Jornada Mundial en Panamá: fe, juventud y alegría en la experiencia de los salteños

Tras una semana de intensas actividades comenzaron a llegar las delegaciones que partieron desde Salta y que formaron parte de un evento que convocó a jóvenes de todo el mundo.

31 Ene 2019

“Lo más esperanzador de esta Jornada no va a ser un documento final, una carta consensuada o un programa a ejecutar. No, eso no va a ser. Lo más esperanzador de este encuentro serán vuestros rostros y una oración”, había dicho el Papa Francisco en su primer acto público durante la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, que finalizó hace unos días.

Jóvenes de todo el mundo participaron de uno de los eventos que convoca a la mayor cantidad de países a nivel global. Entre ellos hubo varios salteños.

El elevado costo que implicaba pagar el viaje y la jornada no impidió que los salteños trabajaran durante varios meses para cumplir el sueño de estar cerca del Papa y de conocer a otros jóvenes de diferentes lugares pero que comparten su fe.

Fueron tan solo unos cuantos entre los cientos de miles que visitaron Panamá durante al menos una semana y que llenaron de color y de jovialidad las calles del país centroamericano, históricamente caracterizado por acoger culturas, costumbres y formas de vida que se hacen una sola en esta pequeña porción del continente.

De Salta a Soná: un Cristo del Milagro quedó en tierra panameña

Tras cinco horas de viaje los jóvenes de la Arquidiócesis de Salta llegaron a suelo panameño y casi apenas al llegar tuvieron la misión de llevar una imagen del Señor del Milagro hacia una comunidad alejada de la capital panameña.

Acompañados por Monseñor Mario Antonio Cargnello y el sacerdote Daniel Ochoa, emprendieron viaje al pequeño poblado de Soná en donde esperaba una comunidad alegre y generosa que con un día de anticipación había preparado una bienvenida a los visitantes salteños.

Sobre este hecho el Arzobispo de Salta manifestó: “del mismo modo que Juan Pablo II entregó la Cruz (que dio inicio a las Jornadas Mundiales de la Juventud), nosotros entregamos a Nuestro Señor del Milagro y les pedimos que lo cuidaran. Y al Señor le pedimos que nos uniera, ya que somos hijos del mismo continente”.

La Capilla en donde quedó la imagen venerada por los salteños está consagrada a la Virgen de Luján, en donde se le reza desde hace 18 años y el afecto con el pueblo argentino es grande. Así lo indicó el sacerdote Raúl Gabrielli, un argentino que recorre el continente convencido de que la fe es lo que une a los pueblos latinoamericanos. “Cristo en Panamá es señal de la unidad latinoamericana, es un pacto de Dios con el pueblo”, dijo el presbítero y agregó que este gesto permite “unir con la fe a provincias y países, se genera unidad. Una unidad que solo lo puede lograr la fe”.

Al llegar al lugar los peregrinos salteños (en su mayoría jóvenes) fueron recibidos por los niños del lugar seguidos de los adultos. Cohetes, guirnaldas y carteles daban indicios de que en la barriada había fiesta.

Luego de una pequeña procesión, el Arzobispo de Salta encabezó la celebración de la misa acompañado por el Padre “Chicho”, párroco del lugar, quien agradeció al visita y el regalo de la sagrada imagen.

La sencillez y la simpleza del lugar no fueron más grandes que el enorme espíritu de hospitalidad y la bondad de los habitantes de Soná quienes prepararon comidas típicas para compartir con los salteños.

Al termino de la jornada se escuchó decir varias veces la pregunta: “¿cuándo vuelven?”, convencidos de que el afecto y la fe son capaces de derribar cualquier muro y romper distancias.

FANLYC: lugar de acogimiento y de esperanza

Un evento de la magnitud de la Jornada Mundial de la Juventud supera a cualquier tipo de infraestructura y hace que el hospedaje sea un tema difícil de resolver. Pero los salteños fueron bendecidos con el lugar de acogida.

A pocas cuadras de la cinta costera, donde se realizaron varios eventos masivos como la bienvenida al Papa Francisco y el Vía Crucis de los jóvenes, se encuentra la casa de hospedaje de la Fundación Amigos del Niños con Leucemia y Cáncer (FANLYC).

Allí recibieron a los peregrinos salteños con el afecto y la cordialidad con que trabajan durante todo el años por los niños que padecen leucemia y cáncer.

Entre juguetes, cuentos para niños y habitaciones coloridas durante la estadía hubo calor de hogar. Tanto que despedirse no fue nada fácil.

Voluntarios y trabajadores de la fundación que administra la señora Leslie Ducruet se ocuparon de que a los salteños se sintieran como en casa. Mates, charlas, risas y alguna que otra zamba salteña acompañada por la guitarra formaban parte del día a día en el lugar.

Al momento de partir no faltó un “vuelvan a Panamá” o alguna promesa de visitar argentina y reencontrarse. Es que los vínculos que se gestan en las Jornadas están atravesados por el amor cristiano, la caridad del corazón y el sentimiento de hermandad que no distingue países, razas, ni colores.

La capital de la juventud del mundo

Cientos de miles de jóvenes de países cercanos como México, Nicaragua, Honduras o Guatemala y hasta de naciones remotas como Nueva Zelanda, Filipinas, Rusia, Japón o Corea se congregaron en la pequeña Panamá para vivir uno de los eventos más convocantes del mundo.

Fue por eso que durante la JMJ se repitió la idea de que la capital del mundo se había trasladado a esta parte de América Central.

No faltaron argentinos, brasileros, uruguayos y chilenos que a cada paso entonaban canciones de hinchas de futbol o bailaban al son de los instrumentos típicos de cada región.

Las calles de la ciudad se abarrotaron de color y de banderas que flameaban siempre precediendo el paso de alguna de las delegaciones. El metro y el bus iban llenos durante todo el día, trasladando peregrinos a los lugares en donde se realizaban las actividades.

Celulares listos para tomarse fotos con la bandera de otro país o con algún atuendo típico, intercambio de recuerdos y hasta gastadas entre los habitantes de diferentes países fueron situaciones que se vieron durante la Jornada en las calles panameñas.

Quizás el punto culmen de esta confluencia de naciones y de culturas fue la vigilia de los jóvenes que se realizó en el Metro Park, en la cual según las estimaciones hubo alrededor de tres millones de personas.

No fue ni un recital de una banda convocante ni un mundial de futbol ni la presencia de algún ídolo juvenil quien logró tal convocatoria. Fue el Papa Francisco y el entusiasmo juvenil que generó una ola de alegría y entusiasmo que llegó desde todas las direcciones.

En carpa, con bolsas de dormir o tan solo en toallones, los jóvenes de diferentes lugares ocuparon el inmenso campo del Metro Park en donde había un escenario en forma de barco y decenas de pantallas gigantes que permitieron escuchar las palabras del Sumo Pontífice que invité a ser valientes y abrazar la vida.

El regreso y el desafío de seguir caminando

Lo vivido durante los días de la Jornada Mundial de la Juventud es difícil de poner en palabras porque son las emociones las que desbordan el alma y las sensaciones son difíciles de explicar, pero son sus protagonistas quienes guardan dentro de sí su propia historia y su propia vivencia.

“Le doy gracias a Dios por lo vivido, compartido y recibido. Por haber tenido la dicha de conocer nuevas personas de distintos lados cada uno con su realidad. Le agradezco por cada joven que fue y se encontró con su amor nuevamente”, expresó Alfonsina Plaza del Movimiento Puente.

Por su parte Anahí Choque Garzón de la Parroquia Nuestra Señor del Pilar manifestó que: “para describirlo podemos tomar de ejemplo a la madre que empuja despacio al pichón de su nido para que tome vuelo junto con ella, así mismo ese empujoncito era el que necesitaba para poder seguir en el camino espiritual y social, poder conocer realidades que hasta hace unos días pasaban como si fuesen normal ante nuestros ojos y que nadie se involucra, me llaman a reflexionar que como católica no ser indiferente”.

“Encuentro” fue una de las palabras que tuvo mayores resonancias en los jóvenes salteños y así lo analizó Estefanía Girón del Movimiento Palestra: “Mi experiencia en la JMJ si tuviera que describirla con una palabra sería 'encuentro' fue un encuentro con Dios sin duda; un Dios más vivo que nunca, un Dios al que quizás por muchas cuestiones me estaba costando escuchar. Un Dios presente especialmente en el hermano/a de al lado, conocido o desconocido; niño o grande, fue encuentro con una Iglesia viva y sobre todo joven que me dio esperanza de seguir luchando por construir una Iglesia con rostro de hermano/a, de madre; fue encuentro conmigo misma y con Dios allí adentro”.

“Ustedes son el ahora de Dios”, dijo el Papa Francisco casi al final del encuentro. Ese “ahora” es el que les queda a los jóvenes que volvieron a su hogar y a su realidad.

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