Críticas de cine: crímenes, revancha y humor negro

23 Feb 2019
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Película: "Venganza"

Crítica: Buena

Origen: EEUU/Noruega/otros, 2018. dirección: Hans Petter Moland. CON: Liam Neeson, Tom Bateman, Laura Dern, Emmy Rossum, Tom Jackson, Domenick Lombardozzi, . Guión: Frank Baldwin. fotografía: Philip Øgaard. música: George Fenton.

Stellan Skarsgård y el extraordinario Bruno Ganz, fallecido hace un puñado de días, protagonizaron en 2014 el thriller noruego “Uno tras otro”. Fue su propio director, Hans Petter Moland, el que rodó dos veces la misma película. No es una exageración: lo que diferencia a “Venganza” del original es el cambio de actores y algunos lógicos ajustes en el guión para la adaptación a Estados Unidos. Por caso, la mafia serbia pasó a ser la mafia india. El resto es extremadamente parecido; del frío escandinavo al frío de Denver y sus alrededores.

Que nadie espere una matanza al estilo de las que ensayó Liam Neeson en la saga “Taken”. Violencia hay, y de sobra, pero en un tono diferente. Por “Venganza” sobrevuela un tono de comedia negra que la hace disfrutable, siempre y cuando se sintonice esa onda que Moland propone, despegada de las clásicas y lineales películas de acción. Aquí se nota un arriesgado choque de géneros, mezcla de drama familiar (atención al personaje de Laura Dern), policial y thriller, sin miedo a mezclar el absurdo en varias secuencias, diálogos imposibles y remates impensados (el cierre de la película es el máximo ejemplo en ese sentido). Todo esto, que podía derivar en un pastiche, funciona en la medida en que el espectador se sumerja en el juego. En la función nocturna del jueves, en Cines del Solar, una espectadora se paró al final y sentenció: “malísima”. Son los riesgos que corre un realizador que rompe los moldes.

Neeson, en la cumbre de la inexpresividad, es Nels Coxman, un ciudadano modelo que mantiene despejadas las rutas con el quitanieves. El asesinato de su hijo lo transforma en un vengador implacable e insaciable. Uno tras otro (como el título original) va aniquilando a los miembros de la banda responsable del crimen. Todo gira en torno al tráfico de drogas y la madeja se complica con la inclusión de un grupo mafioso indio a la trama. No es que Nels sepa mucho del tema; por caso, para deshacerse de los cadáveres apela a lo que aprendió leyendo novelas policiales.

El desfile de personajes secundarios, mayormente bizarros o estereotipados, es de lo mejor de la película (el sicario al que llaman “El Esquimal”, el guardaespaldas gay, los indios que juegan en la nieve, el hijo del villano que se confiesa atrapado por el síndrome de Estocolmo). Cada muerte es acompañada por una placa que consigna el nombre y la religión del asesinado. Y mientras tanto Moland no olvida que está contando la historia de una venganza, a la que Coxman/Neeson se dedicará hasta el último instante. Eso sí: él jamás sonríe.

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