Reseña de Verde Billar, libro de Raquel Guzmán

"Si hay que admitir alguna recurrencia, tal vez se la pille como una sombra que se le ve al que huye antes de ser visto, en el humor".

15 Mar 2019
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(*) Por May Rivainera

¿Cómo voy a hacer para que no me gusten todos? Me siento como una enamorada queriendo repartir su corazón a cada uno, por igual. ¡Cómo Cristo repartía el pan! 

Así empiezan las crónicas con Verde Billar. Pero avanzo en la lectura (que podría haber suspendido en el primer encuentro) como quién anda contra la tormenta. Porque un micro alcanza ya para salir a caminar y masticar, saborear; no obstante, me pongo golosa e invoco a la gula. Pediré perdón un día. 

El tiempo de la lectura no siempre es idéntico, a veces con un acelere acelero y el desenlace me asoma las pestañas al abismo. No quema, pero el vértigo. Por ejemplo Ítaca, “Camina hacia la mujer y comprende que Ítaca no es sólo un reino, no es sólo una isla.”. 

El hambre, insaciable por definición, cae de rodillas ante un “…tratar de recoger la fina seda de una palabra entre la arena”. Esto es esa relación particular que saluda al lector en cada texto del Verde Billar. Una suerte de poética anodina, efecto de la ausencia del escritor. Raquel Guzmán escribe con una mano y borra su presencia con el codo. Si hay que admitir alguna recurrencia, tal vez se la pille como una sombra que se le ve al que huye antes de ser visto, en el humor. Humoradas delicadas y frágiles, con las que podemos reír y humoradas vergonzantes, de las que no podemos negar haber mostrado los dientes. Y ahí queda uno, prendido al paragolpes, aleteando moral, correctísimamente político y todo. Fíjese, porque se habla de una sociedad y es la nuestra.

“El rito ha terminado, el instante la atraviesa incandescente.”, dice en Darse cuenta y las reuniones familiares no volverán a ser las mismas. Con suerte sí, aunque tal vez no. No simplemente. 

Y por qué, por qué no hablar de la mujer o de alguna mujer. ¡En estos tiempos! Podría haberla pintado agresiva y feroz, como una pantera. Y sin embargo, una mujer flechada en El instante, tan típico pero sardónico ahora. Elocuente hasta lo hilarante, pero misterioso. Texto que releí para asegurarme que no era una mujer que le había mirado el bolsillo al socio del esposo, me quedan dudas. Así son estas microficciones, a veces contundentes cuando no perturbadoras por inconclusas. Perturban cuando el movimiento de lectura clama por la pieza que aporta el lector con su mundo interior. ¡Me orillaron a sacar mis propias conclusiones, qué desdén! Con qué más sino con mis prejuicios. 

Muchos libros espeluznantes he hojeado para curarme de asombro, para rasparme la moral, el acto divino del juicio y estas letras me llevaron de la mano al lugar donde a solas con mi conciencia nos miramos, con asco me di la mano y luego la espalda. ¡Hasta nunca jamás! 

Sirva esta advertencia para próximos desprevenidos; con la inocencia del tono van a introducirse al juego hasta que bola blanca toca bola negra, pim pam pumbalala y viene un tarascón; ¡una opinión propia me muerde la mano!  

Occidentalismo

Inflar un globo, explotarlo, con los restos hacer otro. 

Guzmán, Raquel (2018) Verde Billar. Macedonia Ediciones.



(*) Poeta, autora del poemario Letra de Carta.

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