, se ablanda la política monetaria. ¿Será este año distinto al año pasado? Ablandar la política monetaria, ¿ no será nuevamente alimentar el apetito por el dólar? ¿Es tiempo de hacerlo o lo aconsejable sería esperar la evolución de los precios?

Un probable escenario es que, en caso de que nuevamente la cosecha no resulte ser tan propicia como se espera, volverán las tensiones cambiarias y suba de tasas. Los dolares no sobran. Si la cosecha es buena, habrá sido un acierto para oxigenar al sector productivo. De otra manera, el Banco Central volverá a repetir la historia del año pasado.

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