Cáncer infantil: Andrea, Alan y Franco eran chicos cuando la vida los desafió y le dieron pelea a lo grande

Tres jóvenes salteños contaron su historia para motivar a quienes hoy viven esa situación.

16 Feb 2019
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Andrea Toconás junto a sus papas. Foto: Iván Rodriguez. LA GACETA

En el marco del día internacional de la lucha contra el cáncer infantil, el Hospital Materno Infantil de Salta conmemoró a sus pacientes con que no se realizaba desde hace años. Hubo discursos, comida y música, pero lo que más emocionó fueron los testimonios de tres jóvenes que lograron vencer al cáncer.

La historia detrás de la lucha

Franco Murillo, de 15 años, recuerda patente el 30 de Marzo como el día en que su existencia cambió por completo.Tenía una vida normal y tranquila pero, luego de ir al hospital para hacerse estudios, le diagnosticaron leucemia.

A su corta edad, no entendía de qué se trataba o qué significaba, pero con toda la paciencia del mundo, cuenta, el doctor le explicó lo que era.

“Desde ese momento nada volvió a ser igual, ni mi vida ni la de mi familia”

Franco pasó meses internado en los cuales hubo momentos en que se ponía tan mal que sus fuerzas se esfumaban. Confiesa que necesitó mucho de Dios: “desde ese día le rogué tanto por mi salud. Le prometí que si me sacaba de ese lugar, iba a querer vivir por el resto de mi vida”, dice.

Su largo transitar por el hospital los pasó con su abuela y su mamá, quienes cumplieron el rol más importante en su historia. Ellas llegaban todos los días con cartas de amigos y su familia con hermosas frases para él.

Una mañana, el doctor llegó con buenas noticias. Franco iba a volver a casa y podría seguir con su tratamiento allí. Sin embargo, el sol duró poco y una recaída lo hizo volver, pero esta vez la recuperación fue rápida.

“No veía las horas de volver a casa, de jugar al fútbol con mis amigos. Sabía que tenia que ponerle voluntad, fortaleza y fe en Dios”, dice mientras lee la carta que escribió.

La vida le estaba dando otra oportunidad y cada día que pasa se siente más fuerte: “Comparto mi historia para todas aquellas personas que están pasando por una situación difícil. Siempre hay una salida, solo hay que ser paciente. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”

La historia de Franco no es la única. Andrea Toconás hoy tiene 21 años, pero cuando solo anhelaba su fiesta de 15, le diagnosticaron leucemia. Con la noticia de la enfermedad, simplemente decidió prepararse e intentar superarlo.

Por esa época se sentía muy débil, recuerda. Dolores de cabeza, dolores en las articulaciones y hematomas la hicieron acudir al hospital. Inmediatamente la hospitalizaron: “Es ahí donde empezó toda esta lucha”, dice.

“Quimioterapia”, así le llamaban al tratamiento que la podía curar y aunque esto le devolvió las esperanzas, se sentía asustada: “mata tanto las células buenas, como las malas”, le dijeron.  

“Tuve que vivir esto para vivir de verdad”

Cuenta que a pesar de haber tenido transfusiones de sangre, entrado a quirófanos y tenido quimioterapias, siempre tenía en la mente la idea de que llegaría el día en que todo habría pasado.

Luego de dos meses de haber estado internada en el hospital, el día llegó. Hoy Andrea es estudiante de psicología y quiere ayudar a los demás, contarle a sus pacientes que ella también vivió su lucha. En el presente, la joven sólo recuerda los buenos momentos, el amor incondicional de la gente que la bancó y el aprendizaje que le quedó: valorar todo lo que se tiene.

Alan Sarapura, de Payogasta. Foto: Iván Rodriguez. LA GACETA

La última historia la cuenta Alan Sarapura, un joven de Payogasta que a los 14 años pasó de una vida de pueblo a una vida de hospital. Cuando le diagnosticaron cáncer, tampoco sabía a lo que se enfrentaba, pero el amor de su familia lo motivó.

“Con fuerza, fé ,y voluntad, el cáncer se puede superar”

En un principio le dijeron que tenía problemas de crecimiento pero los síntomas empezaron a preocupar. La nariz le sangraba, sus piernas se hinchaban, tenía mucha fiebre y transpiraba demasiado; ahí fue cuando lo mandaron a la capital.

De chico le gustaba jugar mucho a la pelota, comenta, aunque hoy el rendimiento ya no sea el mismo y tenga que volver cada dos años para hacerse estudios.

Tras vencer la enfermedad, Alan volvió a su pueblo y a su club. Hoy es papá de un niño y un gran ejemplo para él. “Salí adelante y ahora estoy acá”, cuenta a LA GACETA visiblemente emocionado.


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